Zoe. Así se llama una de las 30 vacas en las que se probó Carmat, un dispositivo cardíaco en el que científicos franceses llevaban más de 20 años trabajando. Se trata de un corazón artificial que incorpora válvulas fabricadas a partir de tejido animal. Hace unos días, en Francia, este corazón biomecánico y bioartificial fue trasplantado por primera vez a un paciente humano, un hombre de 70 años que hasta el momento ha evolucionado satisfactoriamente.

Su creador, Alain Carpentier, es un reconocido cirujano de 80 años, inventor de las válvulas cardíacas que llevan su nombre (Carpentier-Edwards). Están son fabricadas a partir de válvulas de corazón animal (generalmente bovino) que tras pasar varios procesos químicos quedan aptas para implantarlas en humanos.

En los últimos 20 años, Carpentier y un grupo de científicos trabajaron hasta conseguir Carmat, un corazón artificial que junto con expulsar la sangre desde sus cavidades, controla la velocidad de la contracción, permitiendo que la cantidad de sangre expulsada se adecue a la actividad física del paciente: si está durmiendo, se hace más lenta y con menor presión y si está trotando, se vuelve más rápida.

Las conexiones de este dispositivo y sus válvulas están hechas de un material similar a las válvulas que creó Carpentier, lo que asegura un menor riesgo de hemorragia.

El jefe de la UCI cardiovascular del Hospital Gustavo Fricke y presidente de la Fundación Kaplan, Oneglio Pedemonte, explica que los corazones artificiales aumentan el riesgo de formación de coágulos, por el contacto de la sangre con el metal, lo que se evita administrando anticoagulantes, lo que sin embargo, aumenta la posibilidad de una hemorragia. Un trasplante de corazón biomecánico como el hecho en Francia, al poseer material biológico, no necesita medicamento.

Pedemonte ha estado a cargo de los tres trasplantes de corazón artificial que se han realizado en Chile, y la semana pasada estuvo en París, en el Hospital Georges Pompidou donde se realizó el trasplante.

Destaca que el nuevo aparato "está cubierto de un tejido, como plástico, pero que en realidad es un tejido de animal tratado que actúa como prótesis, para hacerlo más compatible aún", dice.

A su juicio, los dispositivos médicos van en esa línea y buscan "ser lo más biocompatibles posible".

De hecho, el grupo de científicos alemanes que crearon los corazones artificiales que se trasplantaron en Chile también están probando en laboratorio alguna forma de celularizarlos (añadirles células) para evitar que el tejido humano tenga contacto con el metal. Incluso, podrían ser células del propio paciente que se cultiven sobre una malla que recubra válvulas y el propio aparato mecánico. Si esto resulta, y ante la escasez de órganos, puede convertirse en algunos años en una posibilidad de trasplante.

Fernando Pineda, cardiólogo de la Clínica Las Condes, dice que en este equipo se utilizó la experiencia de los tejidos biológicos que poseen una capacidad más baja de producir coágulos, aunque antes de pensar en si son una solución para la baja cantidad de donantes, es necesario evaluar la experiencia de muchos casos con este tipo de corazones.

Sin embargo, Pedemonte dice que el nuevo corazón tiene algunas desventajas. El tamaño es una: como pesa 900 gramos (600 más que un corazón humano) debe ser implantado en personas con una caja torácica grande, dejando fuera a niños, jóvenes y mujeres de contextura fina.

A eso se suma el uso de baterías internas y externas.

OTROS DISPOSITIVOS
En la búsqueda de hacer órganos artificiales más biocompatibles, científicos han creado implantes de rodillas con biomateriales de calcio para recubrir las prótesis y así alargar su vida útil con una mejor adaptación el hueso.

Los implantes que van dentro de la córnea del ojo (tipo lente) también se bañan con un polímero biocompatible para disminuir posibilidades de rechazo.