Un grupo de jóvenes veinteañeros discuten en el metro si Alice in chains perdió todo sentido tras la muerte de su vocalista, otros recuerdan las visitas de Slipknot. Hablan de esas bandas pesadas como parte de sus vidas, de su cultura y códigos mientras van rumbo al Estadio Nacional para despedirse junto a 60 mil personas, de una institución musical clave del Siglo XX como Black Sabbath en su hora final. La conjunción increíble de músicos reunidos en Birmingham en 1968 que dio vida al heavy metal con una partida de álbumes inigualables entre 1970 y 1975, ha declarado firmemente que el grupo cesa sus actividades tras un último concierto el próximo 4 de febrero en su ciudad natal. Por lo mismo, este no es un retiro cualquiera. The End se llama la gira y para los amantes del rock clásico el momento representa historia pura. Las despedidas como ardid publicitario ya son cuento viejo en esta industria. De hecho Ozzy Osbourne fue pionero en 1992 con miembros de Black Sabbath como invitados en un periplo anunciado como el fin de su vida musical en vivo, y así tres años más tarde debutó en Chile en un memorable show en el teatro Monumental una tarde de lluvia. Pero hay algo rotundo en las declaraciones del cantante, del guitarrista Tony Iommi que se ha recuperado de un cáncer, y del bajista "Geezer" Butler sobre los motivos de este adiós. La edad -todos se acercan a los 70 años- y los viajes trasatlánticos les superan. No ven más motivos para continuar.

Esta noche de sábado no cabe más gente en el Estadio Nacional. La gran mayoría son hombres, las poleras negras dominan por paliza, y las edades van desde abuelos hasta adolescentes. Han pasado Yajaira y Rival sons como teloneros, y salen avisos para comprar un último álbum de Black Sabbath que contiene material que no quedó en 13 (2013), el excelente disco con Ozzy cantando por primera vez desde 1978, y que hace tres años los trajo a Chile en un gran concierto en el estadio Monumental. A las 21.10 las tres pantallas gigantes se encienden con una animación digital sobre el nacimiento de un demonio que escupe fuego y patea la tierra provocando un cataclismo. De pronto arrecian ruidos de lluvia, campanadas y ese riff gigante de Tony Iommi, protagonista de Black Sabbath, la primera canción del álbum homónimo donde Ozzy se pregunta con letra del bajista "Geezer" Butler, sobre una figura oscura que se le aparece. El Estadio Nacional se ha convertido en una misa negra. Los instrumentos suenan atronadores, pesadísimos, tremendo inicio.

Sigue Fairies wear boots del álbum Paranoid (1970), con imágenes sicodélicas por la pantalla, que de pasada recuerdan que el género stoner donde reina Queens of the stone age también proviene de Black Sabbath. Continuó After forever de Master of reality (1971) y la ejecución simplemente fenomenal, muy ajustada a la versión original aunque Ozzy, como suele ocurrirle en vivo, le costaba una enormidad dar con el tono. Siguió Into the void, otro himno absolutamente inspirador del stoner y el hard rock, con versiones de Kyuss y Soundgarden, y Iommi se llevó vítores. Otro gigantesco clásico llegó con Snowblind, quizás la canción más melancólica de todo el repertorio Black Sabbath, con su brutal sinceridad sobre los abusos de la cocaína. Fue uno de los momentos de la noche: gran interpretación vocal de Ozzy y una bengala encendida en medio de la cancha para realzar el tono lastimero de esa pieza publicada en Vol. 4 (1972).

Luego los sones de guerra de War pigs dieron protagonismo al público, que coreó varias líneas respondiendo a Ozzy, mientras en los solos de Iommi, "Geezer" arremetía con sus propios dibujos al bajo creando una masa demoledora de sonido. En N.I.B. el bajista se lució nuevamente con la pastosa intro a su cargo con efecto wah-wah, para en el siguiente tema, el instrumental Rat salad, dar paso a un arrollador solo del baterista Tommy Clufetos, el vigoroso reemplazante de Bill Ward.

Hubo más bengalas para Children of the grave (de Master of reality) y para el corte final, Paranoid, la canción más famosa en toda la historia de Black Sabbath, cuya letra "Geezer" Butler escribió en pocos minutos. "Olé olé olé" gritaba Ozzy Osbourne en el abrazo final junto a sus compañeros en el escenario, y las 60 mil personas respondían "Sabbath, Sabbath, Sabbath". Aunque se trataba de un adiós, la partida de estos genios del heavy metal no pudo ser mejor.