El espía de nacionalidad británica Guy Burgess, quien trabajó clandestinamente para la Unión Soviética durante la "guerra fría", vivió a cuerpo de rey a costa de la BBC durante más de una década gracias a su trabajo como productor en la cadena pública.

El champán de cien libras (165 dólares) la botella, los viajes en primera clase y su "flexibilidad" de horarios no llegaba a la oficina antes de las 10.45 horas formaban parte de sus rutina, según una serie de documentos que han sido hechos públicos hoy por la BBC.

Guy Burgess (1911-1963) es uno de los famosos integrantes del llamado "Círculo de Cambridge", cinco jóvenes que fueron reclutados por el KGB cuando frecuentaban la prestigiosa universidad británica a principios de los 30 y que desde entonces pasaron secretos de su país a la URSS.

Burgess trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en la Embajada de su país en Estados Unidos tras abandonar la BBC, hasta que en 1951 huyó a Moscú después de que el contraespionaje británico comenzara a sospechar de sus actividades y las de sus compañeros.

El historiador oficial de la BBC, Jean Seaton, aseguró en declaraciones al periódico The Times que Burgess aprovechó sus días en la cadena pública británica para "hacer contactos" que le suministraran información valiosa para la causa comunista.

Entre los documentos publicados hoy destaca la advertencia de un miembro del departamento de administración de la BBC que señaló, en abril de 1943, que los gastos de Burgess eran "demasiado altos", además de criticar su afición por la bebida, vicio que a la postre lo mató, dos décadas después.

"Entiendo que tomar algo en un bar es inevitable, pero no puedo creer que sea imposible hacer negocios con miembros del Parlamento británico en otro sitio que no sea el bar", afirmó entonces el administrativo.

Los problemas con sus gastos no quedaron ahí. De hecho, tuvo que reembolsar el importe de un billete de tren para viajar en primera clase hasta Cambridge que le supuso un desembolso de 18 chelines de la época después de que desestimaran su justificación.

"Normalmente viajo en primera clase y no veo ninguna razón por la que debería cambiar esta costumbre cuando lo hago por negocios relacionados con la BBC, sobre todo si voy vestido con mi mejor ropa", explicó entonces el agente secreto al servicio de Moscú.