La empresa Claro Vicuña Valenzuela fue designada, en septiembre pasado, para remodelar el Estadio Ester Roa Rebolledo de Concepción. Antes estuvo la firma española Copasa, la cual alcanzó un pobre 11 por ciento de avance. Ahora se ha llegado a un 70. Un prometedor progreso que exhiben los nuevos encargados. Sin embargo, los días perdidos en las paralizaciones del pasado 13 de marzo, que duró tres días, y la de ayer, vuelven a poner en duda a la capital del Biobío como sede de Copa América.
Este lunes, el reducto penquista apareció "en toma". Un centenar de trabajadores bloqueó los ingresos con fogatas y cadenas. Fuerzas Especiales de Carabineros intervino, cortando los grilletes puestos en los accesos. El enfrentamiento culminó con un detenido.
La disputa de ayer revela el complejo escenario por el que pasa la remodelación del tercer estadio con mayor aforo del país.
Un trato deplorable
Moisés Mardones tiene 51 años y se unió a los trabajos hace cuatro meses. Es el encargado de administrar las herramientas de la bodega. En su mayoría, estos elementos de trabajo pertenecen a los propios obreros y no a la empresa.
El trabajador detalla la forma en que se deben desempeñar a diario. "Las huelgas no han servido mucho, porque la empresa no ha cumplido con nosotros. Ahora hay más problemas que antes, porque no les gustó que paralizáramos, ya que el plazo es corto. Todos los días hay presión", revela Mardones.
Además, explica que "puedo entender que necesiten terminar el estadio, pero esta obra no se adecua a lo que exigen. Las condiciones de seguridad no son buenas. La verdad es que dan pena. Por ejemplo, hay escaleras sin barandas, herramientas en mal estado, peligros por trabajos en altura y los espacios son reducidos, sin áreas bien delimitadas".
"Tenemos que comer en cualquier lado, porque el casino es pequeño. Somos casi 450 trabajadores, pero ahí -con suerte- caben 100. Entonces, con una hora de colación, te las tienes que arreglar en cualquier espacio", añade Mardones, molesto.
Un jornalero gana, aproximadamente, 250 mil pesos. Con horas extras, pueden obtener cerca de 280 mil a fin de mes. Por una hora de sobretiempo, pagan entre 1.300 a 1.500 pesos, dependiendo de la labor de cada uno. Sin embargo, según Mardones, el pago no se ajusta a las cuentas de los obreros. "Llevo cuatro meses trabajando, y siempre hay 'corte de cola'. El mes pasado hice 40 horas y me pagaron 20. En esta obra no se respeta eso y siempre sales, a fin de mes, con menos plata", denunció el obrero.
"Es muy poca plata para todo lo que nos exigen. Tengo una familia que mantener, deudas que pagar, y con eso no alcanza. Tampoco nos pagan la locomoción ni menos la comida", agrega.
El secretario nacional del Sindicato Interempresas de Trabajadores de la Construcción (Sintec), Cristian Vivar, confirma las palabras de Mardones. "Sabemos la importancia de nuestro trabajo, pero nos paralizamos porque ellos (la empresa) no han cumplido con los pagos, con los acuerdos, y nos siguen menospreciando", explica Vivar.
Además, el dirigente sindical se refirió al despido de 90 trabajadores el pasado 12 de marzo, cuatro días antes del acuerdo firmado tras la primera huelga. "Hubo un incumplimiento por parte de la empresa, al despedir a esa gente, con el único fin de no entregar el beneficio económico. Es por eso y otros problemas que tomamos esta medida. No dejaremos que nos pisen", afirma el obrero.
"Acá hay manipulación"
Por parte de la empresa, salió al paso Luis Campos, jefe de la oficina técnica. "No entendemos lo que quieren los trabajadores, porque nosotros sí cumplimos. Un grupo minoritario, de 30 personas, no está dejando trabajar al resto", critica.
En este escenario, Campos cree que, debido a la magnitud de la obra, existe un conjunto de personas con otros intereses. "Nos sorprende esta paralización, porque veníamos trabajando bien. Para cumplir con la fecha, teníamos que seguir por este camino, pero veo exigencias que no estaban acordadas en un principio. Acá hay manipulación de un grupo que quiere sacar provecho de los plazos", declara el ingeniero.
Mardones rebate estas palabras, aclarando que "hay harta amenaza por parte de los jefes. Las huelgas han perdido apoyo por temor a perder la pega, y la mayoría de los compañeros tiene miedo".
El escenario toma aires conflictivos y, desde ambas partes, no hay certeza de cómo terminará la historia. La ilusión de una región por albergar el torneo continental, que comienza el 11 de junio, está en juego.
Campos advierte que "un día de atraso, en una obra de esta envergadura, pone en riesgo la Copa América". Por otro lado, Mardones defiende que "los trabajadores también tenemos dignidad. Me pueden cortar de la empresa, pero no dejaré que me corten los brazos".