El resultado de la discusión de las reformas tributaria, laboral y educacional revelaron el complejo escenario que vive la dirigencia empresarial chilena. Su pérdida de influencia y también de poder son evidentes. Un tema habitualmente abordado en los consejos gremiales, donde es frecuente escuchar cómo eran antes las cosas y la influencia que tenían los privados, por ejemplo, en La Moneda. Referencia habitual de esos mejores tiempos es la llamada agenda pro crecimiento que en 2002 lanzó el entonces presidente de la Sofofa Juan Claro y que fue impulsada por el ministro de Hacienda de la época, Nicolás Eyzaguirre.
"Eran tiempos en que al empresariado se le escuchaba", lamenta un reconocido dirigente. En el sector privado reconocen que hace varios años ya que eso no ocurre; incluso, antes del actual gobierno. Un asunto relevante, ya que los tiempos apremian: en los primeros meses de 2017, casi todo el empresariado renovará a su dirigencia.
El recambio partirá con el más importante. El 30 de marzo próximo, las seis ramas de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) elegirán al reemplazante del actual presidente Alberto Salas, cargo que ocupará el ex canciller del gobierno de Sebastián Piñera y empresario, Alfredo Moreno. Su nombre reunió consenso total, tras negociaciones que culminaron hace unas semanas.
Luego, en abril, la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) definirá una nueva mesa, y quien más apoyo concita para reemplazar al presidente, Patricio Crespo, es el ex director de Indap en el gobierno anterior, Ricardo Ariztía. El mismo que entre 2002 y 2004 presidió la CPC.
En la Cámara Nacional de Comercio (CNC) se cimenta la llegada del actual vicepresidente, Manuel Melero, en reemplazo del titular, Ricardo Mewes. La elección será en mayo.
Y en la Sofofa, tras un intenso debate enfocado en el recambio generacional, finalmente se definió que sea el actual presidente, Hermann von Mülhenbrock, quien busque un candidato único para la elección que tendrá lugar el segundo trimestre de 2017. Son varios los consejeros que suenan: Fernando Barros, Bernardo Larraín, Gonzalo Said, Eduardo Chadwick, entre otros.
Para Gonzalo Cordero, socio fundador de Azerta; Patricio Dussaillant, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Católica, y Eugenio Tironi, socio director de Tironi Asociados, el recambio dirigencial no sólo debe ser cuestión de nombres, sino también de visión.
Matices más o menos, coinciden en que es fundamental que los gremios se reconecten con el Chile de hoy, si es que el objetivo es recuperar influencia, prestigio y poder.
¿Qué pasó?
La pérdida de poder e influencia de las elites es un fenómeno del mundo contemporáneo y excede a Chile, aclara Cordero. "El poder está difuminado y repartido de distinta manera por el aumento de la clase media y el cambio sociodemográfico que ha significado. La inmensa mayoría del país es hoy clase media, ergo, es una población con capacidad de consumo, de mayor acceso a información y a la educación formal. Hoy, Chile es un país con una sociedad mucho más crítica", afirma.
Tironi plantea que ello es consecuencia de la pérdida de reputación de los privados: "Han sido salpicados por escándalos que contradicen su propia retórica; se ha puesto límite y se ha regulado el dinero en la política, lo que conlleva en su menor influencia, y, además, se ha instaurado el que las universidades no tengan fines de lucro, lo que también restringe el poder del empresariado".
Su diagnóstico también va a lo político. "A eso hay que sumar que buena parte de los partidos tienen vida propia -en la derecha, la UDI se ha vitalizado a raíz de sus elecciones internas; RN lo mismo- y no dependen en absoluto de los listados que provengan del mundo empresarial, restándole otro poco de influencia. Y si todo lo dicho fuera poco, tenemos un gobierno que le presta menos oído al mundo empresarial o le presta, al menos, tanto oído como le presta al mundo sindical".
Entre cuatro paredes
La costumbre empresarial del bajo perfil es, para Dussaillant, lo que hoy perjudica su manejo en ámbitos abiertos, donde el público los observa desde estereotipos instalados, afectando la imagen de los gremios que los agrupan. Tampoco se percibe un esfuerzo sistemático por cambiar esa imagen: "Todo esto demuestra un mal diagnóstico y, por consiguiente, escenarios equivocados o, al menos, desconocimiento de las comunicaciones", explica.
Tironi plantea que lo anterior se potencia, porque en casi ningún gremio se hacen elecciones competitivas, "sino que replican un sistema muy tradicional, en que lo que importa es el linaje, la tradición, algo bastante oligárquico. Además, los líderes se reproducen y/o se eligen a través de hombres buenos o a través de conciliábulos privados, en que no hay ejercicio democrático. Está difícil la vida para los gremios".
En línea, Cordero señala que hoy la sociedad cuestiona toda solución entre cuatro paredes. "El cómo importa tanto o más que el qué. Algo que a la elite le cuesta asumir, porque no está acostumbrada a que se le exija rendición de cuentas", dice.
Cómo cambiar
Los gremios, asegura el experto, tienen una preocupación genuina por adaptarse a los nuevos tiempos, a la sociedad actual, por comprenderla, pero las cosas no cambian de un día para otro: "Muchas veces hay una suerte de inercia cultural". Por esto, añade que "para que la legitimidad de su cuota de poder se recupere, necesitan institucionalizar su funcionamiento, sus decisiones, las relaciones con su entorno. Institucionalizar significa establecer protocolos y normas de procedimiento escrutables y auditables por la sociedad".
Dussaillant sostiene que de existir un diagnóstico que muestra que el mundo y el país han cambiado, que la gente tiene voces que antes no tenía, que la opinión pública tiene capacidad de organizarse por temas que les afectan, entonces las organizaciones tienen que cambiar. "No pueden seguir con el mismo discurso ni haciendo lo mismo que han hecho por años, ni con los mismos rostros. El cambio tiene que ser percibido por el público", sentencia.
Agrega que un camino es representar a una mayor cantidad de empresas y apostar por causas que involucren una mayor preocupación por el bien común, pues "se les percibe sólo defendiendo sus intereses, de las grandes empresas". En su opinión, el recambio es una oportunidad para empezar a cambiar las percepciones, pero se requiere un buen diagnóstico del entorno y, a partir de ello, construir el escenario en el que se tendrán que desenvolver. Esto implica necesariamente conocer bien al público que les interesa.
Tironi enfatiza en que ya no se volverá a un sector empresarial con un poder desmesurado como en el pasado, pero estima que es importante que los privados, como grupo de poder, mantengan algún grado de influencia y de interlocución con el gobierno y los políticos. "Es fundamental que el empresariado mantenga su organización y su vocación en la influencia de políticas públicas. Pero deben hacerlo desde una posición de más modestia, de más flexibilidad y más actualizada a los tiempos que corren", comenta.
Para Tironi, "el sistema empresarial chileno tiene un déficit respecto de una reflexión sobre el capitalismo que realmente queremos, con cómo lo compatibilizamos con las nuevas demandas de la población y cómo se entronca con las tradiciones culturales... Hay un montón de reflexiones que faltan, en las que están al debe".