"He leído lo que aparece en los medios, que es muy variado, porque se ha transmitido una visión entusiasmada de la visita del Papa y también una visión crítica. Y creo que no hay que descartar ninguna de las dos. El Papa no es Dios. Su visita no es una visita de Dios, es una visita del sucesor de Pedro, que nos viene a anunciar la paz de Dios, la paz de Cristo. Pero es una visita que está sujeta a las contingencias humanas y, por consiguiente, hay críticas y aplausos, y eso es normal en toda visita que hace el Papa".
Así, con ecléctica sinceridad, se plantea el cardenal Ricardo Ezzati respecto de la gira que el Papa Francisco iniciará mañana por Chile.
Son días agitados para el arzobispo de Santiago y miembro del comité permanente de la Conferencia Episcopal, quien será parte de la llamada "cápsula", es decir, del grupo de religiosos chilenos que acompañará al Pontífice en todo su recorrido. "A mí me tocará acompañar al Papa en el Papamóvil, en los trayectos por Santiago", cuenta orgulloso.
La relación de ambos se remonta a la época en que Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y Ezzati de Concepción, por lo que se encontraron en el Celam, la organización de los obispos latinoamericanos. Después, la instancia la dio el terremoto del 27/F, en 2010, y el daño que causó a la Parroquia del Sagrario, una iglesia pequeña, junto a la Catedral penquista, que había sido construida por argentinos. "Yo le mandé una carta al cardenal Bergoglio y recibí, en poco tiempo, una respuesta con su firma, donde él se ponía a disposición para ayudarnos en la reconstrucción. Y efectivamente nos ayudó, con mucha generosidad", recuerda Ezzati.
También se encontraron durante la V Conferencia del Episcopado en Aparecida, Brasil.
Y ya en 2013, rememora el cardenal Ezzati, una vez que Francisco fue elegido Papa, "en la primera audiencia personal que yo tuve, después de unos 25 días, le comenté en forma muy fraterna, hasta casi atrevida: Santo Padre, ¿le puedo decir una cosa? "Dime, che", me dijo. ¿Sabe? Su elección a Papa le ha cambiado el rostro, ha hecho de su rostro un rostro sonriente. Lo veo con los brazos abiertos para abrazar a la gente. Yo antes lo había conocido muy serio. Y el Papa me dijo: ¿Sabés? Te puedo decir que tienes razón. Pero no es fruto mío, no es inteligencia mía ni estrategia. Esto es fruto de la paz y la confianza que he experimentado".
Para el prelado, el Papa "es un hombre muy acogedor, que tiene olor a oveja, apertura, acogida, muy atento de todos, pero especialmente de los más pobres. Con un estilo propio, latinoamericano y abierto".
El Chile de hoy
Esta semana, la última antes de la llegada del Pontífice, ha estado marcada no sólo por los preparativos de la Iglesia y el gobierno. También por la irrupción de temas complejos, como nuevas estadísticas respecto de clérigos involucrados en abusos (80 denuncias, según publicó La Tercera) y la difusión de la carta de 2015 que el Papa les envió a los obispos, sobre su "inquietud" por el nombramiento de Juan Barros en Osorno. Eso, además de los atentados a cinco iglesias, ante lo cual el viernes manifestó que "nos duelen profundamente estos hechos, que contradicen el espíritu de paz que anima la visita del Papa".
¿Cómo ve el ambiente en Chile?
A mí me ha llegado una cantidad muy grande de peticiones, de todo tipo, de personas que quieren participar. Desde autoridades políticas a gente sencilla, jóvenes, adultos, enfermos (...). Hemos ayudado y gestionado en todo lo que está a nuestro alcance. Yo creo que hay mucho entusiasmo y se va a seguir sumando. Puede ser lógico que en un determinado momento la preocupación o la atención se haya centrado, por ejemplo, en lo que cuesta la visita del Papa, para toda la infraestructura necesaria, pero ahora veo la atención de la gente en participar, en asistir, en tener su entrada y en seguirlo.
¿Comparte usted la visión de que el Papa va a llegar a un país menos católico, según las encuestas?
Las encuestas dicen lo que dicen. Por supuesto que los que se profesan católicos han disminuido en Chile significativamente. Pero lo que ha aumentado en nuestro país es el número de personas que se definen como agnósticas y no creyentes. Y este es un fenómeno mundial. Basta pensar en Europa, en nuestros vecinos de Argentina y Uruguay. Chile es un país secularizado. Y, fundamentalmente, hay una opción de la Iglesia de querer ser una Iglesia de creyentes más que una Iglesia de tradiciones. Si esa es la crisis de la que algunos han hablado, bendito sea Dios. Yo no niego que parte de la crisis se debe también a una situación concreta que ha vivido en estos años la Iglesia en Chile, con los casos de abusos. Son problemas no de ahora, sino que han aparecido, tienen 20 o 25 años de historia. Son casos gravísimos, pero hay personas dedicadas de todo corazón al servicio de los más necesitados, con adultos mayores, con pobres, con estudiantes. Yo mismo he publicado una serie de documentos en relación a una educación inclusiva, pidiendo a los colegios del Arzobispado de Santiago que lo vivan de esa manera. Así que yo pienso que, sin duda alguna, la crisis está presente, como en toda institución humana, pero las crisis son siempre una oportunidad de mejorar.
Se ha dicho, también, que existiría preocupación del Vaticano por la Iglesia chilena.
La preocupación del Papa es como preocupación del obispo, del párroco, de un rector de colegio o de un padre hacia su hijo. Las preocupaciones siempre acompañan la vida. Solo quien no tiene o no siente ni vive ninguna responsabilidad, no tiene ninguna preocupación. La Iglesia tiene preocupación por la santidad de sus fieles, de sus sacerdotes, de sus religiosos y religiosas. El Papa lo manifiesta constantemente, cada miércoles, en la audiencia pública, y cada domingo, cuando saluda desde el balcón rezando por la gente. El Papa siempre manifiesta algunas inquietudes y preocupaciones. Que en Egipto maten a un grupo de personas en sus iglesias, que haya un grupo de indígenas que no son respetados en su identidad, que hay un terremoto o una inundación. Constantemente el Papa manifiesta preocupación. Qué bueno que lo haga, porque esto es un signo de que formamos parte de una Iglesia atenta a las comunidades. Ahora, ¿hay alguna preocupación especial para Chile? Yo creo que en los temas fundamentales de la vida de la Iglesia y de la vida en el país.
¿Y con qué país, a su juicio, se va a encontrar el Papa? No es el mismo Chile de 1987 que vio Juan Pablo II...
Yo creo que, en primer lugar, y gracias a Dios, el Papa va a encontrar un Chile diferente en el ámbito social y político. Estamos viviendo en democracia y la democracia es un regalo muy grande para los pueblos. Cuando vino el Papa Juan Pablo II estábamos viviendo bajo el régimen militar, donde muchas libertades estaban reprimidas, donde el mismo Juan Pablo II tuvo que enfrentar situaciones no fáciles, como en el Parque O'Higgins y en la visita que hizo a La Moneda. Gracias a Dios, el Chile de hoy es muy diferente. Tiene riquezas que en esa época no tenía.
Basta pensar en el acceso que los jóvenes tienen a la educación y a la educación superior. Se va a encontrar con un Chile donde la pobreza ha tenido derrotas muy grandes. Va a encontrar un país que tiene ampliadas sus libertades en tantos campos. En segundo lugar, se va a encontrar con un Chile con profundos cambios culturales, de época.
¿En qué sentido?
En el campo de la antropología, de la visión del hombre y la sociedad. Ciertamente, la cultura actual nos ha puesto frente a la libertad como el don supremo, a la económica como un don inmenso, mucho más grande que la política, al propio bienestar más que al bienestar de todos, a la primacía de lo que a mí me parece a lo que es la verdad objetiva. Hay muchas situaciones que hacen que el Papa encuentre un Chile diferente. Y desde el ámbito religioso también encuentra un Chile diferente.
También para los católicos...
En la época del posconcilio (Vaticano II), en los últimos 50 años, la Iglesia en Chile, a través de las orientaciones pastorales, ha optado por ser una Iglesia de creyentes más que una Iglesia sociológica. Y es ese el gran reto. Cómo pasar de una fe que es simplemente transmisión de costumbres a una fe que nace del encuentro personal con Cristo. Por fe auténtica, no por tradición (...) queremos ser esa Iglesia, de puertas abiertas, que invita al encuentro. Es un camino que queremos recorrer. Ojalá que la Iglesia viva siempre en crisis, porque la crisis la desinstala, le dice: mira, que el modelo que tú estás llamado a seguir no es simplemente lo que ha conquistado, es algo mucho más grande. El Papa va a encontrar, por consiguiente, una Iglesia que sí está en crisis, pero una crisis que es bendición, una crisis que tiene dimensiones fruto de nuestro pecado, pero también una Iglesia que está en crisis porque la fe desafía al hombre contemporáneo a vivir su opción de fe en este contexto nuevo de nuestra sociedad y cultura.
¿Cómo será la recepción en la Catedral de Santiago?
Hay espacio para todos los sacerdotes, religiosos y religiosas. Será un encuentro festivo, con canto, con oración y hecho de una atenta escucha del mensaje que el Papa quiera ofrecernos. Terminado el encuentro con el clero, en la Catedral, el Papa se trasladará a la sacristía, donde se encontrará con los obispos de Chile, en el cargo y eméritos. Será también un encuentro muy fraterno. Yo calculo que nos vamos a encontrar unos 44 obispos con el Santo Padre. El Papa también va a saludar allí a miembros de iglesias hermanas, ortodoxas y de las iglesias evangélicas.
Además de migrantes y pueblos autóctonos, ¿qué otras grandes problemáticas podría tocar el Papa?
Bueno, no soy profeta de lo que dirá el Santo Padre, pero sin duda alguna que el país, la sociedad, el respeto y dignificación de las personas son parte de su interés (...). Creo que en Maipú el Papa va a tocar el tema de los jóvenes y la emergencia educativa frente al cambio cultural. Para la Iglesia creo que será el tema de una Iglesia servidora, que sale a la periferia, que abre las puertas a todos quienes quieran participar en ella. Y para nosotros, al interior de la Iglesia, creo que el Papa nos invitará a ser misioneros.