El interés por recuperar las interpretaciones originales ha sido una moda que ya data desde mediados del siglo XX. Primero, con instrumentos originales y luego, en lo vocal, con la aparición de voces emulando a los castrati por medio de una acabada técnica.
Tierra de estos antaños personajes que ha sido hoy ocupada mayormente por los contratenores. Y entre los grandes nombres desde hace unos años ya se encuentran los de Andreas Scholl y de Bejun Mehta, y de hoy, sobre todo los del argentino Franco Fagioli, el croata Max Emanuel Cenčić y el del francés Philippe Jaroussky, que se han convertido en sinónimos de excelencia.
Este último, justamente, visitó nuestro país para ofrecer el pasado viernes un único recital en el Municipal de Santiago con un programa dedicado exclusivamente a Haendel, en el que el cantante galo pudo lucir floridas melodías que el compositor escribió para estas voces, pero también sus pasajes más emotivos.
El contratenor no es una voz a la que el público en general esté acostumbrado. Sin embargo, como ha reconocido el propio Jaroussky, no deja a nadie indiferente. Y menos con él, porque cuando se trata de este intérprete, es difícil no conmoverse. Y claramente quienes asistieron al Municipal lo dejaron claro, porque el resultado fue, como en los mejores tiempos de esta sala, una audiencia enardecida y que ya, desde antes de comenzar, lo vitoreaba.
Con un repertorio haendeliano poco o nada conocido –recitativos y arias de las óperas Radamisto; Flavio; Siroe, rey de Persia; Imeneo; Giustino, y Tolomeo-, Jaroussky acometió el programa con sensibilidad, pureza angelical y buen gusto. De diáfano registro, el intérprete exhibió gran musicalidad, proyección vocal y expresión dramática, con piezas sublimes en las que desplegó antes que nada emoción y profundos sentimientos, y mostró una buena técnica para los pasajes de coloratura que hicieron vibrar a la sala.
A su lado, el grupo Le Concert de la Loge fue una compañía certera, de sonido impecable, de gran sentido estilístico, homogéneo y sin artilugios innecesarios y que lució en el Concerto grosso en Sol Mayor Op. 6 Nº 1 y en la Música del agua Suite Nº 1 en Fa Mayor HWX 348.
Ante tal prodigio de exquisita música y canto, eran más que necesarios los encores, donde Jaroussky incluyó arias más conocidas de Haendel: un inolvidable y punzante Lascia ch'io pianga de la ópera Rinaldo, y dos de Serse -aunque de distintos personajes-, Sì, la voglio e l'otteró (del protagonista) y un sentido Ombra mai fu (de Arsamene), para terminar de convertir la elegancia barroca en una experiencia de vida.