Pasan los años, pero Nicolás Maturana no olvida el momento en que debió valerse de sus puños para ser respetado. Tiempos violentos en que cada golpe conectado le ayudó a ganar un espacio entre los cadetes de la U, con quienes comenzó a formarse tras una prueba masiva de jugadores a los 15 años, a la que fue invitado por un profesor del hogar de niños en el que creció. Su calidad era una amenaza y, como el equipo ya estaba armado con amistades de años, muchos trataron de convencerlo a desertar, valiéndose de abusos y hostigamiento; bullying, básicamente. Sólo tenía tres amigos: un utilero, Igor Lichnovsky y Fabián Carmona.
"Tenía compañeros que no me pescaban mucho, la verdad. Tuve que pelearme varias veces. Uno no puede demostrar que es débil, si no después te ven como uno más y te pasarán a llevar. Obviamente, yo no quería llegar a los golpes, pero sí tuve que hacerlo para hacerme respetar", recuerda Maturana, en una entrevista realizada por La Tercera en 2016. Nico, que llegó a incorporarse desde un hogar de menores del Sename, era un blanco perfecto para ser víctima de acoso.
Basta con contarles este caso a los chicos del Colegio Brígida Walker, de Ñuñoa, para que comiencen a hablar. Son seis cadetes de distintos equipos de Santiago: hay dos de Cobresal, uno de Santiago Morning, y dos de Unión Española. Quizás por vergüenza, nervios o códigos de camarín, su primera reacción fue negar haber sufrido o ser testigo de cualquier clase de hostigamiento entre pares. Bastó con preguntar un poco más para derribar esa muralla silenciosa. Los nombres de los menores consultados en este reportaje serán omitidos.
"Tenía compañeros que no me pescaban mucho, la verdad. Tuve que pelearme varias veces. Uno no puede demostrar que es débil, si no después te ven como uno más y te pasarán a llevar. Obviamente, yo no quería llegar a los golpes, pero sí tuve que hacerlo para hacerme respetar", dice Nicolás Maturana
El primero en hablar fue el de Unión, pero su relato apunta a sus días en la series menores de la UC. "En general me llevaba bien con todos, pero antes, como era bajo, me pasaban a llevar. La vez que me sentí más mal fue un momento cuando íbamos a hacer nuestras necesidades, porque unos compañeros me orinaron", confiesa. Ese fue el período más denigrante de su vida. Además, cuenta que el problema en Católica también va ligado a temas sociales: "Al principio, cuando eres más chico, se ve más el clasismo, pero después se regula, porque la gente que tiene más se va".
En Cobresal, el mayor de los jugadores recuerda un episodio complejo. "Hace un tiempo, un grupo molestaba a un cabro del equipo, le decían que era gay y esa clase de cosas. De verdad se sentía mal y al final decidió irse, porque lo molestaban mucho". Nunca se hizo algo por evitarlo: "Se notaban las burlas, pero el profesor nunca hizo nada".
El otro, de dos categorías más abajo, corte de pelo similar al de Alexis Sánchez y que recalca una y otra vez que su sueño es transformarse en el nuevo Niño Maravilla, asegura que en su serie la cosa es mucho más complicada. "El grupo lo tienen tomado los titulares y no dejan entrar a nadie más. Te hacen burla, pese a que el profesor pide más compañerismo siempre, pero nada, son sordos. Ha habido peleas, yo casi peleo, porque siempre hay dificultades".
Él sí ha sido víctima de bullying y grafica este año y medio en el club de la siguiente manera: "Para mí era un sueño estar en Santiago, porque donde yo vivo no había muchas oportunidades. Me vine porque aquí todo es más competitivo. Cuando llegué venía muy bien, me gané incluso la titularidad, pero mis propios compañeros me fueron tirando para abajo. Me decían, disculpe la expresión: 'hijo de la perra, ándate de acá, no te queremos'. Fue fome. Yo me iba a llorar al camarín, ahí me juntaba con otro compañero que también venía de afuera, llorábamos harto. Él terminó yéndose, no aguantó. Yo aguanto porque tengo que hacerlo, no puedo dejar que me afecten un par de palabras". Hasta ahora el chico busca su oportunidad.
"Me decían, disculpe la expresión: 'hijo de la perra, ándate de acá, no te queremos'. Fue fome. Yo me iba a llorar al camarín, ahí me juntaba con otro compañero que también venía de afuera, llorábamos harto. Él terminó yéndose", confiesa una víctima.
Uno de los problemas más fuertes en el fútbol formativo es el acoso. Y parece ser una de las armas para valerse en la alta competencia. El asunto se mal entiende y lleva a los jóvenes a cuidar el puesto de cualquier forma. "Es algo normal. Si yo estoy jugando bien y me quiero pasar a un compañero, él me va pegar, me va a dar un codazo en la cara o una patada. Es algo que todos hacen", dice un niño de Unión Española. Según todos los cadetes consultados, las agresiones y hostigamientos son motivadas casi siempre por el temor a perder el puesto.
Escenario local
No son nuevos los casos de bullying en el fútbol joven. Son parte de la convivencia entre niños y jóvenes. Sin embargo, en la formación de los futuros futbolistas chilenos no existe una metodología para prevenir eficazmente este tipo de hechos. "No tenemos un manual que hable directamente de cómo atacar el bullying; es que no es un tema para nosotros". Quien habla es Rodrigo Astudillo, el jefe del fútbol joven de Universidad Católica. Sobre una torre, en lo más alto del San Carlos de Apoquindo, se encuentra su oficina y desde aquí parece observar cada detalle de lo que ocurre con sus pupilos. "Son más de 300, como en la mayoría de los clubes", explica. Su rama goza de renombre a nivel nacional, pues es considerada como una de las cuatro mejores del país, junto a la de Colo Colo, Universidad de Chile y Huachipato.
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Rodrigo Astudillo, jefe de las divisiones inferiores de la UC.[/caption]
En los cruzados, el tema del acoso se enfrenta a través de los valores. "Trato de reunirme siempre con los jugadores y también con los apoderados. Aquí siempre se habla en base al respeto hacia los compañeros y los profesores, entonces los chicos entienden eso como algo fundamental", explica el Tuto, mandamás de las inferiores precordilleranas desde 2008.
Ni la UC ni ningún club en Chile cuenta con un manual en el que se explique claramente qué medidas tomar para evitar casos de hostigamientos. Sí poseen distintas guías de convivencia, en las que se establece que cualquier acto de abuso es completamente intolerable. Para ejemplificarlo, Astudillo revela una anécdota: "Fue en la final de 2008, contra Audax, en la serie del año 93 donde jugaba (Nicolás) Castillo. Esa vez no pudimos llevar al central titular que tenía que marcar a Felipe Mora, porque se agarró a combos con otro jugador de la banca un día antes del partido. Castigamos a los dos sin jugar y perdimos esa final". Hasta el día de hoy, el formador sigue creyendo que esa decisión fue correcta.
Puede que el fútbol joven de la UC sea el más responsable de todos en relación al trato con sus jugadores. De hecho, hace un año crearon un manual para evitar posibles situaciones de abusos sexuales. Son los únicos que lo han hecho. En la creación de éste material participaron fiscales y profesionales de distintas áreas. "Puede que suene exagerado, pero es algo que nos ayuda a una mejor relación", explica.
Colo Colo, otra potencia en formación de futbolistas, también establece sus reglas en base a los valores. En la oficina del fútbol joven albo, en su diario mural, hay una reveladora frase del psicoanalista austríaco Sigmund Freud: "Antes de diagnosticarte con depresión o baja autoestima, asegúrate de no estar rodeado de imbéciles". Al parecer, el problema del bullying tampoco es extraño para ellos.
Carlos Pedemonte, quien creó la baza de jugadores formados en Huachipato, entre los que destacan Edson Puch, Martín Rodríguez o Angelo Sagal, entiende a la perfección cómo funciona cada dinámica entre jugadores. Sus resultados lo trajeron al feudo albo, donde es el jefe desde 2015. Para este reportaje también se conversó con dos cadetes albos y ambos negaron casos de acoso. De acuerdo a sus testimonios, más que el bullying en sí, el problema de Colo Colo es el boicoteo de compañeros en entrenamientos. Pedemonte lo niega. "Es fácil identificar cuando a un chico no le dan pelota, no lo hacen jugar o le pegan más de la cuenta.
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Carlos Pedemonte, mandamás en el fútbol formativo de Colo Colo.[/caption]
Ahí le llamamos de inmediato la atención a los jugadores, porque eso no está bien, es antideportivo", asegura el penquista. "Todos venimos de niños entrenando juntos, nos conocemos. Y cuando llega uno nuevo, lo incluimos. No es que seamos todos amigos, pero tampoco nos llevamos mal", reconoce un jugador sub 17 del Cacique.
Los hostigamientos entre pares dentro de Colo Colo parecen ser escasos. Pedemonte explica: "Para prevenir cualquier situación de bullying, tenemos reuniones cada tres meses con los papás de los jugadores y siempre estamos citándolos a ellos, personalmente, cuando notamos alguna situación anómala". Eso sí, transparenta que en otros clubes el funcionamiento es precario. "Hay entrenadores antiguos, que quizás no continuaron estudiando y no ven este tema como un problema".
"El bullying es un tema súper delicado y si se detecta hay que intervenir de inmediato, pero nunca lo hemos notado", dice Felipe Villalobos, sicólogo deportivo.
La situación es distinta en Cobresal. El equipo minero trabaja con sus series inferiores en Puente Alto y allí, a simple vista, todo parece normal. Sus profesores se sorprenden ante los testimonios de dos de sus jugadores, pues aseguran que no han visto nunca esta clase de situaciones. Sin embargo, hasta este año los naranjas trabajaban con lo justo, como la mayoría de los clubes del país; es decir, sólo entrenadores. Recién este año incluyeron a un sicólogo deportivo en sus filas, para reforzar el diálogo y la competencia de sus más de 300 cadetes.
"El bullying es un tema súper delicado y si se detecta hay que intervenir de inmediato, pero nunca lo hemos notado", dice Felipe Villalobos, el sicólogo del club. Es un profesional especializado en deporte y su rol consiste en pasar un día con cada serie y así observar cada situación anómala, pero entiende que con eso no basta. "Por ahora, lo más importante es mantener los canales de comunicación abiertos y trabajar en base a objetivos comunes o en la cohesión de equipo, aunque no desconoce que la competencia muchas veces nubla a los chicos". Este año, el especialista desarrolló un diagnóstico al club, donde propuso crear reglas, que los mismos jugadores formularon. Espera poder seguir avanzando, aunque entiende que no es sencillo. "Aquí entrenan chicos que provienen de entornos vulnerables, con familias mal constituidas. Es un tema complejo, difícil de controlar", reconoce.
El ex delantero y actual formador minero, Rodrigo Núñez, es el entrenador de la sub 15 y considera que son casos aislados. Concuerda con los dichos de los niños entrevistados: "Siempre les hablo de unidad, de ser compañeros. Les hablo en grupo y también individualmente". No miente. Durante su práctica, trotó junto a varios chicos para conversar. No se veían reproches en sus rostros. Sin embargo, otros de sus jugadores sí están sufriendo.