Sufría de cataratas, diabetes, alcoholismo y además padecía los tóxicos efectos del plomo de sus pinturas. Para fines de 1840, J.M. William Turner (1775-1851) no era el mismo artista que conquistó a la crítica y al público cuando era un muchacho de 20 años. El detallismo de su pincelada se evaporó, dando paso a difusos manchones de luz y color que hacían ver sus cuadros como si estuvieran inacabados. Críticos reputados como John Ruskin, que alguna vez elogió al pintor como "el más grande de su era", se preguntaba ahora de dónde venía ese estilo desaliñado y si acaso no eran los vicios y su incipiente ceguera los gatillantes de una enfermedad mental.
Sus antecedentes familiares no eran alentadores: su madre murió en un manicomio cuando él tenía 29 años y desde entonces se hizo muy cercano a su padre, un barbero que se transformó en su marchante, asistente y único amigo. En sus últimos años, Turner se volvió un excéntrico que vivía encerrado en su taller, empeorando tras la muerte de su padre en 1829. Pero aunque su obra había cambiado radicalmente, su reconocimiento era inamovible: siguió haciendo exposiciones y siendo miembro clave de la Real Academia de pintura. Murió en 1851 con una gran fortuna y a petición suya, su legado fue donado a la nación inglesa: 19 mil dibujos y más de 200 lienzos que fueron repartidos entre la National Gallery y la Tate Britain, ambas en Londres.
Esta última institución le rinde homenaje ahora a su controversial última etapa, con la muestra Late Turner, que reúne hasta el 25 de enero 180 obras del artista, creadas entre 1835 y 1851. La tesis central es que Turner fue el precursor del impresionismo, adelantándose a Claude Monet y Camille Pissarro e incluso, como dice el catálogo de la Tate Britain, transformándose en el "tío abuelo" del expresionismo abstracto y de artistas como Mark Rothko y Cy Towmbly. La idea no es nueva, en 1984, la galería instauró el Premio Turner, para reconocer aquellas obras controversiales, ubicadas en los límites del arte. Damien Hirst, Tracey Emin y Steve MacQueen han ganado el galardón.
La muestra en Londres no es la única señal del redescubrimiento del británico. En paralelo se acaba de estrenar en Estados Unidos la película Mr. Turner (ver recuadro) dirigida por Mike Leigh (Vera Drake) y protagonizada por Timothy Spall. La cinta describe los últimos y solitarios 25 años de vida del pintor. Más allá del cine, en el mercado del arte el pintor también brilla: a principios de mes el cuadro Rome, from Mount Aventine (1730), fue subastada en Sotheby's por 47 millones de dólares, cifra récord para el pintor y para toda la generación de artistas anteriores al siglo XX.
ACADEMIA Y REBELDÍA
J.M. William Turner tenía 15 años cuando ingreso a la Royal Academy of Arts. Sus primeras pinturas y acuarelas fueron bien recibidas y rápidamente el artista fue considerado una pequeña promesa del arte. Viajó por varias ciudades de Inglaterra. Fue a Suiza y Francia, donde estudió arte en el Louvre de París. También visitó Italia, donde aprende de los grandes maestros Tiziano, Tintoretto y Rafael.
Turner cultivó con gran talento la tradición del paisajismo inglés en obras clave como Tintern Abbey (1795) y Anibal atravesando los Alpes (1812), pero ya a fines de 1830 su trazo se vuelve más difuso y emerge el poder destructor de la naturaleza, faceta que finalmente lo transformó en un adelantado a su tiempo. En la muestra de la Tate, se exhiben obras como Lluvia, vapor y velocidad (1844), donde el autor registra el paso de una de las primeras locomotoras y Burial at sea (1842), que refleja su interés por los temas marinos.
No hay duda: las últimas visiones de Turner de monstruos marinos, naufragios, guerras y edificios en llamas son elementales para entender la fiebre por su obra. Aunque en su época fue más bien reconocido por su pulcritud, es su última etapa, con los remolinos de pinturas y un total desinterés por las figuras humanas, la que lo consagró para la posteridad.
Más allá de las categorías, Joseph Mallord William Turner fue tal vez el primero en demostrar que el artista no busca reproducir la realidad exacta sino su percepción de ella.