Histórico

Pragmatismo político

<font face="tahoma" size="3"><span style="font-size: 12px;">Los ejemplos de pragmatismo abundan y son, efectivamente, a menudo exitosos. Aunque, cuidado, también los hay que son fatales.</span></font>

IGNORO SI Sebastián Piñera fue alumno de John Kenneth Galbraith cuando estuvo en Harvard, pero pareciera coincidir con el economista cuando éste afirma: "Reacciono pragmáticamente. Cuando el mercado funciona, estoy por eso. Cuando el gobierno es necesario, estoy por eso. Soy profundamente sospechoso de quienes dicen estoy a favor de la privatización o apoyo fuertemente la propiedad pública. Suscribo todo aquello que funciona en el caso particular".

El pragmatismo es una corriente de pensamiento y actuar político de vieja data en Norteamérica, inspirado en el éxito mismo de esa parte del mundo. Si no hubiese sido por el voluntarismo, la audacia oportunista y cierto espíritu individual y práctico, no se habría llegado a hacer todo lo que se ha logrado en tan corto tiempo y con tan inusitados réditos. Esa, su principal defensa y justificación.

Para los pragmáticos no hay más que apuestas. Buenas o malas, se someten al criterio último de que si funcionan, bien entonces. Y, si no, ¿qué pasa? Bueno, en ese caso, no cabe más alternativa que volver a apostar hasta que de nuevo se acierta. El pragmatismo, obviamente, supone una psicología especial. Tenaz, autoafirmativa, a la vez que guiada por un supuesto realismo que va midiendo las oportunidades y circunstancias según el caso, para así llevar a cabo sus fines. Principios: ninguno o muy pocos. Doctrinas: menos. El pragmatismo es la brújula de quienes sienten que cuando llegan al poder, su desempeño se mide no por razones, sino por efectividad sorpresiva, acomodos o por cierta necesidad imperiosa en querer afianzar y expandir bases de apoyo siempre precarias.

Lo notable del proceder pragmático es que a menudo, gústenos o no, se impone y triunfa. Por eso, el cinismo maquiavélico, por muy reprochable que nos parezca, sigue teniendo acogida en círculos de poder. Los ejemplos abundan. París bien vale una misa. Domingo Santa María rechazando el llamado a separar Iglesia y Estado, porque era preferible mantener a la Iglesia "cortita", tironeada, gracias a la correa del regalismo estatal. Arturo Alessandri virando desde la izquierda a la derecha, con o sin militares, varias veces. Ibáñez derogando la Ley de Defensa de la Democracia. Nixon y Kissinger anotando su principal gol de gobierno, abriéndose a la posibilidad de negociar con China, y eso que ambos hasta  entonces eran anticomunistas furibundos. La dictadura militar manteniendo los dos logros de sus antecesores: la reforma agraria y la nacionalización del cobre. Jaime Guzmán abandonando su anterior corporativismo y abrazando el neoliberalismo. La Concertación aceptando el modelo económico y el legado constitucional de la dictadura; o bien, trayendo de vuelta a Pinochet de Europa y no condenándolo con sentencia ejecutoriada. En fin, prefiriendo entenderse consensualmente que a patadas con la entonces oposición.

Los ejemplos de pragmatismo abundan y son, efectivamente, a menudo exitosos. Aunque, cuidado, también los hay que son fatales. El caso más patente y olvidado entre nosotros: cuando la derecha apuesta a favor de Eduardo Frei en 1964 y comete el haraquiri más humillante de su historia. También, el populismo, versión latinoamericana, en que el zigzagueo casuístico gana adeptos, pero suele dispararse a los pies.

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

¿Vas a seguir leyendo a medias?

Todo el contenido, sin restriccionesNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE