"No hay que ser una analista política para observar cómo intencionadamente algunos desde afuera del partido proyectan sólo dos figuras; Andrés Velasco o Marco Enríquez-Ominami, como las alternativas de un futuro gobierno. Perdónenme, camaradas, si nosotros renunciamos a proyectar a los nuestros, estamos renunciando a ser relevantes en un futuro gobierno".

La intervención de la ministra Ximena Rincón en la Junta Nacional de la DC del sábado pasado les frunció el ceño a varios en La Moneda.  Faltando tres años y medio para elegir al sucesor de la Presidenta Michelle Bachelet, una integrante del equipo político del gobierno, le daba visibilidad a un tema que en el gobierno quieren aplazar lo más posible. De hecho, así se lo aclaró el ministro de Interior, Rodrigo Peñailillo, a Rincón en la reunión del comité político, el lunes último.

Pero lo cierto es que pese a los afanes de palacio por bajar los decibeles del debate presidencial, en los partidos, tanto oficialistas como de oposición, prácticamente desde que se inició este gobierno, en paralelo partió un soterrado perfilamiento de figuras con intenciones de postular para llegar a recibir la banda de manos de Bachelet en 2018.

Marco Enríquez-Ominami, Ricardo Lagos Weber, Carolina Tohá, Felipe Harboe, Rodrigo Peñailillo, Fulvio Rossi, José Antonio Gómez, Ximena Rincón, Claudio Orrego, Ignacio Walker, Andrés Velasco, Lily Pérez,  Andrés Allamand, Manuel José Ossandón, Sebastián Piñera, Juan Antonio Coloma, Jacqueline van Rysselberghe y Hernán Larraín, son mencionados, con más o menos entusiasmo y con  más o menos repetición, en los distintos partidos o movimientos como cartas presidenciables.

¿Por qué cuando recién está partiendo un gobierno hay casi una veintena de eventuales aspirantes para conducir el próximo?

Respuestas y diagnósticos hay casi tantos como potenciales abanderados.

Para el sociólogo Eugenio Tironi esto obedece al alto grado de personalismo que ha ido adquiriendo el apoyo de los votantes respecto de los candidatos, o sea, los electores ya no votan mirando primero los proyectos o los partidos del candidato, sino que sus características más íntimas y, claro, para seducir con esas cualidades se necesita tiempo.

"La adhesión de la población a los candidatos presidenciales y su grado de competitividad se ha personalizado a un punto tal que se ha desacoplado de las variables políticas más generales. Ejemplos, fracaso de Eduardo Frei y éxito de Bachelet (en 2009-2010), y ahora, presencia de Enríquez-Ominami, Piñera y Velasco, que dependen de sus atributos personales antes que del respaldo de partidos o corrientes políticas formales. Este fenómeno obliga a partidos a levantar figuras propias, salvo que su opción sea limitarse a negociar su respaldo a una de esas figuras", explica Tironi.

El ex ministro DC Genaro Arriagada aporta otro elemento. Para él es el sistema presidencial  que impera en nuestro país el que "alienta el personalismo y le da rentabilidad al aventurerismo político".  "Un requisito fundamental para hacer un buen gobierno es tener el respaldo de grandes partidos con fuerte presencia en el Parlamento. Desafiando esa regla se ha hecho cada vez más frecuente que alguien se autoproclame líder providencial y sin tener respaldo significativo alguno lance su candidatura presidencial.  El resto lo hace un sistema que le otorga a ese aventurero un espacio igual en la franja de TV; una ley de financiamiento que le hace menos costosa o incluso sin costo su aventura, que así la termina pagándola el Estado;  y que le va a permitir participar en debates nacionales en condiciones igualitarias con los candidatos serios, a pesar que no va a obtener más del cinco por ciento o incluso como ha sucedido con muchos, menos del uno por ciento de los sufragios", agrega.

En el caso del académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad del Desarrollo Gonzalo Müller, si bien coincide en parte con Arriagada, le suma otra carta a la baraja e incluso plantea que a larga los candidatos con reales posibilidades son aquellos que más se demoran en mostrar su juego. "Quienes de verdad son presidenciables, por méritos propios,  por contar con un amplio apoyo, evitan a toda costa que se les asigne esta condición, sembrando la duda hasta último momento. Evitando así los costos de largas carreras siempre expuestas a riesgos o costos innecesarios ante la opinión pública. De esto la Presidenta Bachelet dejó escrito un verdadero manual", asegura Müller.

El analista Max Colodro pone otro ingrediente en el análisis. A su juicio, no es el personalismo ni el presidencialismo al que se debe apuntar. Para él, todo nace en el estado de fricción que se ha ido generando en la Nueva Mayoría desde su estreno en el poder en marzo pasado.

"El inicio anticipado del escenario presidencial tiene relación con el rápido deterioro de la Nueva Mayoría, de su clima interno, y las señales de que podría ser un pacto para un sólo período. La DC está dando claras muestras de desafección hacia el programa de gobierno, Andrés Velasco y ME-O buscan cristalizar desde fuera las diferencias programáticas que existen en la coalición y el escaso liderazgo de Bachelet deja un vacío grande, lo que tiende a incentivar una búsqueda de posicionamiento temprano", puntualiza.

Finalmente, para el candidato a doctor en ciencias políticas Kenneth Bunker, antes de las elecciones municipales de 2016 sólo veremos algunos flirteos propios de los intentos por posicionarse, pero que la verdadera acción comenzará a partir de esa fecha. 

"Nada va pasar hasta después de las elecciones municipales. Allí se desata la guerra. Hay que ver qué pasa con el cambio al sistema electoral, también. Pero al igual que en la "Paz Armada", los partidos tienen que tener su artillería preparada", manifiesta.