En medio de la polémica desatada por las presuntas adopciones irregulares en las décadas de los 70 y 80 que involucran al sacerdote Gerardo Joannon, además de otro caso sobre la desaparición de una pareja de gemelos en julio de 1984, en el Hospital Barros Luco, la presidenta del Colegio de Matronas de Chile, Anita Román, reveló a La Tercera nuevos antecedentes sobre situaciones irregulares ocurridas en la maternidad del Hospital del Salvador en 1984 y 1985, fecha en que ella trabajó en ese establecimiento.
De acuerdo a la dirigenta -quien trabaja como matrona desde hace más de 30 años-, en esos años fue testigo de situaciones que le hacían entender que había una agrupación que realizaba tráfico de recién nacidos a cambio de dinero.
"Me acuerdo de haber vivenciado situaciones que daban cuenta de la existencia de un grupo invisible, pero que estaba siempre al acecho de las maternidades frente a la compra de guaguas. En Chile, en los años 80 había contrabando de recién nacidos. Nunca lo pudimos pesquisar, pero había", dijo.
Según sostuvo, en los años 80 no existía regulación de la situación de los niños que eran abandonados. Además, manifestó que había madres que eran captadas en las poblaciones de bajos recursos para vender a sus hijos.
"Esto pasaba sobre todo con mujeres que venían de situaciones muy irregulares y de precariedad social, quienes eran presa fácil, vía cambio económico, para entregar a sus hijos", señaló la presidenta del Colegio de Matronas.
Incluso, Román explicó que vio situaciones similares con madres que provenían de Argentina. "Había mujeres que venían de Argentina a regalar a sus hijos y había una pugna dentro del mismo hospital de cuántas personas querían ese hijo, que no eran pocas. Nosotros (los funcionarios) veíamos a la madre que decía: 'Hay dos o tres personas que me lo quieren comprar, ¿qué hago?'", señaló.
Aclaró que, pese a escuchar el testimonio de esta paciente, no pudo saber quiénes integraban ese grupo. "Nunca veías quiénes eran, era una cosa como muy subliminal. Al final, muchas de estas madres se iban con sus hijos, y por el patio de la maternidad pasaban con ellos y salían por la puerta sin los menores", indicó.
Además de este caso, Román relató otro que recuerda con particular detalle. "Una noche en que estaba de turno, llegó un padre junto a su señora a pedir explicaciones de por qué se había muerto su hijo. La matrona de la sala donde había estado esta señora (hospitalizada) le dijo: 'Señora, perdóneme, pero yo ayer la di de alta y usted salió de mi sala con su guagua en los brazos'. Ahí la mujer se largó a llorar, porque su marido no sabía que ella había vendido su guagua. Nunca supimos dónde la entregó y a la mujer la detuvieron", explicó.
Respecto del modus operandi, contó que las mujeres, al momento de hospitalizarse, entregaban una identidad falsa, que correspondía al nombre de la madre que recibiría al menor y decían haber extraviado su carné. Indicó que el registro con huella digital no era obligatorio en ese tiempo. Finalmente, la nueva madre se presentaba en el hospital a inscribir al recién nacido. "Seguramente, (las madres biológicas) entraban con el nombre de la mujer que iba a ser la madre legal de esa guagua", dijo.
Para la profesional, quien hoy trabaja como matrona en el Hospital Luis Tisné, a diferencia de lo que pasa en la actualidad, donde hay un Registro Civil en línea, en ese período no había cómo regular esas situaciones, porque todo se registraba de forma manuscrita. "Yo tenía que creer que la mujer que estaba delante era la persona que decía ser", señaló.
"Antes era tan poco regulado el tema, que el requisito máximo que existía era cuando los niños entraban a la etapa escolar y los colegios pedían certificado de nacimiento, y no puede haber uno si no hay comprobante de parto, y ahí es cuando iban las abuelas, las mamás que habían adoptado al niño y decían que se les había roto o que estaba en desuso. Había que buscar en los libros de cinco años atrás y hacerlos de nuevo", agregó.
DENUNCIA
Consultada sobre a quién denunció los hechos, señaló que informó de estas situaciones ocurridas en el centro asistencial a sus superiores. "Sabía que existían (estas situaciones) porque las madres nos lo decían, pero yo nunca los vi (a miembros de este grupo). No tenía a quién denunciar. Lo único que hacía como profesional era informar a mi jefatura directa, que era la matrona jefa de la época, quien falleció, y ella (debía entregar los antecedentes) al jefe del Servicio de Salud Metropolitano Oriente de ese entonces, el doctor Guy Barroilhet", dijo. De acuerdo a Román, por estos hechos se realizaron sumarios y se abrieron causas criminales. Sin embargo, nunca se enteró de en qué terminaron. "Nosotros no nos preocupábamos más allá, salvo decir: 'Está ocurriendo esto'", manifestó.
Al preguntarle por estos casos a Barroilhet, el médico dijo que "llegué a trabajar allí en 1986 y, que yo sepa, nunca pasó nada de eso. Si hubiera algo, me acordaría".