Hasta hace poco, el mundillo fashion de Londres tenía razones para quejarse. No por la crisis económica, que golpea a todos por igual, sino porque sus más preciados talentos habían dejado de participar en la Semana de la Moda de la ciudad. Jonathan Saunders, Matthew Williamson, Clements Ribeiro y otras casas de moda que son prácticamente emblemáticas del estilo británico, como Burberry o Pringle, parecían haber encontrado en las otras capitales mundiales de la moda –París, Milán o Nueva York– un escenario mejor. ¿Por qué? Porque son marcas top y Londres no calificaba como tal. Así de simple.
Después del atentado a las Torres Gemelas, muchos diseñadores europeos decidieron trasladar sus presentaciones bianuales a la Semana de la Moda de Nueva York, convencidos de que si los norteamericanos no estaban de ánimo como para ir a buscar ropa al Viejo Continente, había que llevarla hasta Estados Unidos. El polo de la moda viajó a través del Atlántico y se quedó allá por años, mientras París se las arreglaba para mantener algo de histórico glamour, pese a que sus grandes casas de moda ya no estaban siendo lideradas por franceses. Y, para hacerlo, la ciudad de la luz fichó a más de algún talento inglés. Entre ellos, Stella McCartney, quien abrazó la fama internacional sólo cuando firmó para Chloé y John Galliano, actual estrella de Dior.
Sin embargo, muchos diseñadores que nacieron y se criaron en la capital inglesa decidieron volver este año a esta mediática pasarela organizada por el British Fashion Council (Consejo Británico de la Moda). Hay una razón oficial: el evento cumple sus bodas de plata y hay que celebrarlas como corresponde. Pero eso no es todo. Hoy, la ciudad del Támesis está volviendo a marcar pauta, como lo ha hecho muchas veces a lo largo de la historia, y los grandes no quieren quedar fuera de este renacer.
"Sicológica y creativamente, estamos arriba otra vez, mientras todos los demás están abajo", escribió para el periódico inglés The Guardian, Sarah Mower, colaboradora de las ediciones británicas y norteamericanas de Vogue y asesora en talentos emergentes del Consejo Británico de la Moda.
En la columna, que fue además citada por el ultra visitado blog norteamericano The Huffington Post, apunta: "La Semana de la Moda de Londres ha tenido muchos altos y bajos, que se vinculan con los vaivenes económicos mundiales y con la convergencia de visionarios creativos, altamente competitivos, que han generado cambios en la manera en que el mundo entero ha querido vestirse".
Según esta especialista, el genio colectivo londinense se ha expresado en oleadas. En los 80 reinaba el trío Westwood-Hamnett-Galliano. McQueen y Chalayan irrumpieron en los 90, en paralelo a la supremacía del sonido britpop, liderado por los hermanos Gallagher, de Oasis. En la década que está por terminar, emergió un nuevo tsunami de talento encabezado por el aplaudido Christopher Kane, gestor de una caleidoscópica colección de vestidos de vendas y encajes sintéticos, que marcó historia sobre una pasarela instalada en Holland Park.
"Kane está lejos de ser un caso aislado", acota Sarah Mower. "Una nueva generación que estaba en el circuito off comenzó a dar nuevos bríos a la moda con sello británico. ¿Y por qué este florecimiento? Por el impulso generado desde la influyente escuela Saint Martins College of Art & Design. Y también porque se dio una inusual camaradería entre estos diseñadores, que les permitió ayudarse entre sí. Esto es algo que no sucedía hace 10 años en Londres, cuando los modistos, que formaban un círculo agrio y chic, se miraban entre sí con celosa suspicacia. Y no pasa hoy en París y Nueva York, donde no pueden creer que los creadores británicos estén relacionándose en estos términos. Es cierto que hemos enfrentado una recesión que afecta el negocio de moda, pero esta es la generación de diseñadores más resiliente, optimista y colaboradora que ha existido".
EL PODER DE KATE MOSS
El regreso de la Semana de la Moda de Londres a un sitial de honor ha obligado a los teóricos de la moda a preguntarse qué diablos es, a fin de cuentas, eso que se conoce como Brit Style. Porque claramente se trata de mucho más que usar tartán y tweed o de crear trajes inspirados en las tradicionales cacerías campestres de la realeza. Pensar que el Brit Style se refiere sólo a ropas dignas de un gentleman no estaría a la altura de un país que acunó a talentos tan rupturistas como Vivienne Westwood o Alexander McQueen.
Hoy, Londres es una ciudad cosmopolita y, como es de esperar, ello está marcando su diseño –de moda o industrial– con un estilo ecléctico. Lo propio de la ciudad ya no es local. Algunos de los creadores ingleses en alza ni siquiera tienen sangre británica corriendo por sus venas: se trata de las primeras generaciones con pasaporte británico de familias inmigrantes, provenientes de países de Europa del Este y de Medio Oriente. O, también, de talentos que llegaron a instalarse a esta ciudad –una de las más caras del mundo– ya de adultos, desde países desarrollados.
Es el caso del notable Mark Fast, canadiense que volvió locos el año pasado a los expertos en moda con sus tejidos expandibles. O de la dupla Felder Felder, formada por dos mellizas que aman la estética rockera y punk. Podrán no haber nacido en Liverpool, Edimburgo o Gales, pero estos genios hospedados en Londres sin duda se reconocen a sí mismos como representantes del nuevo Brit Style. A mucha honra.
Rachel Arthur, editora asistente de WGSN (la consultora de moda internacional más importante del mundo) en su sede de la capital inglesa, explica que en las calles del Reino Unido todo vale, pero lo que prima es un look algo grunge, que combina influencias de la música indie (independiente) con guiños a los viejos tiempos del rock & roll y el punk.
Este look se define por pantalones pitillo, camisas escocesas, botas grandes y maquillaje difuminado. Es una propuesta que lleva cierto tiempo ya y fue impuesta por Kate Moss ("todo lo que ella se pone, el resto lo quiere usar; es el ícono del estilo inglés", dice Rachel Arthur) y por Topshop, marca que tiene una influencia poderosa.
También están, por supuesto, los modistos más avant garde, que representan otra cara del Brit Style actual, compuesta por ropa súper creativa, pero muchas veces imponible. "Esta ciudad posee las mejores escuelas de diseño y eso produce un pool anual de creadores que luego son las estrellas de la moda internacional", concluye Rachel. "Finalmente, todo esto tiene que ver con el talento crudo. Es en Londres donde puedes tener la garantía de que verás algo que te sorprenda. Aquí todos vienen a saber quién será el próximo diseñador top. Porque en esta ciudad nadie tiene miedo de experimentar".