Después que un acongojado Don Francisco diera la noticia de que se suspendía el show del Estadio Nacional por lluvias, Rafael Araneda, bien mojado, apareció en pantalla, despachando desde el recinto de Ñuñoa. Fue una muestra más de que el rostro del Festival de Viña se consolidó como nunca en esta edición como el segundo protagonista televisivo de la jornada.
A diferencia de cualquier otro animador, aparte de Don Francisco, Rafael Araneda fue el único que entró casi siempre solo a escena. De hecho, en la obertura de la cita, en la noche del viernes, sólo él y Mario Kreutzberger dieron el primer impulso en el escenario del teatro. Además, la figura de Chilevisión fue de los nombres que más presencia tuvo, a lo largo de todo el espacio, y siempre en sedes principales.
A pesar de eso, Araneda se muestra moderado con su rol. "El cariño del público chileno es con la Teletón. Los chilenos salen a la calle a manifestar su cercanía con la campaña desde hace 36 años, y lo han hecho en innumerables ocasiones. Ese cariño es para la fundación, para los institutos, para los niños y sus familias que se rehabilitan y trabajan día a día en pro de la inclusión", dice mientras se mueve rápidamente por un pasillo del recinto, evitando la personalización. "Yo me sumé a la campaña con el mismo entusiasmo de todos los que somos convocados por los canales y por el equipo de esta campaña, que siempre me ha tocado mucho desde que empezó" agrega.
El presentador del Festival de Viña -su gran sustento actual ante otros proyectos de dispar resultado e impacto- no tuvo mucho tiempo libre. Cada uno o dos turnos de alguno de sus colegas sobre el escenario, regresó, como siempre, en solitario. Detrás del escenario, cruzaba algunas palabras, pero evitaba detenerse. Siempre tranquilo, aunque sus momentos de descanso no fueron muchos.