Hace 12 años que Louis disfruta de un éxito sin precedentes en el extranjero y más o menos hace la misma cantidad de tiempo que no tiene tiempo ni ganas de hablar con su familia en Francia. Ahora, aquejado de una rara enfermedad, este dramaturgo maravilla decide volver a casa. Lo hace con la cara macilenta, con la cola entre las piernas, dispuesto a contar su verdad, pero sin la guardia alta para aguantar las recriminaciones de su hermano mayor o entender la inocultable admiración de su soñadora hermana menor. Louis tendrá que manejar como pueda una tarde de conversaciones, de vinos y también de infierno. Lo que la familia no sabe es que el hijo pródigo vuelve para explicarles una verdad irrevocable.
La nueva película del realizador canadiense Xavier Dolan (1989) es un carbón ardiendo, un "tómalo o déjalo" en términos de apreciación o, en el mejor de los casos, un gusto adquirido. Propuesta frontal y neurótica, Es sólo el fin del mundo ya anuncia desde su título que este drama familiar se cuece en una olla a presión donde los personajes pueden estallar en cualquier momento. El filme basado en la obra teatral homónima de Jean-Luc Lagarce (1957-1995) llega finalmente esta semana a la cartelera chilena después de ganar el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2016, el segundo en importancia tras la Palma de Oro. Su triunfo fue una provocación para buena parte de la prensa acreditada, que prefería, de lejos, largometrajes como el alemán Toni Erdmann o el francés Elle, ninguno reconocido en el certamen.
De alguna manera Es sólo el fin del mundo es una película que resume perfectamente la propuesta estética y temática de Xavier Dolan, un realizador que antes de cumplir los 30 años tiene siete largometrajes y ocho distinciones en Cannes, incluyendo el Premio del Jurado por Mommy (2014), que compartió junto a Jean-Luc Godard. Poseída de un ritmo despiadado y con diálogos desaforados en cada esquina de la trama, la película es incisiva y muchas veces estridente. La neurosis de una familia disfuncional se escucha a máximo volumen, con escogidos momentos de reposo sólo reservados a Louis (Gaspard Ulliel), el taciturno protagonista.
Mientras su hermano Antoine (Vincent Cassel) le enrostra el alejamiento gatillado por su éxito en el extranjero, la menor Suzanne (Léa Seydoux) lo aborda como si fuera un mito viviente. Al mismo tiempo, Louis lidia con la asfixiante personalidad de su madre (Nathalie Baye) y cree conectar con Catherine (Marion Cotillard), la esposa pasiva y dulce de su temperamental hermano. El origen teatral de la película se advierte desde lejos, con acontecimientos en una sola tarde y un espacio reducido a la casa familiar.
Como en sus filmes anteriores, las relaciones familiares son la columna vertebral y los diálogos son lacerantes. Otra vez la música pop es recurrente (Blink 182 y Moby) y la cámara privilegia el primer plano a nivel supremo. Tal vez todo este exceso estético fue lo que transformó a Es sólo el fin del mundo en la película más controvertida de Dolan: tras estrenarse en Cannes hubo pifias y aplausos en la función de prensa y las opiniones variaron. Mientras Le Monde la calificaba de "sorprendente y vívida película sobre los errores del amor", Libération la reducía a "propuesta vacía".
Dolan, tal vez como el héroe de su filme, puede sentirse incomprendido y envidiado por su rápido salto a los premios y la fama. En apenas ocho años de carrera, desde su primer filme Yo maté a mi madre (2009), se instaló como el "niño terrible" del cine canadiense, capaz de dirigir, escribir, actuar y editar sus propios largometrajes.
También se forjó la reputación de no tener pelos en la lengua y en Cannes defendió su filme así: "Para mí se trata de mi mejor película y si no lo creyera no podría seguir en esto. Probablemente hay muchos diálogos o un lenguaje de excesos, pero si el espectador pone atención también encontrará silencios, bastantes miradas y rostros. A lo mejor toma algo de tiempo acostumbrarse al ritmo, pero insisto en que es mi mejor trabajo. Todo: la música, la edición, los actores, la cámara. En mis películas anteriores siempre encontré errores. Aquí no".
Cuando se le consultó por la viperina naturaleza de los diálogos, en particular las líneas del personaje de Vincent Cassel, Dolan probó ser el mejor abogado de sí mismo y del fallecido Jean-Luc Lagarce: "Lo que más me gusta de Lagarce es que expresa la incomodidad y el malestar como pocos. Sus personajes son como la gente: gritan, lloran, se enojan. Así es la vida".
Con una capacidad de trabajo envidiable que le permite hacer videoclips de vez en cuando para estrellas pop como Lana Del Rey o Adele, Xavier Dolan parece que ahora se dará el gusto de dar la espalda a Cannes. Evidentemente no le agradó enfrentarse a las críticas de la prensa especializada y a fines del año pasado afirmó que su nuevo filme, The life and death of John F. Donovan, no estará terminado para la nueva edición del festival, cuya selección se anuncia mañana. En su cuenta Instagram dijo estar cansado de la "cultura de la ofensa y el matonaje" del encuentro.
La nueva cinta, su primera en inglés, es protagonizada por Kit Harington y Jessica Chastain, y describe el auge y caída de una estrella del cine despedazada por los medios tras descubrirse un episodio de abuso infantil. Al menos, el director parece seguir fiel a la provocación.