En enero de 1993, Juan Luis Martínez terminó el libro en el que venía trabajando por 15 años. Eran más de 300 páginas, hechas a base de citas, imágenes, fotocopias y collages. Casi nada era de su autoría. En uno de los escasos comentarios que hizo sobre el libro, le dijo al filósofo francés Félix Guattari que pretendía "un libro intolerable". Dos meses después de organizar el material en un archivador, murió.
Poeta de culto por opción, Martínez tuvo una breve y fantasmal vida literaria: en 1977 publicó La nueva novela, un libro objeto que cruza poesía, gráfica, juegos lógicos y collage. Al año siguiente puso en circulación La poesía chilena, una enigmática caja negra con los certificados de defunción de Neruda, Mistral, Huidobro y De Rokha. Luego, se retiró a su casa de Villa Alemana y guardó silencio.
Rodeado de leyendas, Martínez en los 80 fue una suerte de gurú esquivo de los poetas jóvenes, que llamó la atención de Armando Uribe, Miguel Serrano, Enrique Lihn, etc. Este último sostuvo que sus obras publicadas eran apenas la "punta de un iceberg". Sin embargo, tras su muerte -a los 51 años, a causa de una insuficiencia renal- corrió un rumor decisivo sobre esos inéditos: le habría pedido a su viuda, Eliana Rodríguez, destruir todos sus papeles.
La petición, confirmada por su viuda, tiene matices. Se refería sólo a sus textos poéticos, no a los gráficos, e incluía una instrucción: publicar 20 años después de su muerte el libro El poeta anónimo (o el eterno presente de Juan Luis Martínez). Se trata de ese trabajo que terminó en 1993. Una obra que elaboró de espaldas al mundo y que ya prácticamente nadie creía que existía.
Bajo las indicación de Pedro Montes, dueño de la Galería Departamento 21, El poeta anónimo fue publicado a fines del año pasado por la editorial brasileña Cosac Naify, mientras la Bienal de Sao Paulo exhibía los trabajos plásticos de Martínez. Desde hace una semana se vende en la galería y el viernes será lanzado en el Parque Cultural de Valparaíso.
Tan enigmático como los libros que Martínez publicó en vida, El poeta anónimo está organizado en torno a los trigramas del I-Ching, en que las múltiples referencias literarias (Rimbaud, Shakespeare, Baudelaire, etc.), dialogan con las alusiones a los detenidos desaparecidos en el gobierno militar. Como siempre, Martínez hace de su ausencia un tema. Era su ideal: "Mi mayor interés es la disolución absoluta de la autoría, hacer una obra en la que no me pertenezca casi ninguna sola línea", dijo en 1991.