El Presidente de Cuba, Raúl Castro, inauguró ayer la II Cumbre de la Celac, en La Habana, con un minuto de silencio por el fallecido Hugo Chávez, el impulsor del bloque, y críticas a EE.UU., gobierno al que relacionó con un "sistema global de espionaje" contra "la soberanía" de otras naciones. "Los llamados 'centros de poder' no se resignan a haber perdido el control de esta rica región", criticó el hermano menor de Fidel Castro, en su intervención de casi media hora.
Pero los reproches del mandatario cubano coincidieron con las críticas de Washington y organismos internacionales a la cuestionada situación de los derechos humanos en la isla, en especial, con el aumento de la represión denunciada por los disidentes en vísperas del evento. Desde la oposición se ha deplorado la celebración de una cumbre que se ve como una legitimación del régimen cubano. Más aún cuando, aunque muchos países critican la situación de los DD.HH., ninguno de los jefes de Estado que asisten a la cita regional tiene en agenda, salvo alguna sorpresa, reunirse con representantes de la oposición ni con grupos civiles independientes, según el diario español El País.
La opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN) denunció una "oleada de represión" en los últimos días para "amordazar" e "intimidar" a la disidencia interna durante la cumbre. "Condenamos tales acciones y urgimos al gobierno a que permita a los ciudadanos cubanos expresar sus opiniones libremente y se les permita reunirse pacíficamente en el ejercicio de sus derechos", respondió el Departamento de Estado norteamericano.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo ayer en La Habana que abordó con el gobierno de Raúl Castro la detención de opositores y le solicitó que ratifique los pactos de derechos humanos que la isla suscribió en 2008.
Asimismo, Washington instó a los líderes extranjeros que asisten a la cumbre, a "reunirse con el cubano de a pie y los miembros de la sociedad civil para demostrar su apoyo a la libertad de expresión y al derecho de asamblea pacífica".
Igual de crítica se manifestó Amnistía Internacional. En un comunicado difundido en Londres, el asesor especial de la organización de defensa de los DD.HH., Javier Zúñiga, aseguró que "la actitud de las autoridades cubanas es un ultrajante ataque contra las libertades de expresión y de reunión que no debería pasar inadvertido a los numerosos líderes que estos días se dan cita en La Habana".
En ese sentido, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien llegó a La Habana en una visita histórica, pues la organización no mantiene relaciones con la isla desde hace cinco décadas, fue criticado -sobre todo en EE.UU.- por no programar citas con opositores y disidentes. "Es un poco sorprendente (que no los reciba), porque la OEA suele reconocer a las ONG de derechos humanos como la nuestra", dijo a AP el líder de la CCDHRN, el opositor Elizardo Sánchez. Consultado sobre el carácter histórico de su visita a Cuba, Insulza descartó que su presencia en la Celac se traduzca en un retorno de La Habana a la OEA. "Ciertamente, nos alegraría verla de vuelta a la organización, a pesar de que eso no va a pasar a partir de esta reunión", aseveró.
La isla celebra la cita entre tímidos gestos de apertura económica, como la ampliación de las condiciones de trabajo por cuenta propia. Sin embargo, el número de ciudadanos que trabajan por su cuenta no ha aumentado en los dos últimos años y se mantiene en 444.000, equivalente al 9% de la fuerza de trabajo. Al respecto, Ted Henken, experto en economía cubana del Baruch College de Nueva York, explica a La Tercera que las reformas "están aumentando las desigualdades y beneficiando a los sectores que ya son ricos y bien conectados, a expensas de la gran mayoría de los trabajadores".