Colo Colo es un mar de lágrimas. Un verdadero funeral. Pueden ser frases hechas y comunes, lo que sea, pero que describen a la perfección lo que era ayer el vestuario del Cacique, o más bien, el hogar del dolor.
Hubo llanto, sobre todo en el túnel y en el camarín. Los ojos hinchados y rojos del defensa Fernando Meza, cuando abandonaba el recinto, reflejaban la amargura de los albos. El empate 1-1 ante Antofagasta, en un estadio Monumental lleno y silente, destrozó por completo el corazón del plantel, que ahora ve cómo el archirrival, Universidad de Chile, tiene la primera opción de ganar el Torneo de Clausura. Tal vez aquello es lo que más le duele al Cacique: saber que permitió el renacer de la U, un equipo por el que nadie daba un peso a comienzos de campeonato.
La igualdad con los Pumas se vivió como una verdadera derrota. Los dirigidos de Pablo Guede estaban al tanto de que la U había goleado por 0-3 a O'Higgins. Por eso, cuando el árbitro Patricio Polic dio por terminado el partido, de inmediato se llevaron las manos a la cara. Sienten que la estrella 32 se perdió. Así de simple. Que se acabó el torneo.
Luego vinieron las lágrimas y el silencio sepulcral. El vestuario estaba mudo, relata a La Tercera un testigo del funeral. Nadie dijo nada. Tampoco el entrenador ni Aníbal Mosa, presidente de Blanco y Negro, a quien se le vio profundamente afectado y decepcionado.
Lo que sí hubo fue uno que otro comentario entre los jugadores con respecto a los cuestionados cambios del DT, explica un miembro de la plantilla. Por ejemplo, nadie entendió la salida de Octavio Rivero para el ingreso del juvenil Iván Morales, ni en las tribunas ni en el plantel. "Quise darle más velocidad al ataque", fue la insólita explicación del adiestrador argentino para sacar a uno de sus agentes más peligrosos y, de hecho, el autor del único gol albo.
Por su parte, el cuerpo técnico se encerró en su oficina, a un costado del vestuario albo. Guede apenas estuvo alrededor de dos minutos en el camarín con su plantilla. El transandino estuvo callado, destruido por el título que se le escapa de las manos y consciente de que gran parte de la responsabilidad recae en él, sobre todo ayer, porque las sustituciones que hizo no resultaron.
Cuentan en el Monumental que en el sector de los técnicos se escucharon varias puteadas, que la calentura de Guede y sus colaboradores por lo que había pasado era máxima. Una situación entendible, en todo caso. Uno de sus asistentes, Agustín Salvatierra, estuvo presente en la sala de prensa durante la conferencia del técnico, como muestra de apoyo.
Mientras, en la zona mixta salían de a poco los jugadores de Colo Colo. Alvaro Salazar, Paulo Garcés, Meza, Julio Barroso, Ramón Fernández... Ninguno quiso hablar. Algunos ni siquiera miraron a los medios de comunicación. Otros se excusaron, como el arquero titular y el volante nacionalizado chileno.
El único que habló fue el capitán Esteban Paredes. El goleador del Cacique sacó la voz para reflejar el sentir del vestuario. Como se dice en buen chileno, salió a ponerle el pecho a las balas tras la increíble debacle en Pedreros.
"Todo el equipo está destrozado, para qué les voy a mentir. Que pase luego este día para recargar fuerzas y luchar hasta la última fecha. Que pase lo que Dios quiera. Nosotros tenemos que ganar nuestro partido, lo que pase después dependerá de la U", comentó el atacante de 36 años, que ayer no pudo marcar.
Consultado sobre la continuidad de Guede en la banca del conjunto de Macul, el experimentado jugador se cuadró con el DT, con quien goza de una buena relación. "Siempre se cuestiona al técnico de Colo Colo. Es normal. A nosotros nos gustaría que Pablo siguiera trabajando", sentenció.
De todas formas, asumió que las opciones de bajar la estrella 32 son prácticamente nulas, ya que quedaron un punto abajo que los universitarios en la tabla de posiciones, a falta de una fecha.
"El título depende de la U. Ellos son punteros. Vamos a ver cómo juegan su partido. Nosotros vamos a agotar todas nuestras chances. Tenemos la esperanza aún", finalizó Paredes, sin muchas ganas de conversar.