En un parque de Eslovenia, se enterró desnuda por dos horas en una fosa a ras de suelo. En España, se encerró en un refrigerador encendido para que el público pudiese ver cómo se le ponía la piel de gallina. Se ha dejado abofetear y escupir en su país por una indígena guatemalteca, y en Berlín, un dentista le extrajo todas las tapaduras de oro para luego exhibirlas como piezas de arte. Por más de una década, la artista Regina José Galindo (1974) ha utilizado su cuerpo como soporte artístico y cómo metáfora de su pensamiento político, en el que el abuso de poder, la violencia y la discriminación juegan un rol central.
Invitada por primera vez a Chile, Galindo realiza hoy una performance, a las 19.30 horas, en la Galería Gabriela Mistral (Alameda 1381), donde su cuerpo nuevamente será protagonista: esta vez utilizará un cerro de aserrín de pino, con el que ha llenado la galería y que simboliza la explotación de este árbol por la industria forestal en el sur de nuestro país. "Guatemala y Chile tienen muchas conexiones, historias políticas comunes. Cuando fui invitada, pensé primero hacer una obra en torno a la dictadura; la Operación Cóndor comenzó en Guatemala, que funcionó como conejillo de indias para luego seguir en otros países como Chile. Sin embargo, luego llegué a este tema de la explotación del ecosistema, y me pareció más actual y al mismo tiempo contingente. Muchos no se dan cuenta que esos conflictos pasados tienen su repercusión en el futuro. Todo tiene que ver con intereses económicos y la lucha por la tierra", señala Galindo.
Además de la performance, la artista exhibirá parte de su obra seleccionada por la curadora local Soledad Novoa, quien eligió trabajos que conectan problemáticas sociales con el paisaje y lo orgánico. En la muestra Desierto se verán registros en video de Alud (Grecia, 2011), Suelo común (Eslovenia, 2012), Paisaje (Guatemala, 2012), Descensión (México, 2013), Tierra (Francia, 2013) y Piedra (Brasil, 2013). Además, hasta el 3 de agosto se proyectará en uno de los muros de la galería la acción artística que realice Galindo hoy.
La artista se hizo conocida internacionalmente en 2005, luego de ganar el León de Oro en la Bienal de Venecia por su performance 279 (golpes), en la que se encerraba en un cubículo hermético y desde dentro se autoinfringía golpes por cada mujer asesinada ese año en Guatemala; el sonido de los golpes era amplificado hacia el público. Desde entonces, su obra se visibilizó y Galindo ha sido invitada a España, Rusia, Turquía, Estados Unidos, Francia y República Checa, entre otros países. Eso sí, la artista siempre se preocupa de presentarse en Guatemala, aunque en su país su trabajo no es igualmente valorado como en el extranjero. "Mi trabajo es conocido, pero marginado. El circuito de arte en Guatemala es muy conservador y el galerismo casi no existe. Mi obra además es incómoda para buena parte del público; sin embargo no puedo decir que haya sido censurada. Como artista estoy a salvo", explica.
Su historia en el arte es bastante inusual: Galindo no tuvo formación artística y hasta fines de los 90 se desempeñó como secretaria en un agencia de publicidad, donde por cosas del azar comenzó a conocer a diferentes artistas que le abrieron el camino a la producción de arte. "A la primera que conocí fue a Ana Mendieta, que me marcó mucho, y luego a gente como Santiago Sierra, Teresa Margolles y Tania Bruguera (todos artistas de performance). Me di cuenta de que mi camino para expresar mi opinión era el arte y que podía hacerlo sin tener una habilidad artística. Uso mi cuerpo, porque siento que es el medio más poderoso y expresivo que tengo, la energía y la capacidad de empatía que tiene el cuerpo humano no se logra con ningún otro medio", dice Galindo.
Hoy Galindo es representada por la galería Prometeo de Milán y viaja por el mundo desarrollando su obra. Este año exhibirá en Davidson College, Carolina del Norte, viajará a Taiwán y tendrá una muestra individual en Italia. Claro que sus viajes son cortos y no de turismo. "Tengo una hija y cuando vuelvo a Guatemala soy como cualquier otra ciudadana que trabaja. Reconozco que he tenido suerte, como yo hay muchos artistas interesantes en mi país, que no han tenido las mismas oportunidades", cuenta.
¿Piensa que su obra puede cambiar en algo las injusticias sociales?
No creo que los artistas seamos un riesgo para el Estado. No me siento una activista ni trato de hacer una denuncia moral. Tampoco creo que todo arte debe ser político. Para mí el arte es el campo de mayor libertad que existe y a través de él me expreso. Sí me interesa generar un debate, y plantar la semilla de una reflexión en el público.