Primus era de esas bandas en los 90 que reivindicaban algunas prácticas que en el rock independiente al cual pertenecían, a veces se miraban con recelo. Eran absurdamente virtuosos, un punto de intersección entre King Crimson, Frank Zappa y Rush con dosis de metal y funk. Álbumes como Frizzle fry (1990), Sailing the seas of cheese (1991), Pork soda (1993) y Tales from the punchbowl (1995) fueron parte de un culto en Chile -compartían seguidores con Faith no more-, que germinó en nuevos grupos hasta hoy relevantes. Había Primus en Chancho en piedra, La Floripondio y Sinergia. El nuevo milenio no sentó bien en el trío. Entre los cambios de baterista y los proyectos paralelos del líder Les Claypool, perdieron frescura y energía mientras las entregas discográficas se tornaban prescindibles. Cuando el batero Tim "Herb" Alexander retomó el puesto en 2003 Primus recuperó su mejor alineación, pero desde un principio quedó en claro que la energía y la frescura no eran la mismas de sus mejores años creativos. Las divagaciones instrumentales y las extensas intros ofrecieron un cariz más pausado, a ratos abúlico, en evidencia en las dos visitas previas a la capital, experiencias más bien deslucidas.

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Anoche en el teatro municipal de Santiago, en el debut de una residencia que se extiende hasta mañana y que el domingo remata en el teatro Cariola para recrear íntegro Frizzle fry, estuvieron presentes esos dos Primus, el de ayer, con temas arrolladores de sus títulos clásicos, y también el ensamble que luce más viejo y maneja otros tiempos. De hecho, aquello es literal. Las canciones están interpretadas ligeramente más lentas. Es cuestión de gustos si se prefiere el ímpetu inicial o este costado inclinado hacia la psicodelia, incluso el jazz. Lo que entre medio resalta es lo mismo de hace más de un cuarto de siglo: qué extraordinarios músicos son. Larry LaLonde siempre ha tenido un rol aparentemente menor frente al descomunal virtuosismo de sus compañeros (algo parecido a cuanto ocurre con Alex Lifeson en Rush), pero es simplemente irreemplazable en el sonido de Primus, un verdadero químico elaborando texturas y fraseos entre espasmódicos y matemáticos. Tim Alexander aún toca como si combinar a Neil Peart y Stewart Copeland fuera un asunto sencillo, y Les Claypool es una bestia del bajo. Venerado y resistido (los detractores apuntan la suciedad de su interpretación), Claypool  es un músico que con solo pulsar una cuerda logra ser reconocido, algo que solo los grandes consiguen.

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Con sonido impecable y el apoyo de videos en pantalla gigante que reflejan el humor retorcido del grupo (por algo el tema central de South park les pertenece), Primus escogió algunas de sus mejores canciones divididas en dos sets incluyendo intermedio con episodios clásicos de Popeye. El público del municipal, mayoritariamente hombres maduros, apenas se pudo contener en sus butacas con clásicos como Too many puppies, Pudding time, American life y Groundhog's day, entre varias. Es más, promediando la segunda parte Claypool aleonó a la audiencia para que abandonaran sus asientos. Obedientes, un montón de ex jóvenes de los 90 olvidaron las canas, las poncheras, las arrugas y saltaron con esa música compleja colmada de groove y acrobacias instrumentales en función del tema, para lo que hasta ahora es el mejor show de la banda en Chile. Primus vive de su pasado pero no incomoda. Ya dieron todo lo que podían y no fue poco para quienes buscaban en el rock original complejidad.