En apenas cuatro meses, el mapa político de Ucrania cambió por completo. En febrero fue destituido el Presidente Viktor Yanukovich, tras una violenta ola de protestas; en marzo, la península de Crimea se escindió del país para unirse a Rusia; hace tres semanas, los rebeldes prorrusos del este autoproclamaron la independencia en Donetsk y Lugansk, y el domingo pasado el multimillonario Petro Poroshenko (el "Rey del Chocolate") fue electo presidente. El conflicto ucraniano mantiene enfrentadas a dos superpotencias: Estados Unidos y Rusia, en una disputa entre Este y Occidente al estilo de la Guerra Fría. Pero, ¿es posible una Ucrania "occidental" o una Ucrania bajo la completa sombra de Moscú?
Esa es la pregunta que se ha hecho The Brookings Institution, uno de los think tanks más influyentes de Washington D.C., que suele ser consultado por los presidentes de turno de EE.UU.
Los investigadores Clifford Gaddy y Barry Ickes publicaron un estudio que lleva por título "Ucrania, un premio que ni Rusia ni Occidente pueden permitirse ganar", en el que postulan tres escenarios futuros.
Bajo esa lógica, se podría imaginar una "Ucrania como Polonia", es decir, integrada a la Unión Europea y la OTAN, y completamente independiente del Kremlin. El segundo escenario es una "Ucrania como Finlandia", es decir, más neutral, federalizada y con influencia limitada de Moscú, mientras que la tercera opción es una Ucrania bajo control ruso, que se llamaría "Pequeña Rusia".
El estudio de Brookings Institution sostiene que "Occidente se ve a sí mismo defendiendo a Ucrania de Rusia, mientras que Rusia ve a Ucrania como una batalla generada por Occidente contra Moscú".
La tesis que explica la tensión no pasa por lo militar, sino que por lo económico. Aunque "Rusia sabe que en términos económicos está por debajo de sus adversarios -el PIB de sus contrincantes de la UE y la OTAN es 15 veces superior al ruso-, Moscú no ha respondido a las sanciones con más sanciones, sino que ha buscado los puntos débiles, en este caso, la economía ucraniana. Rusia está en condiciones de hacer un daño que Occidente no es capaz de impedir o reparar. Es más fácil desestabilizar que generar estabilidad", plantea el estudio. De este modo, una Ucrania pro Occidente resulta inviable.
Si bien se sabe que Rusia le ofrece gas a Ucrania, hay subsidios que se desconocen, como el que entrega a la industria manufacturera ucraniana, que depende de la demanda rusa. En otras palabras, las exportaciones ucranianas están completamente ligadas a la producción rusa. Como medida de presión, Moscú informó que la deuda de Kiev por el suministro de gas subirá hasta US$ 5.200 millones el 7 de junio. A partir de ese mes, Rusia advirtió que sólo suministrará el gas que Ucrania pueda pagar por adelantado. Eso sí, Vladimir Putin ha dicho que respetará la elección de Poroshenko.
Según dijo a La Tercera Georgeta Pourchot, analista del Center for Strategic and International Studies (CSIS), otro think tank con sede en Washington D.C., "en primer lugar, ya sea a través de medios económicos o militares, Occidente no entrará en una guerra con Rusia por Ucrania. Esto no lo hizo en 1946 en la Europa del Este, a pesar de que había una mayor fuerza para presionar a la Unión Soviética, y no lo hará ahora con Ucrania".
Además, esta experta confirma la tesis de Brookings Institution, ya que señala que "Rusia y Ucrania están fuertemente conectados en el comercio y las relaciones económicas, desde la era soviética".