Competencia no le ha faltado. España, Portugal, Alemania, Italia y Francia han anunciado ajustes fiscales con bombos y platillos.
Pero nadie ha ido tan lejos como la coalición. El primer ministro David Cameron planea un ajuste de un 25% en todos los ministerios con la excepción de Salud y Ayuda Internacional.
Este martes el ministro de Finanzas, George Osborne, se enorgulleció de haber recibido unas 100.000 ideas de recortes posibles de parte del público británico.
El objetivo es bajar el déficit fiscal de un 11% -el más alto de los países del G20- a un 2,1% al fin de su período de gobierno en 2014-2015.
El gran enigma es si estos planes van a tener el resultado buscado: resolver el déficit y reactivar la economía.
EL PRESUPUESTO
La poda empezó a pocos días de asumir cuando Osborne anunció recortes de 6.000 millones de libras (US$9.400 millones).
El ajuste no era grande (0,4% del Producto Interno Bruto - PIB) pero dejaba en claro que el gobierno había diagnosticado que la prioridad era sanear las finanzas públicas.
Una medida compartida por otros sectores conservadores europeos como los liderados por la canciller Angela Merkel en Alemania y el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet.
El 22 de junio la coalición anunció al parlamento su presupuesto de emergencia con el recorte fiscal más profundo de la posguerra.
Un 77% de la disminución estimada del déficit provenía del gasto fiscal. El resto salía de aumentos impositivos que incluyen un salto en el impuesto al valor agregado (IVA) del 17% al 20% a partir de enero y un incremento del tributo a las ganancias del 18% al 28%.
El anuncio fue celebrado por los mercados financieros, pero los indicadores de consumo y del mercado inmobiliario (se calcula que un 70% de la población tiene hipoteca o es propietaria) han mostrado una preocupante tendencia a la baja.
¿EXITO O TITANIC?
El futuro de la coalición depende del éxito de esta gigantesca apuesta por la probitud fiscal.
Desde el keynesianismo han recordado las lecciones de la historia. En 1937 el gobierno estadounidense, creyendo que lo peor de la depresión había pasado, ajustó el cinturón y hundió al país en una segunda recesión.
"Sólo el gasto público puede suplantar la caída de inversión privada que define a un proceso recesivo. Además la actual política va a empeorar el problema del déficit debido a que caerá la recaudación impositiva y aumentará el gasto debido al incremento del desempleo que produce la recesión", señaló a BBC Mundo el catedrático de la Universidad de Cambridge, Peter Clarke, autor de "Keynes: el economista más influyente del siglo XX".
La pregunta básica del keynesianismo es quién va a ser el motor de la recuperación económica si se achica el estado.
En un proceso de recesión o desaceleración económica, el sector privado no cumple ese papel.
La coalición ha apostado a una salida exportadora. En su presupuesto redujo impuestos a la industria en un intento de activar el sector.
El problema es que esto va a depender del comercio internacional y de la económicamente anémica Unión Europea, destino del grueso de las exportaciones británicas.
El intento de la coalición de abrir nuevos mercados, expresada en el reciente viaje a la India del primer ministro David Cameron, es un reconocimiento tardío pero meritorio de la necesidad de ampliar horizontes: en el mejor de los casos tendrá resultados a mediano plazo.
¿POLITICAMENTE VIABLE?
El otro gran enigma es qué tan viable políticamente será esta era de recortes.
El hacha aún no ha caído. En octubre el gobierno dará los datos específicos del ajuste: por lo bajo se calcula que unas 600 mil personas perderán su trabajo.
Los sindicatos han señalado que no van a aceptar mansamente una ola de despidos masivos.
A esto se suma el inevitable deterioro de los servicios públicos. Es difícil recortar el presupuesto entre el 25 y el 40% en cuatro años sin que haya una importante dislocación de los servicios que se suministran.
Políticamente la batalla está en los primeros asaltos, en parte porque nada ha sucedido aún, en parte porque el verano europeo ha amortiguado el golpe y porque la oposición, encarnada por el laborismo, todavía está debatiendo quién será su nuevo líder.
En el interior de la coalición están apareciendo las primeras grietas. Es cierto que nadie daba mucho por una alianza que muchos habían considerado imposible, pero estos 100 días han golpeado duramente a los liberales demócratas que en la última encuesta registraron una popularidad del 8%, la primera vez en años que se encuentran por debajo del 10%.
Si el verano ha sido relativamente apacible para la coalición, el invierno se perfila sombrío.