Mucho antes de escribir ese superventas en que se convirtió El año del pensamiento mágico, Joan Didion era una más de la célebre generación de cronistas estadounidenses del nuevo periodismo, en la que destacaban Gay Talese y Hunter S. Thompson. Compartieron momento y edad y, quizás, cierto espíritu. Todos, no obstante, comulgaron con una nueva manera de escribir el periodismo.

Joan Didion recorría su propio camino como periodista y, a la vez, retrataba Estados Unidos y los años 60 y 70 en esa nación: California, sus hippies y sus crímenes que ocurrían ajenos a las postales para turistas.

La mirada de Didion, siempre un poco autorreferente, algo ácida y descarnada, está en los ensayos de Los que sueñan el sueño dorado (Mondadori), recientemente publicado en español. Incluye, además, extractos de dos memorables reportajes: Salvador, el relato del terror vivido en los 80 en ese país, y Miami, sobre la mafia cubana en el exilio.

A su manera, Didion escribió su propia A sangre fría: el libro parte con el texto que le da nombre, Los que sueñan el sueño dorado, un artículo publicado en 1966 sobre el crimen de un dentista en manos de su mujer. Ambos eran miembros devotos de la Iglesia Adventista y parte de aquella Norteamérica profunda con que la autora se obsesionó. La describe así: "En la tierra dorada el futuro siempre es atractivo, porque nadie recuerda el pasado. Hablamos del lugar donde sopla un viento tórrido y las viejas costumbres parecen irrelevantes, donde la tasa de divorcios dobla la media nacional y donde una persona de cada treinta y ocho vive en una caravana.

El método Didion incluye siempre su voz y una cuota importante de tiempo en la recolección de datos, escenas y vivencias de lo que está retratando. Frente a sus ojos y por su filtro pasan figuras como John Wayne, a quien le dedica varias páginas de perfil en el que combina la devoción personal por el arquetipo del vaquero con la contingencia: John Wayne tiene cáncer y es probable que ésa sea la única pelea que vaya a perder en su vida.

Su voz autoral, desde entonces, ya se perfilaba mucho más testimonial y expuesta que la de sus contemporáneos. "Por aquella época lo hacíamos todo de manera muy personal, a veces hasta un extremo implacable", escribe en su artículo La mañana después de los años sesenta, "y en el momento de decidir si actuamos o no, la mayoría no hemos cambiado. Supongo que simplemente estoy hablando de eso: de lo ambiguo que resulta pertenecer a una generación que desconfía de las alturas políticas, de la falta de relevancia histórica que comporta crecer convencidos de que el corazón de las tinieblas no residía en ningún error de la organización social, sino en la sangre misma del hombre".

Ha pasado tiempo entre la Joan Didion de ese entonces y aquella de la última década, elevada al rango de best seller por El año del pensamiento mágico (2006) y Noches azules (2012), libros en los que aborda, primero, la muerte de su marido, el también escritor John Gregory Dunne, y luego la muerte de su hija, Quintana Roo. Pero en 1966, en esa tierra de hippies adictos al ácido, ya le habían leído el futuro: "Alguien hace un cálculo numerológico de mi nombre y del nombre del fotógrafo que me acompaña. Al fotógrafo le sale todo blanco, pero mi nombre tiene un símbolo de muerte doble".