Dicen que si no puedes contra el enemigo tienes que unirte a él. Y el dicho resuena cuando uno examina la historia reciente del reggaeton, género al que se ha pasado —en diversos grados—  casi todo el mundo. Esto incluye a los más diversos artistas y también al público, que hoy lo abraza desde distintas veredas.

Si hay alguien que duda de su reinado y de que es un imán de cantantes y músicos, que eche un vistazo por el top 10 del Billboard Latino de esta semana: nueve son canciones de reggaeton. Están ahí los hijos naturales del género, como los muy de moda J Balvin y Nicky Jam, además de un clásico como Daddy Yankee (haber vivido la última década en un submarino es el único motivo creíble para no saber de él).

Pero también están Shakira, Carlos Vives, Reik e Enrique Iglesias, gente que se sumó tardíamente. Los últimos latinos en sumarse son Maná, que esta semana estrenaron un sencillo junto a Nicky Jam. Cosas como esas ya no sorprenden.

Más imprevisto es el buen feeling que están teniendo las máximas estrellas anglo con este ritmo. Siguiendo la senda de gente como Justin Bieber o Drake,  el último en sumarse es Pharrell Williams, que con su acento gringo canta versos como “Vente conmigo / A solas conmigo” en “Safari”, último single de J Balvin. El propio Balvin —un colombiano de origen acomodado, buena pinta y canciones de producción sofisticada que se abrió paso en Nueva York— personifica varios de los fenómenos que se dan actualmente en este estilo. Como “la gentrificación del reggaeton”, en palabras de un periodista musical de este diario.

Tampoco hay que ser joven para sumarse: conocido es el single reggaetonero de Pet Shop Boys, dúo que el domingo pasado programó una canción de Arcangel con Daddy Yankee en una visita a la radio de la BBC. Pero así como avanza desde arriba, gracias a su penetración en el pop global, también presiona por debajo. Porque si alguien creía que los circuitos más alternativos estaban libres de reggaeton, debe saber que está muy equivocado.

Hasta el piso, 1313

Son casi las 4 de la mañana y al escenario del Centro el Cerro, de Bellavista, se sube la reggaetonera Tomasa del Real (29). El ciclo de fiestas se llama Oscurito, se hacen cada viernes y están celebrando su primer aniversario. Ha sido una jornada larga para esta cantante (también tatuadora) oriunda de Iquique: esta es su tercera tocata de la noche.

Antes se presentó en una fiesta trap —género musical oscuro y espeso derivado del rap— hecha en un strip club y en Realidad Paralela, en el Centro Arte Alameda, un conocido ciclo de fiestas para lesbianas que esta noche se ha volcado completamente al reggaeton.

En Oscurito, donde en la pista principal ha sonado únicamente este tipo de música durante cuatro horas, el público es ecléctico: chicos con sudadera, nerds, hipsters, flacos, gordos, gays, de todo. Curiosamente, la noche es nostálgica (convengamos que el reggaeton no es algo que uno asocie con esa palabra), porque los asistentes bailan y corean hits que tienen casi 10 años, como “Te he querido, te he llorado”, de la puertorriqueña Ivy Queen. Se dice que son parte del reggaetón “old school”, para diferenciarlo del actual.

“Es música con la que crecieron”, dice Matías Sobarzo (21), productor de Oscurito, quien explica que el público que va es “cosmopolita como el Santiago de hoy”. Cuenta que vienen hasta hipsters luego de ver alguna banda en el Bar Loreto, porque prefieren el reggaeton a la hora de bailar. Cree que este estilo tuvo alguna vez asociaciones más negativas, pero que hoy todo el mundo quiere bailarlo. “Es un fenómeno, una forma de bailar y cortejar, que sencillamente nunca se va a borrar”, sostiene.

“Hasta el piso / 1313 / Rompamos los parlantes / Voy a darte lo que mereces”, canta Tomasa Del Real a coro con la mitad del público. Días después le pregunto por qué cree que ella funciona tan bien en círculos más independientes. “Creo que eran los más sedientos de esto, de liberarse. Además que yo lo abrazo a todos. Soy como zorrona alternativa”, contesta.

También me corrige, porque en su natal Iquique dice que sí se presenta en las discotecas más típicas. Y que se lleva bien con todo público. “He tocado en el Sonar de España. Que acá en Chile se hayan demorado en pescarme no es problema mío”, asegura, siempre sonriente.

A 14 mil km, en Estocolmo, Suecia, el músico y productor chileno Gonzalo Vargas (31) acostumbra a poner reggaeton en los clubes donde disjockea y se presenta como Talisto. Viene más de la electrónica, pero desde hace algunos años explora el reggaeton, incluyendo una colaboración con la propia Tomasa (“Tu señora”). Dice que siempre le gustó el ritmo, que es difícil no dejarse llevar por él si te gusta el baile, pero cuenta que fue en Europa que terminó por abrazarlo, entendiendo que tenía más que ver con su identidad que la escena más homogénea y acomodada alrededor del house.

En Suecia pone reggaeton, lo mezcla con otros estilos y el público engancha. A veces toca a Kamixlo, un chileno que vive en Londres y que hace algo así como reggaeton oscuro e industrial.

“Me queda claro que el reggaeton es el sonido más refrescante y exitoso que ha salido de Latinoamérica en el último tiempo y que ha conquistado tanto al público masivo como al under”, dice.

Post y pre reggaetón 

Jorge Méndez (45) dirige desde hace una década la radio Carolina, donde el reggaeton representa casi un tercio de la programación. Confiesa que alguna vez pensó que  sería una moda pasajera —como el Axé—, un ritmo que, por específico, pegaría un rato para después ser olvidado. Pero cuando empezó a ver que se mezclaba bien con otros estilos y evolucionaba, se dio cuenta de que estaba equivocado. No es su música predilecta, pero por su trabajo hoy es casi un experto. Puede hablar largamente de las raíces contestatarias del género o sobre lo que representa actualmente J Balvin, al que fue a ver en vivo a Estados Unidos este año.

A diferencia de la mencionada fiesta en Bellavista, en su radio no suena nada de “old school”. Se escucha casi exclusivamente un estilo que llama “electrolatino”, que es la forma que tomó el reggaeton actualmente al fusionarse con elementos de la electrónica. Es el estilo más masivo y en buena parte responsable de la explosión global del reggaeton. Fue impulsado gracias a la música de gente como Pitbull, dice. “Le achunta a todo lo que hace”.

La radio que dirige lidera en todos los segmentos C, pero está seguro de que el estilo es absolutamente transversal. Sólo cree que todavía hay algunos que están en el clóset con el tema, especialmente en la clase alta. Cita el caso de los matrimonios, donde el reggaeton la rompe, pero al otro día hay gente que no se atreve a reconocer que le gusta. Menos a tenerlo en su iPhone.

En la radio, Mendes programa a algunos músicos de la incipiente escena local del reggaeton o electrolatino. No suenan tanto como los grandes nombres de este ritmo, pero suenan, y más desde que corre la ley del 20 por ciento de música chilena. Uno de ellos es Calle Latina, nombre artístico de Rodrigo Campos (29).

Los chilenos de este estilo la tienen difícil frente a los colombianos, puertorriqueños y latinos de Estados Unidos, pero “Calle” cree que esto va a cambiar. Dice que le ha ido bien fuera de Chile: canta en una canción con Nicky Jam, fue prenominado a un Grammy Latino, se ha presentado en Europa y otros países. “Mira, estas fans son de Israel”, dice mostrando un video de Instagram de unas veinteañeras bailando una de sus canciones. “Pronto iré a tocar allá”.

Campos ha escuchado reggaeton toda su vida.  Lo ha visto evolucionar desde que nació del mundo más under en los 90, cuando irrumpió en el circuito de aficionados al reggae y estilos similares. Para hablar de los orígenes del género parte haciendo el ritmo con su boca y golpeando la mesa: “Tum. Ta-tum. Ta-tum”. Es el ritmo del dembow, del que el reggaeton tomó su métrica. “Comenzó con el hip hop que llegó a Puerto Rico, se fusionó con la plena, que viene de Panamá y tiene rasgos del reggae de Jamaica”, cuenta.

En Panamá reclaman los orígenes del reggaeton tanto como Puerto Rico, pero Campos subraya que en este último país el estilo dejó de ser tan casero. Que fueron los productores puertorriqueños los que le dieron el sonido definitivo, que permitió que irrumpiera. El mismo viajó este año a ese país, a trabajar con Luny Tunes, célebre dúo de productores.

Campos dice que espera romper con esto de que los chilenos no son tan populares en el género. Que hay que entender la mística del estilo, pero resaltar la identidad chilena, no imitar el lenguaje de centroamérica. “En mis letras no digo ya tu sabes, digo cachay. No digo whisky, digo copete. En vez de decir las nenas, digo las minas. Hablo como chileno”.

La culpa es del pop

En un lugar muy distinto se ubica Oddó, seudónimo de Ismael Oddó (28), cuyo caso ilustra muy bien cómo el reggaeton ha permeado en otros estilos y subculturas. Hasta hace poco más de un año su circuito era el del pop y el rock alternativo, con sus tocatas como solista (tiene dos álbumes), teloneando a sus amigos de Astro o también como bajista de Francisca Valenzuela.

Así, hasta que fue abducido por este género. Editó un single reggaetonero (“Sigue dándome”) y se dedicó por un tiempo a explicar su cambio, diciendo en los medios que “cuando las luces se apagan todos bailan reggaeton”, que este estilo es “es el nuevo pop latino”, que fue parte de un despertar, de liberarse, de darse cuenta que le gustaba y era lo que quería hacer.

Si antes su influencia era Cerati, hoy cita al puertorriqueño Ozuna. Dice que los cambios que vivió el estilo hace un par de años fueron lo que terminó por cautivarlo: que irrumpiera un reggaeton de letras más románticas, producciones más electrónica. Un género que —asegura— se transformó también en un gran paraguas donde caben diversos estilos.

“Un conductor radial me dijo que hay un antes y un después de ‘Sorry’, de Justin Bieber, y tiene razón. Que el artista pop del momento tome el reggaeton es lo que ayudó a que el estilo cruzara a todos”, sostiene. Incluye ahí el mundo de los hipsters, que fueron los que se sumaron quizá más tarde.

Oddó espera editar en enero un álbum que cristalice esta nueva etapa (de momento sólo ha sacado canciones sueltas), aunque aclara que —por el mundo del que viene— no pretende impostar rasgos del reggaeton más popular, como el bling bling o letras ultrasexuales.

Cree que con ese imaginario mucha gente, incluyéndose, se relaciona también de manera lúdica. Que la gente canta con cierta ironía letras como las de Arcángel, que dice quiere hacerle a una mujer “Las 50 sombras de Grey” y “amarrarte a la cama con tape”.

“Son imágenes extremas, figurativas. Letras chistosas. Daddy Yankee también  es muy seco en eso. La gente sabe que son cosas exageradas y no se las toma siempre muy en serio”.

Jorge Mendes, de radio Carolina, tiene una visión similar. Dice que en Chile hay gente que incluso pasa por alto muchas metáforas del reggaeton. “Todo el mundo cantó ‘La gasolina’, que es de una vulgaridad tremenda, hasta los cabros chicos. Hay una cosa de juego también. De asumir un rol por un rato”.

Puerto Rico, lejos de la moda

Álvaro Fierro (33) es director de la revista JOIA y un fanático del reggaeton desde los inicios del género. Estaba acostumbrado a que su gusto fuera una excepción en los círculos que se mueve, la taquillera revista de arte que dirige o, antes, en la universidad, cuando estudiaba diseño y sus compañeros le decían "el sound", creyendo que ese era el estilo que escuchaba.

Sabe que ahora está de moda en todos lados y confiesa que no le simpatiza demasiado, aunque dice que era esperable. “El reggaeton lleva 20 años reinventándose y sacando nuevos artistas sin parar. Era obvio que iba a traspasar los círculos he iba a llegar a transformarse en moda en lugares donde antes fue mal mirado”, dice.

Meses atrás viajó a Puerto Rico exclusivamente para conocer la cuna del género, los barrios y clubes que de chico escuchaba en las canciones. Se dio cuenta de que el país se divide entre quienes gustan del reggaeton y quienes no, porque han tenido alguna mala experiencia con su lado más gangsteril.

Puerto Rico todavía produce a músicos que cautivan a los más puristas como él. Uno de los más emblemáticos es Anuel AA, cuyo estilo rudo lo margina del circuito más pop, pero tiene una tremenda base de fanáticos. Lo fue a ver una noche a un famoso club de reggaeton, un lugar que resultó ser más precario de lo que pensó. Lo más curioso, eso sí, fue que Anuel AA nunca llegó a tocar.

Al otro día supo —porque medio Puerto Rico hablaba del tema— que justo ese día había caído preso por un lío con armas (todavía lo está y hay toda una campaña para liberarlo). A la larga, Fierro dice que su frustración se transformó en una especie de orgullo. Orgullo por haber estado durante la que dice que es la noticia más importante dentro del reggaeton este año. Del reggaeton de verdad.

Tomasa Del Real

“El feminismo no me interesa”

“Esta es una volada super triste y depresiva”, dice Tomasa Del Real de la música que está sonando en la radio en el momento de la entrevista, que es una canción de Javiera Mena. “Está bien hecha, pero no me representa para nada, como casi todo el nuevo pop chileno. Yo vivo en la playa”.

Del Real es de los personajes más curiosos de la escena musical chilena y ejemplo de las singulares formas que puede adoptar un estilo como reggaeton. La rompe en el circuito alternativo de Santiago, pero vive en Iquique, que dice que es como Miami, le gusta el bling bling y quiere ser una estrella global.

El reggaeton ha permeado en todos lados, ¿por qué?
Es el nuevo pop de Latinoamérica. Murieron los Chayanne, Thalia, no existen. Los reggaetoneros se robaron todo el protagonismo. Las personas no compran ya letras tipo "te amo tanto y no me pescas" o "te amo tanto y somos felices". Son super lejanas a la realidad. Y la realidad es que la gente quiere ser libre con su sexualidad e ir a un carrete a comerse a alguien.

Hay gente que reniega del reggaeton.
Por vergüenza, por no querer admitir que eres flaite o que escuchar a alguien que es poco culto. El reggeaton es ordinariez de pie a cabeza.

¿Se relacionan los chilenos tan literalmente con las letras?
Las fiestas están hechas para gente soltera. Y si tú pones electrónica la gente baila en metro cuadrado y listo. En el reggaeton necesitas una pareja. Mujer u hombre, pero la necesitas. Necesitas para engancharte de piernas. El perreo. Y hace que inconscientemente le digas al otro en su cara algo que jamás le podrías decir porque no existe esa confianza. Te da esa licencia: "Te quiero romper en la cama". Y si repites eso es más probable que termines yéndote con alguien pa' la casa.

Dices estar orgullosa de consumir, aparentar y el bling bling.
Soy hija de una mamá que trabajaba todo el día y le costaba, y por lo mismo nunca le pedí regalos de Navidad. Entonces cuando puedo hacer plata me gusta ostentar. No quiero guardármela. Es un sentimiento de superación. Es algo super flaite de decir "no tengo nada, pero cuando tengo quiero que todos lo vean y que se den cuenta de que no soy pobre". Me hace feliz vivir en Iquique en un departamento grande frente a la playa. Me hace feliz comprarme lentes Versace. Me gusta que la plata no sea tema. No le tengo respeto al dinero. Disfruto gastar.

Eres mujer, pero no feminista. ¿Por qué?
¿Viste que haciendo las fotos un tipo me dijo eres muy sexy? Ya, yo le dije: "¿En serio? Pienso lo mismo". ¿Por qué lo voy a tener que rechazar? Al revés. El reggaeton nunca dice "mujer tonta, quédate en la casa, no me hables". Dice eres preciosa, te amo, te quiero hoy día. Y que alguien te quiera por un día o por un rato no tiene nada de ofensivo. Y el feminismo no me interesa, porque no me voy a llevar bien con las mujeres sólo porque son mujeres.

¿No tienen más cerradas las puertas las mujeres en el reggaeton?
Es que ni la han tocado. No han abierto ni la ventana. Prefieren andar peleándose entre ellas o andar con imbéciles a los que después les echan la culpa de todo. Todos tenemos cabeza, dos manos, dos piernas, internet. En el pasado imagino que era otra volada, pero hoy no hay excusa.

El reggaeton es popular, pero también muy odiado.
Es que es invasivo. Es pesado. No dice cosas amorosas. Una vez hicieron un video ninguneándome. Y lo encuentro hermoso. Hermoso que alguien se haya dado el tiempo de odiarme en su casa. A los haters yo los llamo fans. Porque hacen lo mismo: te ven, te escuchan y te analizan.