El director de las cárceles del estado de Oklahoma (EEUU) quiere una suspensión indefinida de las ejecuciones mientras no se produzca una revisión de los protocolos después de un caso de inyección letal calificado de tortura.
Clayton Lockett, un condenado a la pena capital por violación y asesinato, sufrió el pasado martes una larga agonía de 43 minutos después de que se le inyectara un cóctel letal que nunca había sido probado antes. Normalmente el proceso no dura más de 10 minutos.
En una carta a la gobernadora de Oklahoma, Mary Fallin, el director de cárceles Robert Patton pide una "amplia revisión de los protocolos de ejecución".
Patton reveló que los técnicos que ajusticiaron a Lockett no lograron encontrar una vena en su brazo y que por eso buscaron un "punto vital" en su ingle, mostrando que "el cóctel de medicamentos fue inyectado en los músculos del señor Lockett en vez de en sus venas", según dijo la fiscal Madeleine Cohen.
A raíz de la decisión de los fabricantes europeos de negarse a vender el anestésico más común (el pentobarbital) a quienes lo adquieren para ejecuciones humanas, los 32 estados de Estados Unidos que aún aplican la pena de muerte están teniendo dificultades para obtener barbitúricos eficaces. Por ello están recurriendo a preparados controvertidos disponibles en farmacias, pero no homologados por las autoridades federales.