Durante más de 10 años, ingenieros en recursos naturales, ingenieros civiles, agrónomos, cartógrafos y otros especialistas agrícolas y climáticos estuvieron trabajando para proyectar cómo afectará a Chile el cambio climático en los próximos 35 años y servir como marco de referencia de la industria agrícola del país. ¿El resultado? El Atlas Agroclimático de Chile, un material inédito -por el nivel de detalles- elaborado por el Centro de Agricultura y Medio Ambiente (Agrimed) de la U. de Chile y apoyado por el Ministerio de Agricultura a través de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), que entrega información a agricultores y productores, inversionistas, investigadores y diseñadores de política pública, para que sepan cuáles son los escenarios de cambio climático que se proyectan a futuro y, de esta forma, puedan tomar buenas decisiones.
Fernando Santibáñez, director del Centro Agrimed y quien lideró este trabajo, explica que el atlas contiene mapas, fichas y gráficos que muestran los climas actuales y las modificaciones que podrían experimentar en las próximas décadas (hace una proyección hasta fin de siglo), un trabajo que define como "complejo" y en el que se utilizó información satelital.
También posee una sección de evaluación de riesgos y eventos climáticos extremos, que permite prever las consecuencias que ocurrirán sobre recursos hídricos, ecosistemas, productividad agrícola y potenciales de producción agropecuaria en el país.
"Este atlas se hizo con modelación completa del clima chileno sobre la base de información que proveen los modelos mundiales de la atmósfera y que se adaptan a la situación del territorio chileno. Posee un nivel de detalle único, que antes no teníamos. Podemos distinguir pequeños matices del clima según el relieve, montaña, valles cerros, mesetas, entradas de aire marino, que tienden a modelar el clima", indica Santibáñez.
Como base de comparación se promediaron las principales variables climáticas (precipitaciones, temperatura, humedad, vientos, etc.) durante los últimos 30 años (1986-2015), tal como indica la norma internacional para este tipo de estudios, y a partir de este promedio se proyectó para los próximos 35 años cómo se espera sean las temperaturas máximas y mínimas, precipitaciones, aridez, humedad relativa, radiación, período seco, déficit hídrico, entre otros, todos elementos que pueden afectar la agricultura.
"En Chile, por el tremendo efecto regulador del Océano Pacífico, los cambios climáticos son menos dramáticos. Podemos ganar en competitividad. El cambio climático nos puede traer problemas pero menos que en otras zonas del mundo. Además, las variaciones serán más lentas y nos dará tiempo para tomar medidas. Puede ser una oportunidad", señala el director de Agrimed.
Temperatura al alza
De acuerdo con el análisis, uno de los principales impactos del cambio climático será en las temperaturas. "La mayor alza sería en la zona centro-norte, desde la Región de Atacama a la de Valparaíso. Se prevé que suba alrededor de dos grado, lo que aumentará la frecuencia de temperaturas extremadamente altas, del orden de los 36, 37 y hasta 40°, que se volverán más frecuentes", dice.
En regiones más al sur, la temperatura subirá cerca de un grado y medio. Al sur de La Araucanía, el alza puede ser incluso favorable para la plantación y cultivos de viñas, nogales o cerezos.
Respecto de las precipitaciones, Santibáñez señala que, en general, disminuyen en todo el país, pero donde más afectará será en la zona costera que va desde Caldera a Valdivia, donde puede disminuir hasta en 30%, generando problemas para la agricultura de secano (zonas que solo se riegan con lluvias). "El lado bueno es que si nosotros regamos la costa, con algún sistema, esta situaciones podría ser favorable para el potencial de cultivo de toda la costa".
Para la zona cordillerana es probable que no haya una disminución de las precipitaciones, hasta podría llover más; la diferencia es que al subir la temperatura caerá más agua líquida que nieve. Esto provocará el alza del caudal de los ríos, mayor riesgo de avalanchas, menos agua en el verano para regadío porque no habrá tanta nieve. Ante este panorama, explica Santibáñez, es urgente invertir en manejo y gestión de cuencas, su reforestación, hasta obras hidráulicas que permitan reducir la energía del agua y almacenarla para el verano.
En el extremo sur, en Aysén y Magallanes las precipitaciones podrían aumentar. "Podría ser bueno para la zona que sigue con agricultura de secano. También aumentará el viento, por lo que se podría comenzar a plantar árboles alrededor del terreno cultivable para que en el futuro sirvan como cortavientos, por ejemplo", indica.
Indap es uno de los organismos que está preocupado por estos cambios, razón por la que ya están trabajando en riego, agroecología, energía solar y abriendo nuevas opciones productivas en el sur. "El instituto completo, en todos sus programas, busca facilitar que la pequeña agricultura se adapte a este proceso de cambio climático que es inexorable", dice su director Octavio Sotomayor.