"Alejandro Guillier se representa a sí mismo y, por lo tanto, eso no obliga al resto de los partidos a un determinado compromiso en una determinada dirección (...) Nadie se puede arrogar la representación de un mandato que nadie le ha dado".
La sentencia del presidente del Partido Radical, Ernesto Velasco, fue clara. El 18 de enero pasado, luego de que el ex candidato presidencial de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, se reuniera sorpresivamente con el presidente electo, Sebastián Piñera, las palabras de Velasco evidenciaban públicamente el quiebre profundo entre el PR y quien fuera su carta a La Moneda por 11 meses.
El PR fue el primer partido en impulsar a Guillier como candidato, a quien ya habían otorgado el cupo de José Antonio Gómez para llegar al Senado por Antofagasta en la elección de 2013. Muchos sitúan en abril de 2016, durante el consejo de alcaldes y concejales del partido en Puerto Montt, el momento en que se produjo la irrupción presidencial. Ahí, los máximos dirigentes de la colectividad percibieron la "adhesión" que el parlamentario generaba en la calle.
En los meses venideros el PR instalaría a Guillier como rostro de la campaña municipal, lo que -a juicio de la colectividad- sirvió como trampolín para posicionar su imagen a lo largo de Chile y para el futuro apoyo del resto de la Nueva Mayoría.
Del eslogan de la municipal de dicha época -"Guillier da confianza"- "poco queda", dice un alto líder del PR, graficando que el partido se sintió "traicionado" al final de la campaña. Algo en lo que coincide un número alto de dirigentes de primera línea consultados.
"Fuimos la vitrina para que lo vieran como candidato, sin nosotros no hubiera sido abanderado. El PR puso todo, muchos recursos en su candidatura, y él terminó criticando al partido", revela otro alto personero de la colectividad.
Los radicales coinciden en señalar que los distanciamientos comenzaron cuando el partido dejó de ser plataforma de su candidatura y el senador instaló en el corazón de su campaña al denominado "círculo de hierro", compuesto por integrantes como su hijo Andrés Almeida, Juan Forch y el jefe de gabinete, Enrique Soler.
A ellos atribuyen el discurso de "independiente" que incorporó Guillier a lo largo de la campaña, así como los cuestionamientos a las colectividades.
Los líderes PR comenzaron a pagar costos en las "bases", explican algunos.
Con todo, los roces y enfrentamientos entre el partido y miembros del círculo de Guillier se agudizaron cuando el secretario general del PR, Osvaldo Correa, asumió en agosto como coordinador de la campaña.
El representante del partido -coinciden diversas fuentes- debió enfrentar el "cerco" del círculo más estrecho del senador. En la dirigencia aseguran que en un minuto Correa dejó de tener, incluso, acceso a la agenda del abanderado.
La "marginación" total, no solo del PR sino de los partidos de la Nueva Mayoría, se dio finalmente tras la segunda vuelta presidencial.
Para las colectividades -que ya resentían el discurso "antipartidos" cuando reunieron la mayoría de las firmas para que Guillier pudiera competir como abanderado independiente- era crucial socializar con el abanderado un diseño en caso de un triunfo definitivo de Sebastián Piñera en el balotaje.
En los partidos aseguran que se postergó durante toda la última semana previa a la segunda vuelta un encuentro solicitado por los timoneles con Guillier.
El día de la elección, mientras los presidentes de partido -a excepción del entonces coordinador, Alvaro Elizalde (PS)- se encontraban en la sede del Partido Radical, se enteraron por terceros de que el abanderado se dirigía a un punto de prensa en el Hotel Plaza San Francisco a reconocer la derrota. "Por eso no aparecimos junto a él, y luego nos acusaron de dejarlo solo", repiten en las colectividades.
El minuto de mayor tensión se produjo poco más tarde , cuando los jefes de partido exigieron un encuentro con el abanderado y la respuesta del entorno del senador apuntó a que se podría realizar solo después de que el ya derrotado candidato se reuniera con Piñera.
Según algunos dirigentes, la tensión llegó a tal punto que desde los partidos amenazaron con abandonar en bloque el hotel si no los recibía el abanderado.
La derrota
Tras la derrota, la molestia lejos de diluirse se acrecentó.
El "golpe" definitivo, coinciden altos personeros radicales, vino a fines de diciembre, cuando en una entrevista a El Sábado Almeida apuntó a la Nueva Mayoría como parte de la derrota. En la revista, el hijo de Guillier también señaló que las gráficas de Guillier las financió la "campaña presidencial" y que las únicas colectividades con recursos eran el PS y el PC. En contraparte, en el PR argumentan que aunque no tienen un consolidado del financiamiento, se destinaron recursos "significativos" del partido a Guillier.
La entrevista dejó en el partido una sola convicción: detrás de su hijo "hablaba" también Guillier, transformándose en el punto de quiebre.
El estado de la relación, tanto con los radicales como con el resto de los partidos -dicen en el oficialismo- ha puesto en duda otra premisa que fijó ese día Almeida: que Guillier cumpla realmente un "liderazgo" en la centroizquierda.
De hecho, el rol del otrora abanderado no ha sido despejado aún por el bloque. En partidos como el PS y el PPD sigue nítido también el alejamiento de Guillier con las colectividades, y en momentos en que algunos han sugerido al parlamentario como carta para presidir el Senado, no está claro aún que cuente con el apoyo de las bancadas.