Un caso de ficción superado por la realidad: la película Relatos salvajes, donde seis personajes explotan ante la injusticia, no se pudo estrenar esta semana en Argentina por el paro de trabajadores de multisalas. En busca de mejores condiciones laborales, los empleados transandinos perfectamente podrían protagonizar una séptima historia en esta película de catarsis social. Tal vez, no por nada, la cinta ha sido saludada como un reflejo de la impotencia y la ira del ciudadano medio argentino. Eso sí, vista casi siempre por el cristal del humor negro.
Relatos salvajes se estrenó en la Competencia Oficial del Festival de Cannes 2015 y desde su anuncio muchos la tomaron como una sorpresa en la programación. Acostumbrado a exhibir filmes con historias que escapan a la lógica del entretenimiento tradicional, Cannes no es la plaza donde un trabajo como Relatos salvajes tenga de antemano a todos los críticos y público a favor. Es más bien, una película que llegó al encuentro de la Riviera francesa como un invitado de piedra. Sin embargo, todos los prejuicios se derrumbaron desde la primera función, cuando la prensa especializada y los invitados comulgaron con cada guiño, ironía, chiste y pequeña tragedia de la cinta.
"Es raro ese prejuicio hacia el cine de entretenimiento. Lo único que tengo claro es que acá la gente se movía en los asientos, se reía, deliraba. Y claro, nos sorprendió también un poco eso en Cannes, donde los franceses no se ríen con nada", comentaba Ricardo Darín en el festival un día después del estreno,
La obra, que reúne a un elenco de conocidos actores transandinos entre los que están Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti y María Onetto, se estrena la próxima semana en Chile, a la par que Argentina. Se trata de seis episodios de situaciones límite: un avión pilotado por quien previamente fue humillado por todos los pasajeros en algún momento de su vida, un yuppie (Leonardo Sbaraglia) que se cree el dueño de la carretera y provoca a un conductor de un desvencijado Peugeot 504, un empleado al que una y otra vez multan por un supuesto mal estacionamiento, un millonario que protege a su imprudente hijo responsable de un accidente carretero, una novia que ve flirtear a su futuro esposo en la fiesta nupcial.
"Yo creo que el juego que nos propone el director Damián Szifrón es hacernos participar en la explosión de los personajes. ¿Qué pasa en el período en que a un tipo lo pasan a llevar y luego reacciona? La película exhibe cómo se aguanta primero y cómo luego hace algo que normalmente no haría. Alguien en su sano juicio se tiende a frenar. Acá no. Los personajes van hasta el final y reaccionan en forma brutal. ¿Y qué pasa si yo llego hasta el final? ¿Qué sucede?", se pregunta Darín, que interpreta a Bombita, el hombre hastiado de los burócratas que lo multan por estacionar mal su pequeño Chevrolet Spark.
"Lo que pasa cuando la gente reaccciona en forma salvaje se ha podido ver recientemente en Argentina. Hace unos meses lincharon a un ladrón de carteras hasta matarlo. Lo peor de todo es que la sociedad creyó que estaba bien. Es la barbarie. Estamos retrocediendo un siglo por lo menos", reflexiona Leonardo Sbaraglia, que interpreta al prepotente conductor de un auto de lujo.
Aunque la reacción en el festival fue de primera y la cinta selló distribución mundial, Darín dice que la respuesta que realmente le importa es la de la argentina: "Finalmente uno hace una película para los suyos. Esta película va a ser una catarsis para los argentinos: estoy seguro". Sobre el efecto liberador también se extiende Darío Grandinetti, que es uno de los pasajeros del episodio del avión. "Es la película de los que pierden toda su vida y en un momento se cansan de eso. En mi segmento todos hemos sido salvajes con el piloto, pero ahora él será capaz del acto más salvaje con los villanos de su vida".
Producida por Pedro Almodóvar y con un humor negro que le es tributario, Relatos salvajes es la tercera cinta de ficción de Damián Szifrón, que destacó además en televisión con su exitosa serie Los simuladores. Szifrón moldeó esta película de episodios en el estilo de los Cuentos asombrosos de Steven Spielberg y tal afán de vigor narrativo se nota por todos los costados. Para Szifrón, entretener es una decisión casi moral: "Hacer una película no es un acto onanista y para mirarse el ombligo. No: un filme es un acto de amor a quien está al otro lado de la pantalla, un tipo que está dos horas en una sala a oscura enfrentado a la imagen. No tiene por qué ser una tortura".
Y agrega: "Y que quede claro que no por entretener hay que crear historias sin peso. No, todo va de la mano, el rigor y el placer. Un ejemplo para mí es El padrino: son tres horas perfectas que puedo ver 700 veces y no me aburren".