Impotencia, dolor y una gran devastación. Ese era el panorama ayer en Villa Santa Olga, a 28 kilómetros de Constitución, lugar que la noche del miércoles fue prácticamente borrado por un incendio que terminó por encerrar el poblado. El fuego no solo cobró la primera víctima civil de esta semana, sino que también consumió en pocas horas mil viviendas y dejó cuatro mil damnificados.

Tras vivir la peor noche de sus vidas, los vecinos retornaron ayer hasta Santa Olga para corroborar con sus propios ojos lo que ya habían escuchado, pero se negaban a creer: después de 30 años de historia, la villa había quedado reducida a cenizas.

Fue un final anunciado. Desde el lunes que Santa Olga, ubicada a un costado de la carretera que conecta Constitución con la Ruta 5, estaba siendo amenazada por las llamas que provenían del sector noroeste de Constitución.

Sin ir más lejos, el lunes las autoridades ordenaron una evacuación preventiva que los vecinos rehusaron hacer, pues veían aún distante la amenaza. Pese a la lucha mancomunada entre bomberos y pobladores, las llamas fueron reduciendo la distancia hasta transformar la amenaza en un inminente riesgo.

"El martes, Bomberos logró controlar el fuego a la entrada de la villa, pero el miércoles la cosa cambió drásticamente", dijo Luz María, dueña del minimarket local. A las 18 horas, nuevamente, se logró controlar en parte, pero a las 21 horas el fuerte viento y la cercanía de las llamas que rodeaban al pueblo hicieron inminente la evacuación. A las 22 horas las casas ya comenzaban a quemarse. "Cuando las casas ardían, me arranqué, porque ya no podía hacer nada más. El fuego rodeó todo Santa Olga y cuando estuvo aquí nada más se pudo hacer, sólo arrancar", relató Adolfo Marabolí, de 31 años.

"La sensación era de miedo en la gente, como si estuviéramos en una guerra, todos gritaban desesperados", recuerda otro de sus vecinos. Uno de los focos que llegaron directamente a la casa de Adolfo fue el que se generó en el aserradero de la empresa Arauco, ubicado frente a su vivienda. El joven alega que la empresa se preocupó de defender sus bosques, pero no de ayudar a la gente de Santa Olga con la contención de las llamas y la prevención del desastre. "Yo temprano hablé con un joven prevencionista de Arauco y me dijo que iban a cortar los álamos de enfrente para que las chispas no fueran a prender las casas y que mandarían cinco camiones aljibes de Constitución, pero nunca llegaron", agregó Marabolí.

Un pueblo fantasma

La gente no sabe qué hacer. Muchos se fueron a casas de familiares, otros están en albergues y algunos simplemente quieren volver rápido para reconstruir en sus terrenos.

"Estamos con lo puesto, nada más que con lo puesto, pero con fe vamos a salir adelante. Esperamos que la gente que tiene más que nosotros nos dé una manito ahora", dijo Valentina Pacheco, que de sus 49 años lleva más de 30 viviendo en el lugar. "Partí viviendo en una ranchita y con esfuerzo nos logramos hacer una más grande y de un día para otro se nos fue todo", agregó sin poder contener las lágrimas.

Para Marabolí, la situación es más compleja, porque el sustento de casi el 70% de la población de la villa es el trabajo de la madera, principalmente en los aserraderos del sector, que también se quemaron. "Vamos a vivir en un pueblo fantasma y no tendremos de qué vivir. Las empresas se van a declarar en quiebra y no darán finiquito. La mitad de la población se irá y no sabemos si alguna vez nos llegará alguna ayuda. Son miles las personas afectadas. Este pueblo murió", agregó.