Definido por la revista alemana Der Spiegel como el "salvador" de la monarquía española, el príncipe Felipe, de 45 años, ha buscado distanciarse del caso de corrupción que involucra a su hermana, la infanta Cristina, y así algunos ya lo definen como la última carta que le queda a la Casa Real si el rey Juan Carlos, de 76 años, debilitado por problemas físicos y por los escándalos (como la caza de elefantes), da un paso al lado y abdica a favor de su hijo. Las últimas encuestas han sido claras en eso. El príncipe de Asturias no se ha visto salpicado, hasta ahora, por el proceso por presunta malversación que persigue a su cuñado, Iñaki Urdangarin y que también dañó la imagen del rey, pese a que ha sido muy respetado durante décadas por su papel clave en la transición democrática tras el franquismo, después de 1975.
"La monarquía en España, obviamente, está relacionada con el rey Juan Carlos; en la gestión de la casa real en este caso (...), la responsabilidad última a nivel institucional es del rey, no del príncipe, con lo cual no estaría manchado por esta situación", explicó a la agencia France Presse José Miguel de Elías, director de Sigma Dos. Según una encuesta realizada por ese instituto de opinión y publicada a principios de enero por el diario El Mundo, menos de la mitad de los españoles (49,9%) apoya a la corona como institución, por primera vez desde el retorno a la democracia en 1978. Y la popularidad del rey Juan Carlos perdió nueve puntos en 2013, hasta llegar al 41%.
La misma encuesta mostró, sin embargo, que un 66% de españoles tiene al príncipe en "buena" o "muy buena" estima, cinco puntos más que en el año pasado, y un 56% considera que podría mejorar la imagen de la monarquía si se pusiera al frente como rey.
"Básicamente, se considera que es una persona que está muy bien preparada y que en los actos públicos en que aparece da una imagen de profesionalismo y solvencia, y por otro lado no se encuentra implicado en ningún asunto conflictivo y no genera polémicas", consideró De Elías.
El príncipe se habría enfrentado agriamente a Iñaki Urdangarin cuando estalló el escándalo del Instituto Noos. Por esto, Felipe se distanció públicamente de su hermana, al punto que en la pasada Navidad, cuando los reyes pasaban la Nochebuena con sus hijas, las infantas Elena y Cristina, e Iñaki Urdangarin, los príncipes de Asturias no estuvieron presentes.
Sin embargo, el heredero al trono de España -que tras recibir formación militar en España estudió en la Universidad de Georgetown en Washington- sí tuvo un rol activo tras el procesamiento y citación a declarar de su hermana. Según fuentes vinculadas al Palacio de la Zarzuela, citadas por el diario argentino La Nación, fue Felipe quien más insistió en que la infanta desistiera de apelar a la imputación y aceptara declarar "sin dilaciones" ante el juez José Castro. Algo que así hizo.
Los reiterados problemas de salud del rey -quien ha sido operado nueve veces en menos de cuatro años- llevaron también recientemente al heredero a reemplazar a su padre, con lo que logró acrecentar su prestigio. "El príncipe, en comparación con el resto de líderes políticos, es el único que aglutina a todos. Hemos visto en la (fallida) candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos 2020 cómo el pueblo entero estuvo orgulloso de él", afirma Fermín J. Urbiola, autor de varios libros sobre el rey, citado por AFP.
"El rey está frágil, su hija debe declarar ante la justicia, la mitad del pueblo está cansado de la monarquía. Sólo el príncipe heredero puede salvarla", destacó Der Spiegel en un artículo titulado "La hora de Felipe", donde destaca que "sin lugar a dudas está preparado para el trono".
La revista considera a Felipe "algo aburrido" en comparación con el "carismático" Juan Carlos. "Pero tal vez es por eso el rey adecuado para un país cansando de las extravagancias de su padre", afirmó.