Si hace el ejercicio de levantarse con el alba en cualquier resort de Punta Cana, posiblemente la escena con la que se tope será la misma. A esa hora, en la playa, un puñado de jóvenes fiesteros está coronando la noche con un chapuzón en el mar, mientras amenazan con regalar a los presentes un pálido "palomita blanca" que -por suerte- se queda sólo en el aviso. También, aparecerán las primeras parejas lunamieleras para fotografiarse con la postal de amanecida y un número no menor de "patotas" familiares saldrán a tomar aires matutinos antes de ir a asaltar el desayuno buffet.
El reloj no alcanza a marcar las siete y la playa paulatinamente comienza a llenarse. Es el escenario inevitable que encontrará en la zona turística más importante de República Dominicana por estas fechas, cuando los diferentes resorts se atiborran de veraneantes. Pero esto no quiere decir que usted deberá sacrificar la calma si quiere pasar unos días en las idílicas playas dominicanas.
A 105 km al suroeste de Punta Cana se ubica La Romana, una provincia de 200 mil habitantes que bien merece la atención si le gusta la comodidad de las vacaciones en un "todo incluido", sin perder la más completa tranquilidad. Lugar que, además, por su ubicación es una buena alternativa para los que buscan salirse del binomio playa-sol y conocer otras particularidades de las tierras dominicanas.
Más que Caribe
Puede parecer muy raro, pero un idioma que comúnmente escuchara en cualquiera de los resorts emplazados en La Romana es el ruso. Por alguna razón, esta parece ser una zona predilecta de los habitantes del Cáucaso y su personalidad -sigilosos como agentes de la KGB- se deja sentir en el silencio y calma del lugar: aquí no se topará con ruidos de lanchas, motos acuáticas y rara vez con música de fondo.
En La Romana, como en la mayoría de los destinos turísticos de República Dominicana, hay que tener en cuenta que se trata de un lugar de hermosas playas, las que actualmente han sido tomadas por los diversos resorts que se han instalado en la zona. Después de eso, como dirían por acá, "no hay más nada...". Es lo que sucede con el estilo de vacaciones que encontrará en este país, que está diseñado para "encerrarse" a disfrutar del sol y las instalaciones del todo incluido y, luego, a olvidarse del mundo.
Sin embargo, quienes opten por La Romana, tienen más opciones. Se encuentra a mitad de camino entre Punta Cana y Santo Domingo, un punto estratégico que no sólo la ubica más cerca de la capital, sino que también de un sinfín de atractivos cercanos. Claro, acceder a estos lugares desde la propia Punta Cana o Bávaro es posible, aunque a un costo hasta US$ 20 más caro por persona y con una pérdida considerable de una de las cosas que más importa en vacaciones : tiempo.
El primero de estos lugares es Altos de Chavón. Está dentro de la misma provincia y lo más rescatable es, sin duda, lo llamativo que resulta ver una villa mediterránea ubicada en medio de la selva. La idea fue del empresario Charles Bludhorn, quien, dicen, mandó a construir este lugar en 1976 para regalárselo a su hija en su cumpleaños, la que estaba enamorada de los pequeños pueblos medievales. Sea verdad o no, actualmente -y vaya a saber uno por qué- Altos de Chavón alberga en su interior una academia de diseño asosiada a la Parsons School of design de Nueva York, por lo que se encuentran varias tiendas donde podrá adquirir cuadros, adornos y diversos artículos de diseño. También tiene excelentes cafés y es un lugar agradable para pasar la tarde acompañado de la excelente vista del río Chavón. Tan impresionante es este entorno, que ha servido como locación para muchas películas, como Apocalypse Now. Hay tours desde La Romana por US$ 40 que duran tres horas, tiempo de estadía más que suficiente. Desde otros puntos, el tour se puede extender hasta siete horas.
Otra visita obligada es, por supuesto, Santo Domingo. La capital dominicana fue la más antigua ciudad fundada por los españoles en América, así que tiene mucho de eso de "que la primera calle", "que la primera iglesia", "que la primera asamblea"... Pero obviamente eso no es lo único. No puede perder la oportunidad de comer platos locales y a buenos precios. Una excelente opción es Atarazana (calle Atarazana N° 5, a pasos de la Plaza España), un restaurante buffet donde destaca "la bandera", plato típico consistente en arroz con porotos (habichuelas) y carne. Por US$ 12 coma hasta decir "basta".
Además, la ciudad es un buen punto para adquirir souvenirs a valores convenientes. Los más típicos: las joyas de ámbar y, obviamente, el ron. Todas las guías señalan al Mercado Modelo como el sitio idóneo para tales fines, aunque, eso sí, debe armarse de una paciencia de oro para soportar al ejército de vendedores que lo seguirán incansablemente. Por lo mismo, le recomendamos Almacenes El Frutal, una distribuidora que se ubica a una cuadra del famoso mercado. Tiene los mismos souvenirs, pero sin la intimidante turba, puede vitrinear más relajado y, lo mejor: los precios son regateables.
100% tropical.
A 39 km de La Romana está Isla Saona, un lugar al que se llega desde la playa de Bayahibe y que podría describirse como lo más idílico del Caribe... y más. Muchos toman un tour que lleva hasta la isla directamente, para pasar el día tomando sol. Pero lo mejor es optar por el recorrido en catamarán (US$ 180), que pasa por diversos puntos de la isla. Es la misma idea que se repite en varios lugares del mundo, donde van todos arriba del barco, algunos bailando el ritmo local (en este caso raeggetón y bachata), otros bebiendo (hay barra libre), otros bronceándose y unos pocos pendientes de no caer víctimas del mareo. Se detiene en algunos puntos específicos para zambullirse en las increíbles aguas turquesa y luego se continúa. Los puntos altos de este tour son la visita a los manglares, el nado con las estrellas de mar y, sobre todo, la visita al banco de arena que se ubica en el punto donde el Caribe y el Atlántico se unen. Un curioso fenómeno en donde, lejos de la costa, el mar tiene sólo centímetros de profundidad. Simplemente, imperdible.