El Maratón de Santiago reescribió su historia moderna. Ayer, el keniata Luka Rotich Lobuwan se quedó con el oro de la prueba, terminándola en 2 horas 9 minutos y 39 segundos, nuevo récord del circuito. Fue una carrera rapidísima, donde el africano impuso una marca insólita, de 1 minuto y 22 segundos más baja que la que el año pasado consiguió Víctor Kipchirchir.
Fue una travesía frenética, recorrida a ritmo infernal. Desde el arranque, el pelotón de avanzada estuvo marcado por las fuerza de las liebres, que jalaron fuerte al grupo de élite. Fue de menos a más. Los primeros diez kilómetros se corrieron quizás más relajados, pero adentrándose a la mitad, todo cambió, obligando al desgaste temprano.
El falso plano, que desde avenida Grecia comenzó a fastidiar, depuró el grupo de avanzada. Rápidamente los atletas africanos comenzaron a quedarse solos, obligados a adelantar la batalla que desde la previa se anunciaba.
Seis... Cinco... Cuatro… Uno a uno iban quedándose rezagados más atrás, hasta que finalmente, adentrados a los 27 mil metros, sólo los keniatas Julius Keter y Luka Rotich Lobuwan quedaron juntos. Solos, dando una dura pelea temprana, en la que ninguno de los dos quiso aflojar.
Se fueron así hasta que pudieron mirar la meta.
A menos de un kilómetro del final, a la altura del GAM, Lobuwan, que llegó como el favorito para quedarse con el oro de Santiago por su buen registro personal, desenfundó su último remate. Estiró las zancadas lo suficiente como para descolocar a Keter, que pese a ser casi 10 centímetros más alto -y por ende más eficiente- no logró mantener el ritmo infernal de su compatriota. Más tarde Julius dirá que no podía más, producto de enormes ampollas en sus pies.
La hazaña dejó perplejos a todos. A medida que se acercaba a la meta, Lobuwan demostraba que el récord sería suyo. Era muy poca la distancia y mucho el tiempo a favor. Aceleró. De una forma inexplicable. El keniata, que en 2015 ganó con 2h 11'53" y que el año pasado terminó segundo, ahora rebajó su marca al extremo.
De hecho, el crono conseguido por Lobuwan es tan importante que pasó a ser el más bajo de todo Sudamérica. Una dato no menor, pues según los expertos, si los mejores fondistas del mundo corrieran en Santiago, lo harían en no menos de 2 horas y 5 minutos.
La peruana Inés Melchor, récord del circuito en damas con 2 horas 28'28" (2015), se coronó también por segunda vez en la prueba. Fue una carrera sicológica, ya que recorrió 18 kilómetros sola en la punta, sin nadie que le impusiera un ritmo.
Pero también fue su revancha, pues, ésta fue la primera competencia en que la plusmarquista sudamericana en los 42k participa. Su última incursión fue en el Maratón de Río, por los Juegos Olímpicos, prueba que debió abandonar por dolencias físicas que la aquejaron hasta enero.
La peruana tenía temores de su participación. De hecho, llegó a Chile asegurando que no esperaba volver a batir el récord del circuito (como lo hizo en 2015), sino sólo a asegurar su participación en los Mundiales de Atletismo de Londres de agosto próximo. Lo consiguió con holgura, pues la marca A requerida por la IAAF es de 2 horas y 43 minutos para las mujeres.
La enorme colonia peruana que reside en Santiago fue la principal motivación de la también abogada. Ansiosos por verla pasar, muchos se pararon a la orilla de la calle para darle muestras de apoyo. Ya acercándose a la meta, las banderas rojiblancas relucían. Ella, concentradísima, apenas miraba lo que a su alrededor ocurría.
Sacó un mensaje de apoyo para su nación, azotada por las lluvias e inundaciones que han afectado en el norte. Perú, una sola fuerza, fue el afiche que sostuvo al cruzar la meta.
Santiago volvió a reescribir su historia. "La prueba más dura de Sudamérica", como la calificó Lobuwan, ahora no sólo domina en masividad (30.000 participantes) y organización (aunque sigue sin medir la gente que lo sigue desde las veredas), sino también por sus tiempos.