Más allá de los resultados, el ex superintendente de Bancos Raphael Bergoeing se enfoca en los programas destinados a mejorar la educación financiera y desde un punto de vista bastante crítico. Ello, porque en su opinión no existe evidencia en el mundo respecto de la eficacia y aporte a la calidad de vida de las personas de los programas de educación financiera.

¿A qué se debe esa realidad?

Aquí hay tres puntos: el primero es que el mercado financiero es especialmente complejo de entender y funciona de manera muy dinámica. Por lo tanto, los conocimientos necesarios para comprenderlo cambian con mucha rapidez. Dado lo anterior, y este es el segundo punto, los expertos financieros son fundamentales para asesorar a las personas que quieren participar del mercado, ya sea invirtiendo o endeudándose. Y para proteger a las personas de estos expertos, la regulación juega un rol clave, ya que es muy importante que ésta garantice que los expertos hacen su trabajo de buena manera y que la información que entregan sea la correcta, para que, en definitiva, la confianza de todos nosotros en este complejo mercado financiero exista.

En síntesis, este no es un mercado como un mercado como cualquiera, y no basta con enseñarle a la gente, porque es difícil y muy cambiante, y por eso la regulación es muy importante.

Por ello es importante educar...

Sin duda, hay decisiones en el ámbito financiero que son simples, pero importantes, y en las que hay un rol para la educación financiera, en términos de ayudar a que todos tomemos las mejores decisiones. Sin embargo, según la evidencia académica reciente, ese impacto es bastante limitado. Muestra, por ejemplo, que incorporar en planes escolares programas de educación financiera no tiene ningún efecto en cómo las personas una vez adultas toman sus decisiones financieras. Esto sugiere que no cualquier programa de educación financiera sirve, y que no basta que, desde la política pública se destinen recursos a la llamada educación financiera, para generar impacto positivo en las personas. Esto es importante, porque muchas veces los gobiernos terminan justificando sus políticas en función de cuánto dinero pusieron, pero no del impacto de esas políticas tuvieron.

¿Cuál es la alternativa?

Un programa de educación financiera que pretenda mejorar las decisiones de las personas debe tener dos características: relacionarse con un tipo de decisión financiera específica, como, por ejemplo, tarjetas de crédito, y hacia un segmento particular. Y, segundo, debe desarrollarse lo más cerca temporalmente del momento en que se tomará una determinada decisión financiera. En ningún caso como parte del currículum de un plan escolar.

¿Cómo califica la labor de las superintendencias en Chile en esta materia?

Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, en general esos programas tienen nulo impacto en mejorar la calidad de vida de las personas en su relación con el mercado financiero. Por ello, el diseño del programa es muy importante y no basta con haber puesto recursos en un programa general. Eso es un desperdicio.