Profesores: tasa de depresión y ansiedad triplica el promedio nacional
Estudio de la U. de Chile revela que las razones van desde los bajos sueldos a la sensación de fracaso.
María Angélica estudió Pedagogía y siempre hizo clases de lenguaje en enseñanza media. Sin embargo, luego de 15 años de trabajo, comenzó a presentar bajas de ánimo, desconcentración, mal humor e, incluso, pérdida de memoria. El médico fue enfático: usted tiene depresión y debe internarse. Ha pasado más de un año desde entonces y la profesional tomó la decisión radical de dejar la docencia.
La situación vivida por esta profesora de un colegio municipal de Los Andes no es aislada. Así lo descubrió una investigación realizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y el Observatorio Chileno de Políticas Educativas (Opech) y financiada por el Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Educación (Fonide).
Si bien los resultados del trabajo son preliminares, revelan una realidad poco investigada en nuestro país y en el continente, como es la salud mental de los docentes.
Según la investigación, un tercio de los profesores tiene depresión, lo que supera ampliamente las tasas de otras profesiones, en las que el 22,8% de los trabajadores suele presentar la enfermedad. Con los trastornos de ansiedad ocurre lo mismo, pues los profesores superan en 10 puntos porcentuales a los profesionales de otras áreas (32% versus 25,7%). Si se comparan estas cifras con los promedios nacionales la situación empeora: la incidencia de estos trastornos en los profesores triplica la del promedio nacional, que alcanza al 11%. El trabajo se realizó en 40 establecimientos municipales y particulares subvencionados de la provincia de Santiago.
Otros estudios, como uno realizado por la Unesco en 2005, agregan que el 63% de los profesores chilenos muestra agotamiento emocional alto o medio (en México, en cambio, el 69% presenta bajos síntomas de este tipo). Y un tercer trabajo, de la Universidad Católica, reflejó que casi la mitad de los docentes ha presentado alguna vez enfermedades msculo-esqueléticas y que el 46,9% ha padecido de patologías cardiovasculares.
CÍRCULO VICIOSO
Las altas cifras de depresión se explican no sólo por los pocos materiales, déficit de infraestructura y bajos sueldos, sino, sobre todo, por una sensación de fracaso, por la poca autonomía al hacer las clases, la pérdida de sentido de la profesión y las extensas jornadas laborales.
Es un círculo vicioso, dicen los expertos. Porque el profesor deprimido o con trastornos ansiosos tiene menos paciencia con los alumnos y está desmotivado de las labores diarias. "Un profesor deprimido perdió el sentido de su labor y pierde el contacto con sus alumnos", dice Rodrigo Cornejo, investigador de la U. de Chile, a cargo del estudio. Por lo mismo, los estudiantes se interesan menos por las materias y es más factible que fracasen que agrava la sensación de desmotivación de los docentes.
El problema es que, según diversas investigaciones internacionales, el maestro juega un rol preponderante en el aula. Y no sólo su calidad, también el estado anímico en el que se encuentra. Según el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Serce) de la Unesco, el clima escolar es uno de los factores que más incide en el rendimiento y entre las variables de ésta, el rol de los profesores es uno de sus pilares. "El ambiente en la sala cambia inmediatamente cuando los profesores presentan cuadros depresivos", dice Cornejo.
Añade que la situación es compleja porque no basta con realizar talleres de prevención y conocimiento de la enfermedad. Según la investigación, a pesar que un diez por ciento de los profesores de colegios subvencionados y veinte por ciento de municipales ha participado en talleres, la situación no cambia.
Los investigadores Iône Vasques-Menezes y Wanderley Codo, del Laboratorio de Psicología del Trabajo de la Universidad de Brasilia, añaden que, por ello, es necesario intervenir en las condiciones laborales. "Los profesores terminan sintiendo frustración al hacer clases, no se sienten apoyados por la sociedad porque muchas veces son criticados e, incluso, a veces terminan inhabilitados para hacer clases", señala Iône Vasques-Menezes. Por ello, sostiene que "es necesario recuperar el sentido colectivo sobre el trabajo docente".
MUCHAS CLASES, POCA PLANIFICACIÓN
Dos aspectos importantes en este fenómeno de largas jornadas laborales lo constituyen el elevado porcentaje de horas de trabajo lectivo directo de aula en la jornada laboral y el número de estudiantes por sala de clases.
Las horas no lectivas, es decir, aquellas que permiten organizar las clases, revisar y corregir las evaluaciones, junto con recibir a los apoderados, en Chile sólo corresponden a un 25 % de la jornada laboral de los docentes. Ello afecta directamente en la calidad de las clases y en el nivel de estrés de los profesores. "Lo que termina pasando es que los profesores se llevan el trabajo para la casa y corrigen los trabajos en el hogar y no logran planificar bien las clases", cuenta Rodrigo Cornejo, sociólogo e investigador de la Universidad de Chile.
En los países de la OCDE, en promedio, se destina un tercio de las horas al trabajo fuera del aula, lo que en el caso de nuestro país sólo es equiparado por los colegios particulares.
Por otro lado, Chile también es uno de los países con mayor número de alumnos por aula: más de 30, mientras que, en promedio, los países de la OCDE sólo tienen 20. El país también tiene uno de los récords más altos en el número de alumnos por profesor -más de 25 niños por maestro en la educación básica-. La consecuencia directa, para los docentes: un fuerte desgaste emocional que obstaculiza el proceso educativo, sobre todo para los sectores más pobres.
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