Impresiona esta ciudad desde un comienzo. Por su extensión, por su limpieza, por las miles de motos silenciosas (eléctricas, no contaminantes) corriendo por sus grandes avenidas durante todo el día. Por el verde de los árboles y los múltiples parques debido a su clima húmedo y lluvioso (estamos bien al sur, cerca de la frontera con Vietnam), pero sobre todo por ser una fotografía casi perfecta de la veloz transformación que ha registrado este país en las últimas dos décadas.
Se hace evidente, desde el primer día en que uno pisa Nanning, la feroz metamorfosis, el salto, el piquero a la occidentalización, el cambio de ruta -con todo lo bueno y malo que esto implica- que han decido tomar los chinos. Junto, claro está, con los grandes recursos económicos representados en los cientos de edificios recién inaugurados o que siguen construyéndose, en los múltiples puentes y carreteras nuevas y en los enormes mall llenos de tiendas de marcas internacionales como Gucci, Ferragamo, Prada, HyM, Gap, Starbuck o Mc Donalds, por nombrar sólo algunas.
Un escenario muy distinto a esa China milenaria que todos, seguramente, seguimos teniendo en la cabeza. Desde luego, en comparación con otras décadas (me tocó estar por acá en los noventa durante unas largas vacaciones) hay mucha más gente que habla inglés en hoteles y tiendas y encontrar comida occidental (restaurantes italianos, franceses o de hamburguesas) o cadenas japonesas de sushi dejó de ser una utopía. Más bien es lo habitual. Lo difícil ahora es encontrar barrios antiguos, pagodas o mercados de especias y alimentos "raros". Eso sí que cuesta.
La copa Wanda
En ese escenario, la delegación de Chile ha llegado a competir en esta flamante (por lo nueva) China Cup. Un torneo con equipos de proyección que pretende, a su vez, proyectarse en el futuro al calendario oficial de la FIFA. Y vaya que hacen esfuerzos los organizadores, el multimillonario grupo Wanda. Campos de entrenamiento perfectos, hoteles suntuosos y un aeropuerto y un estadio impresionantes han recibido a los países invitados. Estamos en el nuevo "dorado" del fútbol mundial y se nota. No sólo por el peso de la Superliga local y sus sueldos millonarios que han traído por acá, entre otros, a Pellegrini, al Apache Tévez o al técnico de la selección local, el italiano Marcelo Lippi, campeón del mundo el 2006. También por lo que implica el Guangxi Sport Center, el escenario de los partidos. Un recinto con capacidad para 60 mil personas sentadas que no tiene nada que envidiarle a los mejores de Europa…pese a que no hay ningún equipo profesional de fútbol en esta ciudad y a que, por lo tanto, su cancha no se había usado casi nunca a seis años de haber sido inaugurada.
¿Sirve venir a este tipo de torneos? Por supuesto. Es una apuesta segura. Para la federación es pura ganancia en términos de ingresar a un mercado tan bullante como el asiático, pero también es útil para el cuerpo técnico (permite sacar conclusiones a futuro y trabajar en terreno con algunos que actualmente son parte del grupo de elite) y para los jugadores, que decidieron estar acá con muy buen ojo. Y no sólo porque está plagado de veedores que les pueden dar el pasaje definitivo al extranjero (primer paso para llegar como titulares algún día a la Selección) sino también porque viajar, salir del angosto Chile, es la única manera de ir progresando, de adjuntar cultura, de ganar personalidad y experiencia. ¿O usted habría encontrado mejor que se quedaran en Pinto Durán y jugaran a mitad de semana con un equipo adulto de regiones o con la Sub20 de Magallanes o Palestino, como se hacía antes? No pues. Estamos en el 2017. Y el mundo real está afuera ¿Quieren reemplazar algún día a la generación dorada? Hay que partir por esto. Aparte que sumar victorias y copas, sean cuales sean, siempre sirve.
A propósito: ¿debiera ganarle mañana Chile a Islandia? Debiera. Aunque los europeos vienen de vivir su mejor año y hacer una notable Eurocopa (llegaron entre los ocho mejores, eliminando entre otros a Inglaterra con al menos cuatro de los 11 jugadores que mañana estarán en cancha) el equipo nacional tiene más fútbol y una vocación de protagonismo que, por suerte, ya cruza formaciones y planteles. ¿Hay cartas de recambio? Desde luego, aunque todavía no es el momento. Pero Díaz, Maripán, Valencia o Pavez, por dar algunos ejemplos, ya son apellidos para ir tomando en cuenta en futuras nóminas. Lo mismo que el retornado Carmona. Mostraron despliegue, buen pie (requisito fundamental hoy por hoy) y personalidad suficiente.
El resumen de la experiencia debiera ser bueno, como lo fue cuando Bielsa, peleando contra todos, insistió en ir a Toulón en años seguidos. Todo viaje suma, ayuda, construye.
La enfermedad de moda
Lo que no sirve mucho, eso sí, es percatarse del peso de las malas costumbres: estando en China, al otro lado del mundo, a exactos 19 mil kilómetros de casa, resulta ridículo que, por doctrina, no haya entrevistas ni contacto alguno con los poquitos periodistas que siguen al equipo. Nada. Al punto de que los jugadores -con las mínimas excepciones de Fuenzalida, Toselli y Galdames- mal enseñados o mal acostumbrados, lea bien porque parece mentira, no dicen ni hola, ni buenos días, ni nada al cruzarse en los entrenamientos o el hotel con sus compatriotas. Ok. Da lo mismo, seguramente. Pero es una señal de que nos estamos acostumbrado progresivamente a la tontera, perdiendo la capacidad de asombro hasta límites enfermizos. Estamos en China, solos acá…y no hay contacto alguno pese a que todos están lo mismo, trabajando con la Selección. Resulta pasado de moda, estrafalario, caricaturesco, que nadie quiera cruzar palabra. Y lo que es peor, avalado por quienes debieran apostar por el buen trato. O, aunque sea, por los negocios, por la utilidad comercial, si esa es la única cultura de la que entienden.
Se agradece en todo caso al doctor Radice, a Gaspar Goycoolea, al utilero Wilson Vásquez, al fotógrafo Carlos Parra y a la encargada de prensa Maria José Vasconcelos por entablar conversaciones normales y educadas en el estadio o antes y después de los entrenamientos. ¿El resto, todo el resto? Pegados a sus audífonos o mirando hacia abajo, despreciando al 'enemigo' que para ellos ya no está afuera sino adentro. Digno de un estudio sociológico. Sobra decir, usted ya se lo habrá imaginado, que los jugadores islandeses, croatas y chinos, sin tener nada que ganar, sí dan entrevistas o aceptan conversar con la prensa extranjera donde sea. Pensarán que les sirve. Les resultará interesante. O habrán tenido padres y directivos que los educaron distinto y saben de qué se trata este juego. Vaya uno a saber.