A los 77 años y con 44 obras a cuestas, Juan Radrigán sigue en lo suyo. No deja de escribir teatro, de enseñar teatro, de hacer teatro. Fiel a su estética, sus proyectos llenarán el escenario de Matucana 100 con oleadas de marginados. La primera llegará el próximo jueves con un grupo de discapacitados en Memorial del Bufón. La segunda aparecerá en junio, con una clientela de muertos en Fantasmas borrachos. Y en enero del 2015 aparecerá el mismísimo diablo en El príncipe desolado.
Memorial del bufón es su obra más reciente, "escrita como metralleta, apunta para todos lados, a todo lo que se mueve. Es absolutamente crítica", dice Radrigán. En ella, cojos, mancos, sordos, en total "doce pifiados", acuden a una extraña oficina para quejarse o pedir hacer algo que no han cumplido.
Por cercanía, respeto y amor al texto, Radrigán decidió montar él mismo Memorial del bufón. Como director llamó al grupo con que antes hizo Qué tiempos aquellos... Fanta y Romo, la compañía Teatro Locos del Pueblo. "Me meto con puros grupos donde no hay rostros", explica. Acá cuatro intérpretes encarnan los 14 personajes, también cantando y bailando, en un espacio que evoca a un campo de concentración.
En junio regresa una antigua obra suya, Fantasmas borrachos (1996), en una gran producción que tiene un elenco de nombres destacados y un enorme coro de 50 personas. En el montaje dirigido por Gonzalo Pinto actuarán Francisco Melo, Ana Reeves, Fernando González, Claudia Pérez y Ema Pinto, entre otros. La obra trae novedades, porque el dramaturgo escribió nuevas canciones para esta puesta en escena. "Me falta hacer canciones para Los Charros de Lumaco no más", bromea.
Pero su mayor proyecto verá la luz en enero del 2015, cuando se estrene El príncipe desolado (1998). El montaje se adjudicó el Fondart más cuantioso para una obra de teatro: más de $ 58 millones. La puesta en escena estará a cargo de Alejandro Quintana, director chileno radicado en Alemania. Y el elenco estará integrado, en parte, por Francisco Melo, Daniel Alcaíno y Daniela Lhorente.
La obra muestra la lucha de Luzbel por volver al Edén para que curen a Lilith, su pareja que está muy enferma. Pero sus propios hijos le impiden la entrada. "Es el ser más marginado de todos", dice Radrigán, explicando su interés por escribir de Satanás. "Es complicada darla, porque se presume que la obra es contra la iglesia, pero para nada. Es complicada para el espectador también tener que aplaudir o abanderizar por el demonio, aunque se demuestra que no lo es. Es un héroe trágico, un héroe total".