Dice haber quedado "tristemente sorprendido" con la noticia de la muerte de Fidel Castro. Y no es para menos. Después de haber entrevistado en ocho ocasiones al líder cubano, Henry Raymont estaba preparando un nuevo viaje a la isla. "Quería tener la novena entrevista, pero lamentablemente El Caballo me ganó la mano", afirma el ex corresponsal en La Habana de United Press International (UPI), aludiendo al apodo con que Fidel era conocido "al inicio de su carrera meteórica en Cuba", asegura.
Pero la amistad de Raymont y Fidel se forjó tras un hecho traumático. El entonces corresponsal de UPI, nacido en 1927 en la ciudad alemana de Königsberg (actual Kaliningrado) y hoy radicado en Washington, fue el primer periodista en informar sobre el fallido desembarco en Bahía de los Cochinos de tropas de cubanos exiliados, apoyados por Estados Unidos, en abril de 1961, que pretendían invadir la isla y formar un gobierno provisional. Un hecho que pudo costarle la vida.
"A mí me mandaron de una embajada, con un chofer, una nota diciendo que el desembarco se había producido. El rumor de que venía un desembarco se venía repitiendo ya hace semanas, la diferencia era que esa mañana me desperté con el ruido de unas explosiones, creí que eran truenos", relata Raymont a La Tercera. Pero al poco rato vio a los milicianos "correr hacia unos cañones antiaéreos que Checoslovaquia le había dado a Cuba y desafiar las balas de los aviones".
"Siempre digo que di la primera noticia (de la invasión), pero que fui el último en creer que era verdad", afirma. Pero jamás acabó la transmisión. Poco después de que golpearan su puerta, acabó en una celda del G2, la Seguridad del Estado cubana. En los siguientes días, sería interrogado por, entre otros, Ramiro Valdés, actual Vicepresidente, quien lo amenazó con acabar "en el paredón".
"Fue una comedia de errores que pudo haber terminado en tragedia, pero terminó bien", recuerda ahora. "Cuando salí de la prisión, me acompañaron siete embajadores para estar seguros de que no me iban a volver a detener antes de salir. Me acompañaron para tomar el avión, pero de repente desaparecí en un cuarto y volví a reaparecer 20 minutos después. Resulta que Fidel envío a una mujer, que fue su gran amor, y ella me dijo: 'Henry, esperamos que este contratiempo no cambie su opinión positiva de la revolución y de la persona de Fidel'. Yo le contesté: 'Yo soy profesional y entiendo perfectamente que ha habido un error de gran angustia y de crisis'".
Hoy no duda en definir como amistad la relación que mantuvo con Fidel. "Hubo una amistad que uno tiene con personas con quienes ha compartido momentos críticos en su vida. Por ejemplo, me pasé un par de semanas en Cuba en el tiempo que Fidel estaba siendo entrevistado por un amigo mío de toda la vida, Tad Szulc, que escribía su gran biografía de Fidel. Yo estuve presente cuando Tad le enseñó a Fidel a preparar hígado de ganso, una de las comidas favoritas de los polacos, de la que Fidel no tenía la menor idea. Ese tipo de relación le da a uno cierta intimidad afectiva", explica.
Al momento de citar algunos rasgos de la personalidad del ahora fallecido líder cubano, Raymont no duda en destacar su humor. "Tenía un gran sentido del humor, muy personal. Tenía lo que en Argentina llaman 'el don de gente'", señala.
"La otra cosa es que era un fenómeno de oratoria. ¿Quién logra mantener a un millón de personas en una plaza, hablando cuatro horas? No sólo eso. ¿Quién podía tener a los grandes poetas Pablo Neruda y Nicolás Guillén como responsables de hacer las introducciones antes de que él hablara?", se pregunta el ex corresponsal.
Pero Raymont no rehuye mencionar sus críticas a Fidel. "El no era un gran demócrata, por cierto. En lo que respecta a derechos humanos Fidel dejó mucho que desear", sostiene. Con todo, Raymont considera que Fidel "va a pasar a la historia, después de Martí, como uno de los primeros líderes del continente que desafiaron la hegemonía de Estados Unidos".
Respecto al futuro de Cuba sin Fidel, Raymont no duda en señalar que el Presidente Raúl Castro "es mucho más pragmático". Pero luego vuelve sobre la figura de Fidel. "Todo indica que habría sido contraproducente ir y verlo en un estado en que evidentemente ya no estaba tan lúcido", dice. "Mejor guardar el recuerdo de un joven caribeño con una energía que no acababa.
Nos metía en un jeep con él y recorríamos toda la isla. Esos eran momentos de una popularidad increíble", concluye.