Don Nelson soñaba con ese día. No tenía empacho en pedir la banca de la Selección para llevarla a la Copa del Mundo. Uruguayo de sangre, chileno de alma y corazón, en sus manos sostenía la bandera tricolor seguro de que ese anhelo ya estaba en su bolsillo. La imagen de ese 16 de noviembre se mantiene intacta, imborrable en la memoria colectiva de toda la nación. Calles teñidas de un rojo tan intenso como el de la corbata del DT y en el Estadio Nacional, el Equipo de Todos, el de Zamorano y Salas, el equipo del Pelado, vencía a Bolivia y sacaba pasajes a Francia 1998. Todos festejan, algunos lloran... Y Acosta, de piel dura, además de agitar los brazos y apretar los dientes, recuerda a su esposa, sus hijos, sus nietos y a la hinchada que a partir de ahí firmó un pacto de agradecimiento con el entrenador.
Dos décadas después, hace dos años exactos, la historia fue otra. Nelson Acosta, el estratega que marcó tres generaciones en el fútbol y a toda la cultura pop nacional, sale del estadio Tierra de Campeones de Iquique entre insultos. Los hinchas celestes lo increpan, recriminándole su pésima campaña. Son palabras fuertes. Lo más suave que le gritan es "¡chanta!" o "¡ladrón!". La mente de los fanáticos es tan frágil como un resultado, pero el creador de la mítica dupla Za-Sa, el que llevó a debutar profesionalmente a Alexis Sánchez y el que por primera vez nominó a la Selección a Vidal, Medel y Bravo, se calla. Camina hacia su Hyundai a paso lento, rodeado por una decena de guardias. Se le nota cansado. Extrañamente, prefiere no entrar en una discusión con quienes lo acosan. "¿Hasta cuándo le faltará el respeto a Iquique?", le pregunta un periodista. Acosta se niega a responder. Ya no quiere más guerras.
Estos son sólo dos capítulos en el extenso historial futbolístico del ex volante de contención. Se contraponen, claro, pues representan la cima y el sótano dentro de la profesión que abrazó hasta hoy. Nunca nadie, ni siquiera él, imaginó realmente que su historia en el fútbol profesional terminaría así. Porque durante sus más de 30 años de trayectoria como entrenador, su personalidad siempre fue la más fuerte. Sin embargo, en Iquique hubo un momento en que el ritmo del eterno DT, hoy de 73 años, comenzó a ralentizarse. Algo no andaba bien. Su cabeza y su memoria ya no eran las mismas. Fallaban sin explicación.
Por eso Acosta, autor de hazañas junto a la Roja que hoy son eclipsadas por las conseguidas por la Generación Dorada, fue obligado a jubilar. Lo hizo en silencio, cercado por su círculo de hierro, que nunca le ha dado la espalda. Don Nelson vive un exilio; el más doloroso. Hace poco más de un año, el temor de toda su familia y de él mismo se hizo realidad: se le diagnosticó Alzheimer, una patología que sólo se comenta puertas adentro en la casa del nacido en Paso de Los Toros, Tacuarembó, el 12 de junio de 1944.
Nadie sabe con certeza el momento exacto en que sus pasos tomaron otro ritmo, pues su cara larga, su mirada triste y el tono seco continuaron siendo los mismos. Sin embargo en junio, cuando se sumó al panel de El Deportivo de La Tercera y analizó la participación nacional en la Copa Confederaciones, ya presentaba síntomas de que algo no andaba bien. El Acosta vigoroso, gruñón y seguro de sí mismo, ese personaje inconfundible para todo Chile , ya no se expresaba con la misma vehemencia. Fue para el amistoso de la Selección con Rusia, cuando compartió fuera de cámaras en la redacción de Deportes, donde dejó entrever, quizás por última vez, su pasión por el fútbol, enojado con el Tucu Hernández, porque dejó cabecear a Viktor Vasin, autor del empate definitivo (1-1).
La falta de energía, sin embargo, no era nueva para el calvo entrenador. "Cuando estaba en Iquique se le olvidaban muchas cosas. Entregaba una instrucción y al rato volvía a darla. Nadie te va a decir que era así, porque hay una promesa que hicimos por él, pero así fue. Una vez, incluso, se le olvidó que había citado a un entrenamiento y no llegó. Nosotros creíamos que eran los típicos problemas que llegan con la edad, pero resultó que no", cuenta uno de los miembros de aquel Iquique, el último plantel en el que participó el charrúa, chileno por convicción.
Es paradójico que Iquique, en aimará Iki Iki, signifique Lugar de sueños o Lugar de descanso. Porque eso fue precisamente lo que el estratega jamás pudo conseguir durante toda esa última etapa. Junto al cuerpo técnico que formó con Fernando Astengo y Nelson Tapia, nunca pudo estar tranquilo. Su memoria se vio muchas veces exigida, tanto que incluso sufrió una desaparición. Uno de los dirigentes del club asegura que durante una pretemporada en Santiago, en junio de 2015, llegó a perderse por dos días: "Nos preocupamos todos. Ya sabíamos que venía mal, notábamos este problema, por lo que le preguntamos a la familia qué pasaba con él, que dónde estaba. Después llegó como si nada". A esas situaciones se vio expuesto Acosta durante su última aventura como entrenador.
Por eso es que ahora el uruguayo más emblemático en Chile necesita descansar. No es fácil decir adiós para el ideólogo de momentos tan memorables para el deporte chileno como la victoria chilena sobre Inglaterra, en Wembley; la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000; o la misma clasificación a Francia '98. Porque un adiós obligado, a regañadientes, es como salir por la puerta de atrás. Y así, Nelson Acosta no quería despedirse.
El fútbol y sus protagonistas forman una fauna diversa y especial. Sus miembros se empapan desde niños en los códigos que dominan la actividad y agradecer al entrenador que te considera parte de su equipo es una regla básica. Por eso, ninguno de los miembros de aquella selección chilena de 1998 desconoce el delicado estado de salud por el que pasa Acosta. Ronald Fuentes, mundialista con él y hoy gerente deportivo de Universidad de Chile, reconoce estar al tanto de la situación en torno al entrenador. "Supe que no estaba bien de salud", dice escuetamente. Víctor Hugo Castañeda, uno de sus asistentes en aquella Selección, conoce un poco más de su actual situación. "Lo fui a ver a casa de su hija, acá en Santiago. No estaba, pero luego supe que su salud, dentro de todo, está bien", dice el ex DT azul.
Iván Zamorano, capitán y símbolo de la Roja del '98, que de la mano de Acosta llegó a transformarse en uno de los goleadores más certeros e icónicos de toda la historia de la Selección, algo sabía de la situación de su ex mentor. "Me enteré hace poquito de que no está bien de salud. Yo soy un agradecido de las personas que de alguna manera fueron importantes en mi carrera. Él tenía pensado retirarse y creo que ya lleva mucho tiempo en el fútbol, me parece que necesita un descanso. Desde acá le mando un gran abrazo de aliento, de fe", le expresó Bam-Bam a La Tercera.
Su último cargo fue la dirección deportiva honorífica en Arturo Fernández Vial, el club que lo ha homenajeado cada vez que puede. "Se reunió con nosotros en marzo y lo vimos bien", asegura Claudio Vargas, presidente de la histórica institución del Biobío. Su afección recién está en una etapa preliminar.
Carlos Montes, el médico que lo acompañó en todos sus procesos con la Roja, es uno de sus más irrestrictos amigos. Cuenta que se comunicó con Acosta hace dos meses, para su cumpleaños. Sólo tiene palabras de admiración para él y su carrera: "Hizo lo que pudo con los recursos que en ese momento tenía. Sacó el máximo rendimiento a una selección muy distinta a la de ahora. Con Bielsa, todos se olvidaron de Acosta, pero si analizas el rendimiento de Nelson y la selección del '98, era un equipo muy goleador".
Italo Traverso fue otro de sus colaboradores, quizás el más emblemático de todos. El preparador físico, con el que Acosta se unió en O'Higgins, a finales del '80, trabajó durante más de 30 años a su lado. "Quiero aclarar algo", pide de entrada: "Yo no estoy peleado con él. Tuvimos diferencias después de estar en Ecuador, porque yo quería alejarme un poco de la alta competencia, pero él quería seguir. Le tengo mucho cariño y admiración". Hace un año que Traverso no se reúne con Don Nelson, pero sabe perfectamente dónde encontrarlo, pues su mujer y la del estratega son íntimas amigas. Al igual que todos, no quiere profundizar en el mal que hoy aqueja al histórico entrenador.
Acosta ahora transita por dos mundos. Por el de los recuerdos y por otro, que lo traiciona. "Sólo queremos que lo dejen en paz. Él tiene los problemas que cualquier persona de su edad posee", dice Julio, el mayor de sus hijos, al consultarle por el estado de salud de su padre. La vida, tal como el fútbol, tiene escenarios de luces y sombras. Hoy, Acosta prefiere retirarse así y ser recordado por todos sus innumerables aportes al fútbol chileno.
En el Huerto La Copa, su famoso fundo en San Vicente de Tagua Tagua, está entregado al cuidado de sus hijos y señora, principalmente al de Damián, el menor, administrador de los cultivos frutícolas de la familia y quien prefirió no hablar sobre la salud de su progenitor. La familia no quiere que la vorágine de Santiago altere la paz que sí tiene asegurada en sus tierras de la Sexta Región, el refugio al que siempre acudió el DT para descargar las tensiones de una actividad que no siempre le devolvió la mano.
El capítulo de Nelson Acosta se cierra hoy, definitivamente, con un mal que recién parte y que lo tiene en penumbras. Chile, en cambio, revivirá siempre su legado. Ese recuerdo del Pelado nunca se borrará.