Entre familiares, amigos y una larga lista de aspirantes a poetas anónimos, la señora Elisa reconoció a Nicanor Parra. Sabía que era alguien importante. Avanzó sin titubear por la iglesia y le preguntó qué hacía en el funeral de su hijo. El antipoeta respondió lo obvio: él conocía personalmente a Rodrigo Lira, sabía lo buen poeta que había sido. Luego exageró y dijo que usaba sus textos para sus clases en la Universidad de Chile. Es posible que esa repuesta convenciera a los padres de Lira de que lo que su hijo escribía era de verdad valioso. Muchas veces, les pareció justamente lo contrario. Varios meses después, la señora Elisa volvió donde Parra: le entregó un manojo de textos inéditos de Rodrigo, pidiéndole que les encontrara un destino.

Lira no supo encontrar el suyo. A contrapelo de la gravedad telúrica de Raúl Zurita, acechó la precaria escena literaria de fines de los 70 con poemas satíricos y confesionales que nunca pudieron sacarlo de su condición de poeta marginal. También lo perseguía un desequilibro siquiátrico (esquizofrenia hebefrénica, le diagnosticaron) que lo llevó a suicidarse el 26 de diciembre de 1981, con 32 años. Tres semanas antes, tuvo su mayor aparición publica: concursó en Cuánto vale el show! interpretando un texto de Shakespeare. Ganó $ 8.700.

Aunque los textos de Lira circularon en fotocopias, murió inédito. Sólo en 1984 su obra fue publicada en Proyecto de obras completas. No fue Parra quien impulsó su rescate, sino Enrique Lihn, quien recibió los manuscritos de Lira de manos del antipoeta. En su prólogo para el libro, Lihn contó la tensa relación que tuvo con Rodrigo; también precisó su lugar literario: "Si el objetivo de la poesía no fuera el de consolarnos y hacernos soñar, sino el de desconsolarnos y mantenernos despiertos, Lira tendría el lugar que le reservamos en el Olimpo subterráneo de la poesía chilena".

La primera edición de Proyecto de obras completas desapareció en los 80, hasta que en 2003 editorial Universitaria lo reeditó. Diez años después, Ediciones UDP lo vuelve a poner en librerías. Suma a los anteriores prólogos -de Lihn y Roberto Merino- uno de la poeta Milagros Abalo, quien observa que Lira cargó las páginas obsesivamente de procedimientos del habla "para dar cuenta de un pensamiento poético y vital intensamente desesperado".

Con poemas clásicos como Angustioso caso del soltería, S.T.P., Testimonio de circunstancias y Ela, elle, ella, she, lei, sie, el libro es un abigarrado laberinto de parodias, confesiones, artes poéticas, juegos lingüísticos y retratos de la escena cultural de fines de los 70, que cruzan erudición pop y culta hasta arrinconar a la palabra. A Roberto Bolaño lo llevó a decir que quizás Lira era "último poeta de Chile".