En su última cita antes del receso veraniego de febrero, la mesa directiva del PS adoptó un acuerdo que, preveían, podría volver a abrir viejas heridas en el socialismo chileno.
Los dirigentes habían pactado previamente encargar la confección de un libro para plasmar reflexiones de las máximas figuras de la colectividad a propósito de la celebración de los 80 años de vida partidaria el próximo 19 de abril.
Entre las personalidades convocadas figuran la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, el ex Presidente Ricardo Lagos, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, y el presidente del Senado, Camilo Escalona, entre varios otros.
Para cerrar el listado, el timonel del PS, Osvaldo Andrade, propuso incluir a una figura tan especial como controvertida: el ex secretario general del partido durante el gobierno de Salvador Allende, Carlos Altamirano.
La propuesta contó con la inmediata aprobación de la mesa, que resolvió encargarle la producción del texto al vicepresidente Felipe Barnachea, una de las figuras jóvenes del PS, cercano a Camilo Escalona.
Con premura, el dirigente PS se dio a la tarea de contactar al histórico militante, quien en la actualidad mantiene nulo contacto con la mesa socialista. Pese a ello, el vicepresidente PS consiguió el compromiso de la histórica figura para entregar antes de la primera quincena de marzo una "reflexión libre" sobre los 80 años del Partido Socialista.
Se trata del primer gesto formal a Altamirano que la mesa encabezada por Andrade consigue materializar. Desde que asumió la conducción del PS en 2010, el diputado por Puente Alto había intentado por diversas vías acercarse al histórico dirigente, sin resultados hasta ahora.
Pese a las innumerables invitaciones, el ex hombre fuerte del PS de Allende siempre se excusaba y sólo se dejaba ver en escasas actividades sociales y académicas. En una de sus últimas apariciones en público (ver etiquetas), Altamirano y Andrade coincidieron en el Cementerio General en la despedida definitiva a los restos del ex ministro de Allende, José Tohá. Aunque se saludaron cordialmente, no cruzaron palabras.
En el PS esperan con interés el texto, sobre todo después de los severos juicios que plasmó en sus memorias Conversaciones con Carlos Altamirano, que escribió junto al historiador Gabriel Salazar.
Pensamientos que lo llevaron a alejarse definitivamente tanto de la cúpula socialista, como de la DC y las elites concertacionistas.
En círculos hoy opositores echaron de menos una autocrítica contundente de Altamirano por su rol en el gobierno de Allende y el posterior golpe de Estado, razón por la que una nueva reflexión cobra relevancia, sobre todo considerando que este año se conmemoran 40 años del suceso.
Por el contrario, el ex dirigente abordó de manera irónica su participación -es sindicado como el promotor de la radicalización de la UP-, e incluso apuntó a las figuras de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin como los responsables de la "intransigencia" de la DC para lograr un acuerdo con la Unidad Popular que hubiera evitado el golpe de 1973.
O cuando revisó su vida en el exilio y donde, pese a ser uno de los promotores de la renovación del socialismo, decidió marginarse de la vida política apenas sellado el retorno de la democracia.
Su duros calificativos hacia el PS, que tildó de "partido neoliberal" y sus dardos hacia la Concertación y los ex presidente Ricardo Lagos y Michelle Bachelet sellaron su distanciamiento con el ex timonel socialista, Camilo Escalona. Le dedicó largos pasajes y lo consideró como su "enemigo natural". Altamirano nunca olvidó las palabras del senador cuando acusó a su correligionario, Carlos Ominami, de querer convertirse en el "Altamirano de Bachelet".