"He vivido aquí los seis años más intensos de mi vida, que todo se lo debo a este sol traspasador, a esta tierra verde y a este río. Hasta tal punto fijé mi corazón en este paisaje hebreo de montañas tajeadas y purpúreas, que quiero llamar a Los Andes mi tierra nativa, la de mis preferencias". Así describía Gabriela Mistral su estadía en el Valle del Aconcagua, a la desaparecida revista Zig-Zag, antes de trasladarse a Punta Arenas como directora del liceo de niñas.

Corrían los primeros meses de 1918 y Lucila Godoy Alcayaga hacía sus maletas para radicarse al sur del país, tras la recomendación del aquel entonces ministro de Educación, Pedro Aguirre Cerda. Un "error" casi la retuvo: cuando Aguirre Cerda la propuso para el cargo, el presidente de la época, Juan Luis Sanfuentes, respondió que la vacante ya estaba comprometida a otra persona. A Gabriela Mistral.

"Fue aquí en Los Andes donde ella nace como Gabriela Mistral. Llegó como la señorita Lucila, pero se fue como Gabriela, la poetisa. Por eso nuestro esfuerzo por rescatar la que fue su casa, honrar su memoria y proteger este sector, que tanto le gustó", dice Jorge Arellano, presidente de la organización Iniciativa Ciudadana (ICI).

El invierno de 1912 Lucila Godoy hace su aparición en Los Andes, como profesora de historia y geografía y de castellano. Primero habitó el liceo y un año después encontró lo que buscaba, en el pequeño villorrio de Coquimbito, ubicado a 1,5 kilómetro de la Plaza de Armas de Los Andes.

"Arrendó la única casa de dos pisos del barrio, y con verla, uno entiende sus razones. Está custodiada por la Virgen, desde el cerro, y frente a ella, desde las ventana, se abre todo el Valle del Aconcagua", dice el secretario municipal de Los Andes, Luis Rojas.

Y la casa que alojó a Gabriela Mistral sigue allí. En el 662 de General del Canto. Es de adobe y madera y conserva el patio, antiguamente huerto, donde se emplazaba su álamo predilecto.

La actual propietaria del inmueble, Gloria Ahumada, muestra la habitación del medio, en el segundo piso y cuenta que esa era la pieza de la poetisa. Y allí, sobre una mesa instalada en el antiguo balcón, escribió los Sonetos de la Muerte.

"Por eso queremos que esta casa, que actualmente está en venta, sea protegida. Estamos elaborando un instructivo para presentarlo ante el Consejo de Monumentos Nacionales y obtener la categoría de Zona Típica", dice Arellano.