En 1951, cuando se celebró la primera versión del festival, Berlín aún era polvo y ruinas. Alemania había sido derrotada hacía seis años, la capital estaba dividida en dos y decenas de miles de berlineses no tenían hogar ni trabajo. Un encuentro internacional de cine en plena miseria sonaba absurdo, pero los estadounidenses que regían el oeste de la ciudad pensaron el evento como un arma ideológica: en un país donde el recuerdo del nazismo y su propaganda estaba fresco, el séptimo arte podía ser una forma de "adoctrinar a los alemanes y abrirles una ventana hacia el mundo libre", según escribe el historiador del cine Peter Cowie.

El muro cayó, la Guerra Fría terminó, y la Berlinale nunca dejó de ser un festival político. "Está en nuestro ADN", ha dicho Dieter Kosslick, director de un certamen que ha honrado esa herencia en los últimos años premiando a películas como Taxi (2015), del iraní Jafar Panahi, filmada clandestinamente en Teherán, o Fuocoammare (2016), de Giancarlo Rossi, filme que mostró, en medio de la crisis migratoria, el drama de los africanos que arriesgan sus vidas para llegar a Europa.

Entre el 9 y el 19 de febrero, la Berlinale de este año pondrá acento en lo real y será un reflejo del mundo convulso de la era Trump.

"Nuestro programa es una respuesta a las historias tontas y simples que estamos oyendo al otro lado del océano, que nos dejan sin aliento y que nos hacen pensar: ¡esto no puede ser verdad!", afirmó Kosslick al anunciar las 18 películas en competencia, en la que se enfrentarán veteranos del cine europeo, como el finlandés Aki Kaurismäki (El hombre sin pasado), el alemán Volker Schloendorff (El tambor de hojalata) y la polaca Agnieszka Holland (Europa, Europa), con cineastas jóvenes habituales del certamen, entre ellos, el rumano Calin Peter Netzer (La mirada del hijo, ganadora de Berlín 2013) y el chileno Sebastián Lelio.

Uno de los estrenos más esperados es la nueva tragicomedia de Kaurismäki, The other side of Hope, segunda parte de su trilogía sobre la crisis de los refugiados que comenzó con Le Havre (2011) y que se sitúa en Helsinksi, ciudad a la que llega de manera ilegal Khaled, un inmigrante sirio que entabla amistad con un curioso emprendedor local.

Una mujer fantástica

El humor será uno de los sellos del festival y también se verá en The party, de la inglesa Sally Potter (Orlando, 1992), una comedia con Timothy Spall, Kristin Scott Thomas y Bruno Ganz que aborda con ironía el tema de la convicción política de un grupo de amigos que se declara de izquierda y que se reúne en una fiesta que termina como una pesadilla.

Sebastián Lelio, que compitió en 2013 con Gloria, regresa a Berlín con Una mujer fantástica -producida por los hermanos Larraín y coproducida por Maren Ade, la directora alemana de la premiada Toni Erdmann-, en la que vuelve a instalar la cámara sobre un personaje femenino, Marina (Daniela Vega), una transexual que se enfrenta a la muerte de su pareja (Francisco Reyes) y, con ello, a los prejuicios de su familia.

La cinta es una de las varias del certamen que pone el foco en el mundo LGBT, otro de los ejes de la Berlinale de este año, que en sus secciones paralelas, como Panorama y Forum, presentará documentales y ficciones que hablan del presente y pasado de las luchas por la diversidad sexual.

El cineasta holandés Paul Verhoeven (Elle) presidirá el jurado de la competencia, que estará integrado, entre otros, por el mexicano Diego Luna y la actriz estadounidense Maggie Gyllenhaal.

El cine documental volverá a pelear por el Oso de Oro, y si en 2015 fue Patricio Guzmán con El botón de nácar, ahora será el alemán Andres Veiel con Beuys, un recorrido sobre el trabajo del mítico artista germano, cuya obra transgresora fue definida en su tiempo como "la porquería más cara de todos los tiempos". En paralelo, se estrenarán fuera de competencia El bar, lo último de Alex de la Iglesia; Final portrait, del actor y cineasta Stanley Tucci, sobre Alberto Giacometti (Geoffrey Rush), y Logan, última parte de la trilogía de Marvel sobre Wolverine.

Las tensiones raciales de ayer y hoy están presentes en varias películas, entre ellas, el documental nominado al Oscar I Am not your negro, del haitiano Raoul Peck, sobre el escritor afroamericano y activista por los derechos civiles y sexuales James Baldwin. Peck también estrenará The young Karl Marx, sobre la juventud, el exilio y el origen de la amistad entre el filósofo alemán y Friedrich Engels, un filme que se enmarca en otro de los tópicos del certamen y que Kosslick definió como "la pérdida de fe en las dos grandes utopías", el capitalismo y el comunismo. Por ello, se verán, entre otros, documentales sobre la crisis griega, la disidencia en Cuba y el fracaso de las revoluciones de los años 60 en Europa y América Latina.

El cine de lo real es el fuerte de esta Berlinale, y entre los filmes que darán qué hablar están Erase and Forget, sobre el oficial estadounidense James "Bo" Gritz, militar que inspiró el personaje de Rambo y que, en los 80, organizó "incursiones patrióticas" no oficiales a Laos para liberar a supuestos prisioneros de guerra, una operación financiada por actores como Clint Eastwood y William Shatner.

Durante los diez días que durará la versión número 67 del festival, 400 películas serán exhibidas y varias estrellas asistirán al estreno de películas de corte más masivo, como Catherine Deneuve, Ethan Hawke y Ewan McGregor, siguiendo la tradición de la Berlinale de reunir cine de autor, cine experimental y cine comercial.