A Robert Capa no le costó ficcionar. En sus memorias Ligeramente desenfocado advirtió: "Escribir sobre la verdad es obviamente muy difícil, así que me he tomado en su honor la libertad de a veces traspasarla y otras no llegar a ella. Todos los sucesos y personajes de este libro son fortuitos y están conectados de algún modo con la realidad". En la fotografía también jugó con la verdad. La más famosa de sus placas (La muerte del miliciano) tampoco venía con cláusula absoluta de veracidad y hasta hoy se especula que fue un truco. Sus memorias de la II Guerra Mundial, publicadas en 1947, ahora son editadas en español.
En Ligeramente desenfocado, Capa se comporta como un cronista preciso con los hechos históricos e inventivo a la hora de anécdotas, flirteos y noches de whisky. Capa escribió sus memorias con la idea de que se convirtieran en una película y siempre quiso presentárselas a William Gotees, director de Internacional Pictures.
El fotógrafo podría haberse dedicado también a la novela. Así lo demostró al describir su primera noche en el hotel Savoy y sus coqueteos con la secretaria de la oficina de Relaciones Públicas del Ejército de Estados Unidos en Londres cuando solicita su acreditación.
Capa construye un personaje glamoroso, frívolo y mujeriego. "Muy cerca del Savoy se encuentra el mejor restaurante de Londres, el Boulestin. Tenía pendiente una charla con Pinky, así que decidimos ir a almorzar allí. Boulestin seguía sirviendo un excelente espumoso francés, con el que propuse un brindis por mi marcha", escribe antes de ir al frente.
ROBERT SEGUN CAPA
El clímax del libro es su participación en el desembarco de Normandía. La oficina de Relaciones Públicas dejó sólo que cuatro fotógrafos acompañaran a las primeras fuerzas invasoras. Uno de ellos era Capa. En mayo de 1944 pide que le trasladen a Londres para cubrir la invasión. Allí se encuentra con Hemingway: "Nos habíamos conocido en 1937, en la España republicana, cuando yo era aún un joven fotógrafo freelance y él ya un escritor muy famoso. Lo adopté enseguida como padre; no en vano le apodaban Papa".
El 6 de junio de 1944, Capa fotografió El Día D y sus tomas se transformarían en las más famosas de la invasión. La más poderosa imagen de esa secuencia es un granulado blanco y negro de la cara tensa de un soldado norteamericano con el agua hasta el pecho (foto principal). A su regreso al barco USS Chase, del que había partido su barcaza, llevaba consigo sus cámaras. Sin embargo, como él cuenta, "un emocionado asistente de laboratorio había aplicado demasiado calor al secar los negativos; las emulsiones se fundieron y se destintaron". De 106 fotos que había tomado, sólo se pudieron salvar ocho. Pero bastaron para hacer historia.