El príncipe Guillermo cargó troncos, trabajó en el barro, cocinó y limpió baños durante una expedición a una remota caleta de la Patagonia chilena, experiencia que contribuyó a forjar el carácter del futuro rey mucho antes de que éste fuera entrenado por las fuerzas armadas británicas. Así lo aseguran en un artículo de la agencia Ap testigos de la estada en el sur, ocurrida hace una década, del hijo de la fallecida Lady Di, quien se casa el viernes.
"En ningún momento el príncipe tuvo privilegios, siempre se le veía cargar madera, herramientas... Siempre trabajando, con botas de goma, muy embarrado", asegura en la crónica de Ap el alcalde de Tortel, Bernardo López, que en esa época se desempeñaba como guardaparques. "La experiencia en Tortel a todo ser humano lo coloca un poco más duro, más fuerte... Enseña a sobreponerse a las dificultades de la naturaleza, al exceso de lluvia, de viento y al frío que hace en el verano", agrega el edil.
Caleta Tortel se ubica entre los dos campos de hielo más grandes del mundo, lo que transforma en clima en un adversario si no se es del lugar. La lluvia bordea los 3.000 milímetros anuales y cuando llegó el joven, de entonces 18 años, no había alcantarillado y a menudo se cortaba la electricidad. El pueblo, cuyas veredas, calles y costanera son de madera, tiene 600 habitantes y está ubicado a 2.230 kilómetros al sur de Santiago. Y este fue el último destino del príncipe que se había tomado un año sabático, después de terminar la escuela secundaria.
A fines de 2000, Guillermo viajó a la Patagonia chilena como miembro de Raleigh International, organización inglesa que forma líderes en expediciones a lugares remotos. Antes de llegar a Tortel, durmió siete semanas a la intemperie, en sacos de dormir, bajo carpas instaladas en los bosques. Y cuando estaba próximo a cumplir dos meses aquí, el joven y su grupo llegaron a Tortel.
En la caleta, él y sus 14 compañeros se alojaron en una pequeña cabaña de madera, una antigua sede social, donde tuvieron que acomodar sus sacos de dormir en el piso de la sala. Se bañaban con agua fría. Realizaba trabajos al aire libre e hizo turnos que incluían hacer el aseo de baños, cocinar, lavar loza y barrer la sede social donde se alojaba".
"(Guillermo) Trabajaba a la par con el resto de los voluntarios que vinieron. No había ninguna diferencia", insiste el alcalde de Tortel. Destacando que el trabajo comunitario realizado por el heredero y su escuadrilla fue "bastante importante", porque construyeron una pasarela para unos vecinos que no tenían conexión.
El obrero Haroldo Cárdenas, de 66 años, recuerda en Ap que trabajó en el mismo grupo que el príncipe: "Hicimos con él 65 metros de pasarelas, de 1,30 metros de ancho. Trabajábamos pisando barro y piedras... También hombreaba madera, llevaba (en los hombros) tablones y rollizos, que pesaban entre 60 y 80 kilos... Nunca lo escuché quejarse". Además, detalla que "llovía mucho y demoramos más o menos una semana en hacer 30 o 40 metros... Y ellos hacían de todo. Cocinaban carne, pescado, legumbres".