El próximo 16 de enero el Papa Francisco llegará al Santuario de San Alberto Hurtado, en Estación Central. La visita incluirá una reunión en el memorial del Padre Hurtado con sacerdotes jesuitas, y otra con 400 personas "rostros de la pobreza" en Chile. Ayer, y en el marco del lanzamiento de la campaña de Navidad de la Compañía de Jesús, el sacerdote Cristián del Campo, provincial de esta congregación en Chile, conversó con La Tercera y se refirió a las expectativas en torno a la instancia.

¿Cómo se están preparando para la visita?

Estamos con harta expectación. No sé si alguna vez vayamos a tener un invitado así de importante y que nos haya honrado con una visita es algo muy especial.

¿Por qué cree que el Papa eligió el Santuario?

El Papa Francisco admira profundamente al Padre Hurtado. Entonces, creo que para él estar en la tumba y luego estar con todos estos rostros de pobreza, que de alguna manera fueron quienes le mostraron al Padre Hurtado el rostro de Cristo, será un momento muy significativo.

¿Hay similitudes entre el Pontífice y el Padre Hurtado?

Sí, los dos son jesuitas, los dos latinoamericanos, los dos han sido muy curas, pero a la vez muy sensibles a lo social, muy metidos en el mundo. Claro que también tienen sus diferencias. El Papa es una figura que está al centro de la Iglesia, en cambio el Padre Hurtado, a pesar de que tuvo cargos importantes, fue una persona que se movió por distintos apostolados. Sin embargo, ambos comparten una sensibilidad muy grande con los más pobres de nuestra época.

¿En que se diferencia la pobreza que encontró el Papa Juan Pablo II con la que encontrará el Papa Francisco en su visita?

En 1987 el país tenía un nivel mucho más alto de pobreza dura, la que además vivía la opresión de un régimen de dictadura. Gracias a Dios, esas dos cosas en Chile han cambiado. Pero hoy, hay rostros de pobreza que son distintos, quizás un poco más sutiles, pero no menos fuertes. Por algo el Papa viaja a Temuco e Iquique. La Araucanía no sólo es la región más pobre, sino que donde se concentra la mayor cantidad de pueblos mapuches e indígenas, y el norte no sólo es el mundo de la religiosidad popular, sino que concentra mucha migración, que es un nuevo rostro de pobreza en el país. El Papa, con su discurso, nos va a ayudar a identificar cuáles son esos nuevos rostros de los necesitados.

Más allá de su mensaje espiritual, ¿cuál cree que será el significado de la visita para la propia Iglesia?

Espero que el Papa nos interpele. Que nos hable pan pan, vino vino. Qué es lo que él ve, qué nos quiere decir y qué nos quiere invitar a cambiar como Iglesia. Y ojalá que nosotros seamos capaces de escuchar con humildad. Escuchar a alguien que viene de afuera, con el poder y la autoridad que tiene el Papa, puede ser muy remecedor, sacarnos de nuestras comodidades y de nuestra autocomplacencia.

¿Cree que viene a ordenar algunas cosas en la Iglesia chilena?

El Papa ha tenido una cosa muy linda. Por un lado, se toma muy en serio el ser el obispo de Roma, algo así como el hermano mayor de todos los obispos. En ese sentido, no se ha quedado callado cuando hay cosas que no le parecen bien, y nos habla a los curas y a los obispos, tal como decía, pan pan y vino vino. Pero al mismo tiempo, respeta mucho lo que los obispos acá en Chile hacen, porque son los que están mandatados y a quienes se les ha confiado esta misión.

¿En qué aspectos cree que el Papa podría dar lineamientos o aconsejar a la Iglesia Chilena?

Podría decir muchas cosas, pero algo en lo que él ha sido muy insistente, es lo del clericalismo. El Papa quiere pastores con olor a oveja. Quiere una Iglesia más metida en la realidad y es algo que nos ha dicho a los curas, a los obispos, a los cardenales. Menos príncipes, menos palacios y más barrio. La idea de pastores con olor a oveja es fundamental para que recuperemos la credibilidad que hemos perdido. La credibilidad no va a regresar porque cambiemos un discurso, va a volver cuando la gente vea que hacemos lo que decimos.