El presidente de Yemen, Alí Abdalá Salé, fue trasladado este sábado en una aeronave con destino a Arabia Saudita para recibir atención por las heridas que sufrió durante un ataque con cohetes contra su palacio.

La abrupta salida de Salé amenaza con profundizar la crisis en su empobrecida nación sacudida por meses de protestas contra su régimen de 33 años. Su viaje ocurre después de presiones intensas para que renuncie por parte de naciones vecinas y de Washington, su aliado durante muchos años.

Además, Salé enfrenta una fuerte oposición por parte de segmentos grandes de la población y una alianza tribal poderosa que tomó las armas después de que las protestas pacíficas no lograron persuadirlo de renunciar.

La estatal Agencia de Prensa Saudita reportó que el gobierno de ese país deseó una pronta recuperación al líder yemení y pidió a todas las partes refrenarse, señalando que Yemen "está en riesgo de caer en más violencia y combates". El líder ha aceptado en varias ocasiones transferir el poder, pero sólo para retractarse en el último momento.

Washington expresó temores de que el caos en Yemen socave la campaña respaldada por Estados Unidos contra la rama de Al Qaeda en el país. Salé ha sido un aliado crucial de Estados Unidos en el combate antiterrorista, pero Washington está ahora tratando de negociar una salida estable para él.

El malestar actual ha costado al gobierno el control de algunas provincias remotas, y Al Qaeda y otros grupos extremistas islámicos han aprovechado la agitación para fortalecer su posición en el país.

La constitución de Yemen señala que el vicepresidente debe encargarse del gobierno en ausencia del presidente.