Las muestras de alta costura en París comenzaron con menor expectación por las colecciones y comentarios sobrios el lunes, mientras las aflicciones financieras del diseñador Christian Lacroix forzaban al más lujoso escenario de moda a enfrentar la realidad económica.
En las pasarelas los vestidos de lentejuelas evocaban el lujo, pero tras bambalinas el tema eran los pocos fondos estadounidenses y el impacto de la crisis financiera sobre Lacroix, cuya firma de alta costura está bajo la protección de sus acreedores y luchando para encontrar un comprador.
"Las colecciones de la década de 1990, de la década del 2000, que eran todas sobre el espectáculo: eso se acabó", dijo por teléfono el diseñador Stephane Rolland antes de su show con vestidos de pliegues en blancos, grises y negros, y chaquetas entalladas.
"Creo que los diseñadores han entendido que la alta costura debe ser (...) comercial, (con piezas) excepcionales, por supuesto, con un verdadero tacto parisino", expresó Rolland en un vestidor atiborrado de fotógrafos, estilistas y modelos semi desnudas.
Incluso el diseñador británico John Galliano, quien en enero desafió a la crisis económica con opulentos vestidos de seda, exhibió una colección más simple, pero aún pícara, con faldas de tul, corsés y vestidos de encaje con portaligas para Dior.
La alta sociedad estadounidense, magnates asiáticos y la realeza de Oriente Medio han mantenido a un pequeño número de firmas de alta costura y a sus talleres parisinos a flote con la elaboración de vestidos de novia.
Sin embargo, el destino de Lacroix, cuyas exhibiciones solían ser uno de los espectáculos más destacados de la ciudad parece ensomberserse esta temporada.