"Ya pues, Mati. Hace rato que te estoy esperando para tirar de nuevo el centro", le grita muerto de la risa José Rojas a Mathias Corujo, los socios del golazo del último clásico universitario, con el estadio Nacional de fondo, sin gente en las tribunas. El uruguayo, con el inseparable mate en su mano derecha, le devuelve la gentileza con otra pizca de humor: "Pero ahora sácalo bien. Porque en el partido la pelota me quedó un poco pasada. Tienes que reconocer".

Corujo y Rojas, los intérpretes de la obra maestra que empezó a sentenciar el clásico, posiblemente el mejor gol del campeonato, repasan junto a La Tercera cada detalle de un episodio que resultará inolvidable.

Aunque ya pasó un rato largo del centro del capitán y del empalme perfecto del charrúa, ambos tienen fresco el recuerdo de la jugada. Miran hacia el arco norte y parecen ponerse de acuerdo para saber quién arranca con la historia de uno de los tantos más lindos que se hayan anotado en un clásico universitario.

"Le quise pegar al arco , jajajaja", cuenta el zaguero zurdo, mientras apunta la zona donde recibió el pase de Gustavo Lorenzetti: "Cuando vi venir la pelota, pensé en tirar el centro de inmediato. Pero cuando vi que tenía opciones de pase, cambié de opinión. Y se empezó a abrir el camino".

Corujo lo mira con atención, pero no logra disimular una leve sonrisa pícara. Es como si no le creyera el relato a su compañero. "Yo creo que se equivocó", dispara el uruguayo, antes de soltar una carcajada. Rojas también se ríe: "La clave creo que fue el primer amague. Ahí dejé fuera de acción al primero que me salió a marcar (Fernando Cordero)".

Los asientos vacíos son mudos testigos de un relato que emociona a los dos protagonistas. El estruendo que se produjo una vez que el balón salió disparado desde el botín derecho del charrúa y batió la resistencia de Franco Costanzo, aún retumba en los oídos de quienes protagonizaron una jugada para el recuerdo.

"Soy bueno asistiendo en los goles, je. Claro, ahora todos van a hablar más de tu definición", le dice el seleccionado chileno a su par charrúa. Corujo, evidentemente más tímido, le devuelve la gentileza y le dice que está bien.

"En un momento, si después puedes ver las imágenes por televisión, creo que le doy la espalda a la jugada porque pensé que el Pepe iba a rematar al arco. Pero como que instintivamente de repente pensé que podía llegarme el centro", cuenta Corujo, que ya sumaba dos goles en el presente campeonato, pero ninguno como el convertido el sábado ante la UC.

"¿Así que no me tenías fe? Que bueno saberlo. Así cuando vuelva a desbordar busco a otro compañero", responde entre risas Rojas, quien pide la palabra para continuar con el relato de la jugada previa: "Después del amague, hago un cambio de ritmo que me deja con ventaja en el área para pensar un segundo antes de decidir qué hacer. Ahí es cuando veo que el mejor ubicado es el Mati. Ya cuando sale el balón hacia el medio termina mi participación, je".

Una vez que vio la pelota en el fondo de la red, Corujo salió corriendo hacia tribuna Andes casi en silencio. Por algunos segundos, sólo levantó su dedo en señal de alegría, mientras el estadio teñido de azul explotaba de alegría por la conquista. Luego daría rienda suelta a su felicidades, entre los brazos de quienes fueron a buscarlo para acompañar su festejo

"Sabes que no me di cuenta de eso", reconoce el uruguayo, quien después de recibir el saludo de sus compañeros, corrió casi veinte metros para ir a abrazar a Rojas, en señal de agradecimiento por el gol, pero también de reconocimiento por la jugada.

"Si es el mejor del campeonato, espero que me des parte del premio", le pide el capitán de los azules, antes de apuntarle a Corujo donde empalmó su centro. Ahora es el momento del charrúa para que cuente su parte de la obra maestra.

"Cuando vi la pelota venir, sabía que tenía que pegarle de primera. No había otra posibilidad. Quizás si la controlaba con el pecho, se me iba larga y el Pepe me mataba, je. Por ahí, de cien veces que pruebas, 95 remates se te van a la tribuna. Por suerte, éste entró perfecto", describe Corujo, haciendo instintivamente el mismo gesto del partido con su pierna derecha, como si visualizara el balón en el aire de Ñuñoa. Rojas lo mira, se vuelven a imaginar la escena y se abrazan.