Los dos habían nacido en el sur, en el corazón de la Región del Maule. Los dos habían llegado a un club grande de la capital a la edad de 13 años y los dos habían debutado con 19 en Primera. En sus inicios, uno no quería ser arquero y el otro quería ser un arquero que no era. Los dos son señalados suplentes en Colo Colo, reservas de Justo Villar. Los dos se han convertido ocasionalmente en titulares. Uno perdió el privilegio, tras defender el puesto como un manojo de nervios. El otro lo disfruta ahora, hasta el momento con serenidad. El fútbol, como la vida, da muchas vueltas.
Tantas como las que experimentó la carrera de Paulo Garcés (32) antes de terminar dando con sus huesos en Pedreros, a mediados de 2014. Y todo para estar sentado de nuevo en la banca del Monumental, siguiendo con sopor el desarrollo de su equipo. Señalado por los hinchas, mancillado públicamente por históricos referentes del club y herido, tras una seguidilla de groseros errores, en su orgullo de arquero. Un Halcón sin alas, incapaz de alzar el vuelo.
Pero la decisión de Guede de condenarlo al ostracismo en la recta decisiva del campeonato no había sido antojadiza. En al menos tres de sus últimos cuatro encuentros, la actuación de Garcés había tenido incidencia directa en el resultado. Un error en la salida de balón, en la octava fecha, había facilitado el triunfo de Iquique (y la consiguiente pérdida del invicto albo); un garrafal y esperpéntico fallo ante un cabezazo inocuo de Mora, en la novena, había marcado el desenlace del Superclásico, y una horrorosa salida en el partido ante San Luis, de la 11ª, había supuesto una nueva derrota.
Los números hablaban por sí solos. Transcurridas las cinco primeras fechas del Clausura, las que precedieron a la lesión de Villar, Colo Colo marchaba invicto con 13 puntos de 15. El reinado de Garcés en el arco (entre las fechas 6 y 11), se saldó con un bagaje de dos triunfos, dos empates y dos derrotas, es decir, 8 puntos de 18 posibles, viéndose reducida hasta la mínima expresión su ventaja al frente de la tabla.
Desechada, pues, la opción de Garcés, el segundo arquero venido a menos, a Guede ("ya está, no tengo más, no me puedo poner yo al arco", había advertido en conferencia de prensa), no le quedó otro remedio que apostar por el tercero. Y Álvaro Salazar (24) fue el guardián del arco ya ante Palestino. Colo Colo no ganó, pero logró mantener su meta a cero. Es posible que, con el cambio, en aquella tarde de Macul todos perdieran menos.
Caminos paralelos
El día en que Álvaro Salazar, jugador de 13 años oriundo de Linares, localidad agrícola de la séptima región chilena, participó en la prueba masiva organizada en su ciudad por Colo Colo, Paulo Garcés ya sabía lo que era debutar en Primera. Lo había hecho tres años antes, el 1 de noviembre de 2003, en un duelo disputado entre su club de formación, Universidad Católica, y Santiago Wanderers, en San Carlos de Apoquindo. Un escenario en donde había aterrizado también con 13 años, luego de salir campeón con el Unión Hispana, el equipo de su colegio, en un torneo de verano en Parral, localidad agrícola de la séptima región. Apenas 43 kilómetros separan los lugares de nacimiento de los dos segundos arqueros de Guede.
El día de la prueba en Linares, Salazar trató de seducir a los captadores albos desempeñándose en dos posiciones diferentes; la que a él realmente le gustaba, la de mediapunta, y aquella que tanto repudiaba pero para la que, tal vez, había nacido. En 2006, llegó con sus maletas a Macul vestido de cancerbero.
En el caso de Garcés, las dudas sobre su verdadera naturaleza dentro de la cancha, jamás habían existido. Ni tampoco sobre su vestimenta. Fue tratando de emular hasta en el más ínfimo detalle a su ídolo de infancia, como desembarcó en la precordillera. "Él tenía un ídolo en aquella época, que era el Rambo Ramírez, y venía a los entrenamientos con las rodilleras, el pelo largo, todo igual que él. Trataba de imitarlo mucho en su forma de vestir y en su forma de jugar. Llegamos en la Sub 13, éramos de la serie del 84 y Paulo era un muchacho muy inquieto, muy extrovertido, muy alegre. Siempre estaba a los gritos y a las risas", corrobora hoy al respecto Claudio Muñoz, futbolista de Deportes Antofagasta, ex compañero de Garcés en la UC y amigo íntimo.
Fue también en noviembre, pero de 2012, cuando Álvaro Salazar realizó su estreno en Primera. En el triunfo albo por 5-1 sobre Audax Italiano. Tenía 19 años, los mismos que Garcés el día de su estreno en San Carlos. El técnico era entonces Omar Labruna; y el preparador de arqueros, ironías de la vida, Rambo Ramírez. "Es un sueño, no quiero que termine nunca este día", declaró aquella tarde el jovencísimo arquero. Pero aquel 10 de noviembre en Macul duró como cualquier otro día.
21 años tenía Garcés la tarde en que fue enviado a préstamo por vez primera. A Puerto Montt, el primero de los tres clubes que defendió antes de regresar tres veces a su entidad materna. Fue la suya una espera cargada de impaciencia. El Halcón sabía que no tenía sitio en Católica, pero no quería vivir entre rejas. Su oportunidad como titular cruzado no le llegó hasta 2009. Con Pizzi en la banca. Y con la lesión de Toselli. Pero tras un 2010 de alternancia, la llave ante Peñarol de 2011, por Libertadores, terminó por firmar su sentencia. Cometió dos errores. Perdió su sitio. Y aparecieron los primeros fantasmas.
José Ovalle, actual preparador de arqueros de la Roja, trabajaba entonces en la UC. "Me sorprende lo que está viviendo porque uno espera una regularidad mayor tomando en cuenta la experiencia que tiene, pero es un drama que le ha tocado vivir más de una vez. En Católica vivió algo parecido, pero con un final distinto, porque estaba alternando y porque terminaba contrato en julio", reflexiona el entrenador de arqueros, antes de agregar: "Es un tema de confianza, algo relacionado con la ansiedad y el apresuramiento, porque es muy atarantado. Lo que hizo Guede creo que fue una buena medida porque no podían seguir exponiéndolo. Está grande y debe aceptar que el cambio se produce por algo y hacerse cargo de sus errores. Sólo así podrá sobreponerse". Un camino, que a juicio de su amigo Claudio Muñoz, el arquero ya ha emprendido: "La semana pasada hablé con él y estaba preocupado por el nivel que había mostrado, pero optimista. Lo que a él le dolía es que siempre rescataran más sus errores que sus virtudes".
21 años tenía también Salazar cuando se exilió por primera (y hasta ahora única vez) lejos de Pedreros. En 2014 partió a préstamo a Barnechea. A Francisco Bozán, su entrenador de entonces, le sedujo desde el principio su personalidad: "Siempre me llamó muchísimo la atención lo estudioso que era. Un gran lector, un estudioso de textos. Y no leía novelas románticas, leía documentos de sicología deportiva, de liderazgo, de coaching, elementos que entonces creía que le podían servir en esto. Y amaba la camiseta de Colo Colo. Su mayor virtud fue su paciencia, su capacidad de esperar, pero de esperar con profesionalismo. Esperar para luego entregarse por completo".
Tras arrebatarle el puesto en el último tramo del torneo al experimentado Jorge Manduca (que lo recuerda como "un arquero muy tranquilo, muy sereno, que ha mejorado mucho y que ya no tiene nada que demostrar a nadie"), Salazar regresó a Colo Colo. Y asumió su rol de tercer arquero. El segundo era desde 2014 Paulo Garcés, el noveno jugador de la historia en vestir la camiseta de los tres grandes de Chile y el primero en salir campeón con todos ellos. El guardameta por fin titularísimo del primer y único título de O'Higgins, en 2013, con quien el fútbol, caprichosamente, había unido.
Y mañana, en Viña del Mar, sólo uno de los cazadores del arco perdido de Guede será titular. Garcés, el pluricampeón cuestionado a quien el 31 de marzo pretendieron renovar y doblar el sueldo y el habitual tercer arquero de las selecciones adultas, estará en la banca. Salazar, el hombre de los 16 partidos oficiales en Colo Colo tras un lustro en el club y que termina contrato en diciembre y que alguna vez fue también tercer arquero sub 20, estará en la portería. El Halcón y el Choche.