El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, y el bloque franco-alemán han sido los grandes vencedores de la cumbre de Minsk, mientras que el líder ruso, Vladímir Putin, y los separatistas han tenido que hacer dolorosas concesiones.

"No hay ningún acuerdo sobre la federalización o (la concesión de) la autonomía", proclamó ufano Poroshenko tras la firma del acuerdo de alto el fuego en la capital bielorrusa.

Poroshenko logró su objetivo, garantizar la integridad territorial de Ucrania, sin comprometerse a nada más que a abrir en un futuro un diálogo sobre el estatus de las zonas bajo control rebelde, que no las regiones de Donetsk y Lugansk.

Su apuesta por consensuar posturas de antemano con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Francois Hollande, dio sus frutos, ya que la improvisada troika creó un frente común ante Putin y los separatistas.

Entre los trece puntos acordados en Minsk destaca especialmente el acuerdo de que las milicias prorrusas deban retirar su armamento pesado de la línea de separación acordada en el Memorándum de Minsk de septiembre de 2014.

En los días previos a la cumbre los negociadores separatistas habían insistido en que no darían "ni un paso atrás" en las posiciones conquistadas desde principios de enero, pero han tenido que ceder, aparentemente ante las presiones de Putin, según reconocieron posteriormente Merkel y Hollande.

Eso permitirá a las fuerzas gubernamentales conservar la ciudad de Debáltsevo, estratégico nudo ferroviario hostigado desde hace dos semanas por los insurgentes, lo que también impedirá que los rebeldes comuniquen las ciudades de Donetsk y Lugansk.

Y, lo más importante, logró incluir en el documento el restablecimiento para finales de 2015 del control ucraniano sobre la frontera ruso-ucraniana en Donetsk y Lugansk, muchos de cuyos sectores están ahora bajo control rebelde.

Además, se salió con la suya al arrancar el acuerdo para la convocatoria de elecciones locales en las zonas rebeldes, según la legislación ucraniana, lo que convierte en papel mojado los comicios separatistas de noviembre de 2014 condenadas por la comunidad internacional y respetadas, pero no reconocidas, por Moscú.

En cuanto al estatus de las zonas rebeldes, el documento alude a la descentralización, por lo que abogó Kiev desde el estallido de la crisis, y únicamente compromete al Gobierno ucraniano a tener en cuenta las particularidades de Donetsk y Lugansk, de mayoría rusoparlante.

Mientras, el bloque franco-alemán ha logrado apuntarse un gran tanto en el terreno diplomático, ya que ha logrado aparentemente poner fin al conflicto en las fronteras de la Unión Europea y de paso apaciguar al gran vecino del norte.

Francia ya había jugado un papel mediador crucial tras la guerra ruso-georgiana de 2008 por el control de Osetia del Sur, y Alemania se había mostrado muy activa a la hora de intentar arreglar la crisis ucraniana desde el estallido del Euromaidán a finales de 2013.

Merkel y Hollande insistieron en su defensa a ultranza de la soberanía ucraniana y, según los analistas, lograron doblegar la resistencia del jefe del Kremlin, que insistía en responsabilizar exclusivamente a Ucrania del conflicto.

Además, se mantuvieron firmes en su negativa a suministrar armamento a Kiev, pese a la insistencia de Poroshenko y las presiones de Estados Unidos, cuyo presidente, Barack Obama, le dijo este lunes a Merkel que no descartaba esa posibilidad.

Aunque el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, intento quitarle hierro a las discrepancias, es un hecho que la estrategia europea y estadounidense hacia Ucrania era radicalmente diferente, aunque el fin era el mismo: defender a Ucrania de la agresión rusa.

Putin, en el que estaban puestas todas las miradas, defendió a capa y espada las posiciones de los prorrusos, pero al fin y al cabo sólo logró incluir en el documento final una vaga referencia al libre uso de la lengua, es decir del ruso, en las zonas rebeldes.

La alusión al inicio de un diálogo sobre el estatus de las zonas rebeldes, una de las demandas del Kremlin, está directamente vinculada a la legislación ucraniana y la ley sobre autonomía provisional para dichos territorios.

La contraprestación es que, en caso de que la paz se consolide en el este de Ucrania, la Unión Europea podría levantar ciertas sanciones económicas impuestas a Rusia por su injerencia en el país vecino.

Los separatistas han logrado la amnistía de todos sus combatientes y el restablecimiento del pago de las pensiones y los servicios bancarios, lo que ellos describen como el fin del bloqueo económico ucraniano.

Pero sus aspiraciones independentistas, incluido el referéndum de independencia celebrado en mayo de 2014 condenado unánimemente por la comunidad internacional, se convierten tras la cumbre de Minsk en papel mojado.